MÓNICA FRANCO
LA PATRIA | MANIZALES
Tres historias demuestran que en Manizales aún creen en mitos urbanos.
Ciudadanos aseguran que algunos sitios guardan sus secretos, como Jeison Daniel Tocancipá, estudiante de grado 11 del Liceo Isabel La Católica, quien tentado por un compañero que le contó la historia de los niños dulces en el Cerro de Oro, comenzó a indagar a finales del año pasado. El relato cuenta que si se conduce hasta lo más alto de ese lugar y se ponen dulces sobre el carro, varios niños aparecen y se llevan algunas golosinas.
Con el ánimo de probar la teoría, que incluso encontró en Internet, Jeison Daniel se aventuró en enero pasado con cuatro amigos más a ir un jueves a las 11:00 de la noche para verificar lo que tanto le habían comentado.
"Cuando llegamos le preguntamos a los vecinos y confirmaron lo que nos habían dicho. Un celador nos dijo que ahí hubo un orfanato que se había incendiado".
El mismo celador les advirtió que para que funcionara debían poner dulces sobre el carro y regar talco o harina sobre este para verificar los hechos. "Así lo hicimos, al pie de la letra. Pusimos talco y muchos dulces. Nos encerramos y subimos todas las ventanillas, y en menos de cinco minutos empezamos a escuchar que cantaban, a lo lejos, rondas infantiles".
Según relató Jeison Daniel, mientras más cerca se escuchaban las voces de los niños, más frío sentían. "Todos tiritábamos, pero la verdad no da temor. Hay un momento en el que se sienten llegar al carro y empiezan a treparse. Nunca dejan de cantar y en pocos segundos, así como se acercan cantando, se alejan".
Cuando los jóvenes sintieron que ya no había nadie, prendieron las luces del carro y constataron que se habían llevado más de la mitad de los dulces y, según el estudiante, había huellas de manos marcadas en el capacete del vehículo.
Javier González, docente de Jeison Daniel, escuchó la historia del joven y sintió curiosidad por lo que había sucedido, aunque solo hasta hace 20 días se animó junto con tres amigos de otras ciudades. Después de recorrer unos 15 minutos hacia el Cerro de Oro, donde la naturaleza es la única que hace ruido, pusieron harina y dulces en el capó del carro.
"Dos nos quedamos adentro y dos se hicieron afuera. En menos de cinco minutos empezamos a escuchar que coreaban la ronda infantil A la rueda rueda. Se acercaron y sentimos que tocaron el carro. Después se alejaron, eso no tarda mucho", relató el profesor.
Según él, los dos amigos que se quedaron afuera sintieron como si a su alrededor hubieran volado palomas, pero también escucharon los cantos infantiles. "Pusimos 24 dulces y aparecieron solo 19", concluyó.
La mujer de tacones rojos
La casona, como la conocen algunos vecinos del barrio San Jorge, siempre le ha pertenecido a la familia Gómez Duque. Dicen que en los 80 era común ver a una señora de tacones rojos y falda del mismo color merodeando por la casa. La vivienda es de madera, con seis cuartos y pasillos que comunican una habitación con otra.
Diana Cruz era una adolescente cuando visitaba a una familiar en la vieja vivienda y, según ella, veía con su hermana a la mujer, a la que apenas se le podían observar la falda y los tacones.
Cosa distinta dice Jaime Cardona, que vive allí desde hace 49 años. "Mi papá compró esta casa en 1969. Diana visitaba mucho a mi madre porque era casi una abuela para ella, pero la verdad nunca se han sentido presencias raras aquí".
Sonia Cardona, esposa de Jaime, apuntó entre risas que "eso era imaginación de los niños, pues si aquí asustaran no me quedaría ni un segundo sola".
El jinete lechero
Escuchar cabalgar un jinete por las lomas del barrio La Argentina se convirtió en un mito conocido por los vecinos. Cuenta la historia que un hombre que vendía y repartía leche en su caballo por todo el lugar en los 80 falleció y dejó legado en el barrio.
