LA PATRIA | Manizales
Dios le dio a la hermana Margarita Sierra el don de sanar almas y cuerpos atribulados y enfermos a través de su actuar en la comunidad de religiosas Dominicas de La Presentación. Falleció el pasado 17 de febrero a los 103 años.
La recuerdan como excelente asesora espiritual, a quien le confiaron secretos y se dejaron guiar por sus consejos para la vida y la salud.
De cuerpo pequeño y de corazón grande, que le alcanzó para tenderle la mano a todo el que la buscó. Estuvo en el grupo directivo de la Clínica de La Presentación en Manizales, trabajó en el colegio La Presentación en Salamina e integró el grupo de religiosas fundadoras de Obras Sociales Betania, que bajo la dirección de la hermana Francisca del Sagrado Corazón le dieron casa a miles de personas necesitadas y trazaron la línea social de lo que es hoy la entidad.
Don sanador
La hermana Margarita nació en San Pedro (Antioquia), ingresó a la comunidad religiosa a los 16 años y pasó gran parte de su vida en Caldas. Estuvo mucho tiempo dedicada a la educación. Alumnas suyas destacan que supo combinar la excelencia con la exigencia para transmitir conocimientos y formar.
Supo sacarle provecho al don sanador. Estudió las propiedades de las plantas y muchos conocieron sus preparados para superar enfermedades. Decía que no era ella la que obraba el cambio, sino Dios que es todo misericordia y amor.
Vivió en la casa de Obras Sociales Betania, sobre la Avenida Paralela, allí fue superiora y ecónoma. Tenía un espacio que denominaba su santuario, al que llevaba a las personas que buscaban hablar con ella. Era un pequeño salón donde tenía un crucifijo grande, la imagen de la Niña María y La Biblia.
Se fue deteriorando
Siempre dijo que recibía a la gente con todo su corazón, que a veces solo se sentaba a escuchar sus dificultades, penas y enfermedades. Tampoco dudó en acudir a las casas de enfermos, para dar fortaleza y guiar.
“Yo paso todo a las manos de Jesús y es Él quien les da la calma a través de la oración. Hay que sanar el alma para que el cuerpo esté bien", afirmaba.
El gran corazón de la hermana Margarita dejó de latir el miércoles. Sus últimos ocho años los vivió en la casa Emaús, por la Avenida 12 de Octubre. Su cuerpo se fue desgastando, y con la pandemia, al no tener ya mucho contacto con la gente, fue decayendo y deteriorando más.
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