BEATRIZ PASCUAL MACÍAS
EFE | LA PATRIA | WASHINGTON
Donald Trump saboreó ayer el triunfo de las elecciones en privado y desde lo alto de su Trump Tower en Manhattan, mientras el mundo se pregunta qué tipo de presidente será el millonario, coronado entre la rabia de la clase trabajadora y la sorpresa de la élite política.
Mantuvo reuniones privadas con su asesores más cercanos, llamó a su familia, a sus seguidores y conversó con su compañero de fórmula, Mike Pence, el gobernador republicano de Indiana que se convertirá en el nuevo vicepresidente de EE.UU. y en la persona encargada de asumir el mando del país si el presidente dimite o muere.
La transferencia de poderes entre el Gobierno de Barack Obama y el de Trump comenzará hoy mismo, pues el millonario empezará a recibir los mismos resúmenes con información militar y de inteligencia que el presidente actual, según informaron fuentes del Departamento de Defensa.
Hasta que asuma el poder el 20 de enero, Trump se reunirá con altos funcionarios del Gobierno actual en Nueva York y también en una gran oficina en Washington, abierta de manera provisional.
En su brillante rascacielos de Manhattan, custodiado por policías y agentes del servicio secreto, Trump recibió ayer al presidente del Comité Nacional Republicano (RNC), Reince Priebus, quien aplaudió una "victoria histórica" al nivel del expresidente Ronald Regan.
Durante la campaña presidencial, Trump se ha reivindicado como el heredero de Ronald Reagan, quien gobernó EE.UU. entre 1981 y 1989 y está considerado como el autor de una "revolución conservadora" por devolver la Casa Blanca a los republicanos y teñir el mapa político del país de rojo (el color de los conservadores).
La fuerza de Trump arrastró al Congreso, que se mantuvo en poder de los republicanos, e impulsó importantes victorias en varias carreras por la Gobernación de estados previamente en manos demócratas, como Nuevo Hamsphire y Vermont, de forma que los republicanos ya controlan 31 de los 50 Gobiernos estatales.
Con el país en manos de los conservadores, importantes figuras como el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, tuvieron que dar ayer su brazo a torcer y reconocer el mérito de Trump, a quien Ryan desdeñó y aparto de su lado por sus comentarios ofensivos contra las mujeres, entre otras polémicas.
"Donald Trump oyó una voz en este país que nadie más había escuchado", reconoció Ryan en una rueda de prensa en el estado de Wisconsin, que él representa en la Cámara Baja.
Incertidumbre
El resto de Estados Unidos, y del mundo, se sumió ayer en la incertidumbre y se preguntó qué tipo de presidente será Trump, líder de una campaña presidencial que supo entender la rabia contra las élites, pero que no ha detallado cómo desarrollará algunas de sus propuestas estrellas sobre inmigración o libre comercio.
En esos detalles más concretos, jugarán un papel esencial los nuevos miembros del Gobierno de Trump, cuyos nombres podrían conocerse en los próximos días o semanas.
Entre los posibles candidatos se encuentra miembros de su círculo más cercano, como el senador por Alabama, Jeff Sessions; el expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich; el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani; y el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, según fuentes de la campaña de Trump.
La ansiedad es profunda entre hispanos, inmigrantes, musulmanes, mujeres y otros grupos que se han sentido atacados por Trump, quien durante la campaña prometió deportar a todos los indocumentados de EE.UU. y aseguró que bloqueará la entrada de musulmanes al país para combatir el terrorismo yihadista.
Sobre todo, según coinciden varios expertos, las elecciones han sido una debate sobre la identidad de Estados Unidos como nación.
Con su campaña, Donald Trump ha puesto de relieve las tensiones de una sociedad en transición y el tira y afloja de un país dividido entre sus ciudadanos y sus políticos.
Como nuevo presidente electo, Trump se enfrenta al reto de sanar esas heridas y definir cuál es el lugar de Estados Unidos en el mundo.
Los Gobiernos latinoamericanos recibieron con zozobra el triunfo del republicano y desearon que se mantenga una relación estable y de respeto. Durante su campaña, el magnate hizo fuertes declaraciones contra los latinos e insinuó que endurecería sus relaciones con algunos países latinoamericanos, lo que desató una ola de rechazo en la región.
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