"Se le escucha sobre todo en vacaciones de mitad de año. Comienza a bajar por la calle 51C y el sonido del galope se desvanece. Nunca se sabe a dónde va a parar", comentó Ana Fernández, habitante del barrio.
El asesinato que se convirtió en mito
Vicente Arango, presidente del Centro de Estudios Históricos de Manizales, afirma que un mito que marcó a Manizales y ha permanecido fue el asesinato de Karina Albornoz, en 1941. Era una vendedora de frutas en la antigua Galería que se ubicaba en la actual plaza Alfonso López. El esposo, Misael Parra, cansado de sus maltratos, la mató y la enterró en el patio llena de cal para evitar la descomposición del cuerpo. Según registros, Misael empezó a vender las joyas de oro de su esposa en Pereira, lo que levantó sospechas y desembocó en su captura. Después los habitantes de la carrera 23 con calle 14, en el Centro, empezaron a decir que escuchaban las risas de Karina a altas horas de la noche y que los ruidos en el techo eran insoportables. "Nadie pasaba por esa calle de noche por el mito que se construyó a partir de un hecho real. Hoy en día aún los viejos lo cuentan en los cafés", recuerda Arango.
No son permanentes
Juan Pablo Jaramillo, miembro del Centro de Estudios Históricos de Manizales, explica que el mito urbano es la generación de una historia rodeada por el misterio, pero solo es mito cuando trasciende a un colectivo.
Indica que que estas historias pasan de generación en generación y han surgido porque anteriormente los medios de entretenimiento eran tertulias en las que se originaban relatos. "La diferencia del mito urbano con el rural es que se centran en la historia de una persona, por ejemplo, cuando se construyó el barrio Lleras (frente a la clínica La Presentación), donde había estado el cementerio de Manizales hasta 1923, las personas empezaron a decir que se escuchaban ruidos y que cada casa tenía su fantasma", relató Jaramillo.
Sobre las historias que se cuentan en este informe, sostiene que estos cuentos de jinetes y niños sí son mitos, pero no permanentes. "La ciudad es la destructora de mitos por excelencia, en cambio los pueblos o caseríos los crean y los mantienen".
Explicó que si se analizan, los mitos son representativos e iguales en muchas partes del mundo, pues no tienen autores ni geografía. "Los de aquí vienen de la cultura española y de influencias de zonas donde hay personas de color que trabajan en minas. Estas historias son importantes para la cultura de una ciudad y un pueblo, aunque insisto en que en Manizales no hay un mito establecido que lo identifique".
El presidente del Centro de Estudios, Vicente Arango, indica que los mitos vienen desde la colonización antioqueña y se originaron desde la fundación de todos los pueblos. "Si todos se trasladaban de Sonsón, aquí llegaban con los cuentos. Se daban más porque sucedían hechos extraños que no tenían explicación y buscaban dársela".
Otros expertos
La psicóloga
Luz Marina Jiménez, psicóloga, asegura que la mente puede dejarse sugestionar de lo que quiera y trasladarse o ver cosas que se estén pensando. "Si digo que cierren los ojos y piensen en un limón inmediatamente el cerebro reacciona y así lo hace, pues recibe toda la información. Podemos crear lo que queramos". Agrega que esto hace que, si por casualidad se siente algún ruido en una casa, se crea que están asustando, aunque tampoco niega que existan fenómenos paranormales, pues ha atendido a pacientes que están bien clínicamente, pero que sienten y ven cosas que no son imaginación.
El sacerdote
Carlos Alberto Castaño, sacerdote asesor de la Renovación Carismática de la Iglesia Católica, asegura que en casos donde se sienten ruidos y se mueven objetos no se puede descartar que haya energías rodeando a las personas o las viviendas. "Caso es muy particular. Se dan porque cuando uno muere el cuerpo se acaba, pero el alma no". Agrega que todos los seres humanos tienen una energía que, generalmente, suele impregnarse en los objetos propios.
Según él, muchos cuentos de estos pueden ser ilusorios. "Hay que discernir lo psicológico y lo somático para saber si es desde la ciencia o se debe trabajar desde lo espiritual para traer a Dios y ayudar a las personas".
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