Albeiro Montoya Guiral
LA PATRIA | Santa Rosa de Cabal
Cuando asesinaron a Orlando Sierra en el 2002 no había cumplido aún los 43 años. Con este crimen ruin no sólo callaron a un escritor prolífico en plena madurez, comprometido con la literatura, el periodismo y la sociedad de su región, sino que frenaron de golpe la publicación de su obra. Al momento había publicado en Manizales, la ciudad adoptiva que lo amó como una madre, tres libros de poesía en 1978, 1985 y 1992, respectivamente: Hundido entre la piel, El sol bronceado y Celebración de la Nube. Simulacro del Paraíso se llama el único libro de poesía que dejó inédito.
Sin embargo, según parece, la obra que le obsesionaba construir como intelectual y artista no era poética sino narrativa. Una obra cosmopolita donde pudiera converger su oficio, su experiencia de viajero por Europa y su formación en filosofía; una obra que ya había iniciado un largo camino en el momento en que lo mataron, y que ya tenía nombre: La copia del muro de Berlín, El club de la corbata roja y La maldición del oráculo, tres novelas inéditas que siguen sin publicarse hasta hoy a pesar del nombre y del reconocimiento póstumo del escritor y de la importancia misma que tienen estos libros dentro de la literatura regional y nacional.
Con el tono profético que tienen los poetas al hablar de su propia muerte, Sierra parecía habernos escrito un poema para ser leído justamente hoy, en esta conmemoración luctuosa, donde nos reclama, desde más allá de las sombras que, a su angustia, o sea: a su creación, debe dársele el valor que se merece:
Perspectiva
Un día marcharé,
a un sitio sin lugar, a cualquier parte
pidiendo a gritos valor para mi angustia.
Llevaré cuatro lustros de cansancio, un ajado
recuerdo del olvido y quizá tres vocablos
hechos de tierra donde pueda sembrar mi yo vivido.
Orlando Sierra ha recibido múltiples homenajes póstumos, pero su obra no ha sido homenajeada con una publicación y divulgación digna; no se le ha dado la oportunidad de defenderse sola, como sí la tuvo la de Kafka, por ejemplo, gracias a la sensata rebeldía de Max Brod. Con el tiempo, de seguir así las cosas, sobre la memoria de Orlando Sierra como literato, parece que va a caer el olvido o la indiferencia, los mismos que no cayeron sobre su muerte.
Pordiosero
Alguien grita en la calle
a voz en cuello:
hasta aquí llegó.
Todos ponen cerrojo a sus miradas.
Un cuerpo en el vacío
derrama su nostalgia entre las venas.
Unas manos sostienen la rutina
de implorar.
Y alguien mancha la acera con la tinta
de anónimo dolor.
El poeta, periodista y escritor era un hombre que amaba a sus amigos, y estos lo amaban tanto también que aceptaron tácitamente ser los primeros lectores y críticos de su obra, que llegaba a sus manos en copias manuscritas. Lo triste e injusto es que hoy, a 20 años de su crimen, todavía sigan siendo sus amigos sus únicos lectores. Bien dice Adriana Villegas Botero que Orlando Sierra es un escritor imposible de leer. El periódico La Patria, su hogar, ha publicado dos antologías, una de sus columnas y otra de sus entrevistas: Punto de encuentro y Lo que sobra del silencio (esta en colaboración con la Universidad de Caldas). Sus poemas han sido publicados en revistas virtuales, en blogs y en algunas antologías casuales; tal vez la más importante selección póstuma de sus poemas fue la que hizo en 2008 Mario Rivero al dedicarle una edición completa de su prestigiosa y recordada revista Golpe de Dados. Sin embargo, su obra inédita sigue sin ver la luz, en el silencio más absoluto, ¿por qué?
* Poeta y fundador de la revista Literariedad. Es santarrosano como Orlando y se ha encargado de estudiar su obra y de difundirla.
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