Un viaje en plan de descanso a las tierras altas de Salamina, subiendo sobre el filo de la montaña por la vía que lleva a San Félix, en La Florida, es una íntima experiencia de ensueño. Ante esa inmensidad, ya no existen las preocupaciones y el cuerpo se estremece de gozo, con el paso del viento frio, que inquieto se enreda entre nuestros cabellos. Las nubes tímidas nos acarician el rostro, desvaneciendo aquí y allá horizontes, creando caprichosos juegos de oscuridades y luces. Todo nos invita a la contemplación sin prisas, arropados por un silencio que se pierde en la distancia. Poco se necesita para estar allí, fuera de un poco de tibia compañía y un ánimo predispuesto a la sorpresa.
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