María Ruiz Nievas
Bruselas
La crisis de refugiados y la amenaza terrorista sacudieron este año los cimientos y valores de la Unión Europea (UE), cuya falta de unidad y respuesta común puso en peligro pilares esenciales como el espacio sin fronteras Schengen.
Cuando los Veintiocho parecían entrar en una fase más tranquila tras ocho largos años de profunda crisis económica, se vieron confrontados con una nueva realidad: la llegada masiva de personas a Europa, primero a través del Mediterráneo central y luego por rutas alternativas como la de los Balcanes occidentales.
Migrantes forzados
Tras una primera fase en la que algunos socios comunitarios se desentendieron del problema, que consideraban más italiano o griego que europeo, el fenómeno mutó de crisis de inmigrantes irregulares a crisis de demandantes de asilo que huían de zonas en conflicto, principalmente de Siria, Eritrea y Afganistán.
La creciente presencia de grandes grupos de indocumentados en países del centro y norte de Europa desató todas las alarmas acerca de que algo no se estaba haciendo bien en los puntos de entrada a la UE, donde en teoría debía registrarse a todos los recién llegados.
Los Estados miembros aceptaron entonces repartirse en el plazo de dos años a 160.000 de los solicitantes de asilo presentes en Grecia e Italia, a condición que estos dos países garantizasen la identificación y toma de huellas dactilares e impidiesen el avance clandestino y desordenado de todas estas personas hacia otros países de la UE.
La eficacia de ambas medidas aún está por ver. Los centros de registro evolucionan lentamente y la reubicación de refugiados no ha llegado por el momento ni a las 200 personas, cuando debería superar una media de 6.000 al mes para cumplir con el objetivo.
Alemania, Austria, Eslovenia, Suecia y Noruega reintrodujeron controles temporales en sus fronteras, una posibilidad excepcional prevista en el Código de fronteras Schengen, pero igualmente sensible, mientras que otros como Hungría optaron por medidas más drásticas como el refuerzo de las vallas fronterizas en sus límites con Serbia y Croacia.
Ante la evidente fractura entre socios comunitarios y el riesgo de que se quebrase un pilar tan fundamental del proceso de integración comunitaria como la libre circulación de Schengen, la UE decidió completar su respuesta más inmediata con un proceso más a largo plazo.
Negoció planes con África y Turquía para organizar mejor los flujos migratorios hacia Europa y contener la llegada masiva de personas, a cambio de poco más de 1.800 millones de euros y 3.000 millones, respectivamente.
El bloque comunitario comenzó asimismo a dar pasos para reforzar los controles en sus fronteras exteriores y hacer más efectivos los procesos de repatriación a su país de origen de los inmigrantes irregulares sin derecho asilo.
Volvió el terror
Los atentados del 13-N en París, que dejaron 130 muertos y 350 heridos, añadieron una presión adicional a la supervivencia de Schengen. Estos se sumaron a los 19 muertos, que dejó el atentado apenas empezando el año al semanario satírico Charlie Hebdo, hecho que generó una reacción internacional en contra de este.
La oleada de ataques, reivindicados tanto por Al Qaeda como por el autodenominado Estado Islámico (EI) y por ISIS dio pie a algunos políticos a aprovechar el hecho de que uno de los terroristas utilizase un pasaporte sirio falso para lanzar sus proclamas contra la llegada de refugiados a Europa.
Por otro, quedó claro que el sistema de intercambio de información de Schengen no funciona como debería y que la falta de cooperación entre los servicios de inteligencia nacionales de los Veintiocho se está convirtiendo en un problema para hacer frente a esta nueva forma de terrorismo integrista.
Varios terroristas que se suicidaron en París, así como Salah Abdeslam, en busca y captura por su supuesta vinculación con los ataques, eran viejos conocidos de Bélgica, que ha sido duramente criticada por su falta de eficacia y cooperación con las autoridades francesas tras los ataques.
El comisario europeo de Interior, Dimitris Avramopoulos, propuso acabar con esta situación con la creación de una agencia europea de inteligencia, al estilo de la CIA en EEUU, una idea que ha respaldado el primer ministro de Bélgica, Charles Michel, pero a la que se han mostrado reticentes países como Alemania.
Por el momento, los países de la UE solo se han comprometido a trabajar para mejorar el intercambio de información y a reforzar los controles en las fronteras exteriores de Schengen, también a los ciudadanos comunitarios, a los que se podrán someter a chequeos adicionales de su identidad, una medida que por el momento no tiene carácter obligatorio.
La CE ha aceptado, aunque sin fecha concreta, presentar una revisión del código de fronteras Schengen para permitir las comprobaciones sistemáticas de ciudadanos de la UE, incluidas inspecciones de la información biométrica y cotejo con las bases de datos pertinentes para determinar si el pasaporte que portan es robado o pertenece a un sospechosos de haberse radicalizado.
En el aire queda si esta revisión será suficiente para evitar que el área Schengen acabe de resquebrajarse.
¿Y la economía?
La crisis griega, que volvió a despertar el temor a una ruptura de la eurozona, ha marcado un año tenso para las 19 economías del área de la moneda común, que, a sabiendas de que deben perfeccionar un proyecto imperfecto para evitar más sacudidas, avanzan solo lentamente hacia este objetivo.
Las tensas negociaciones con Grecia marcaron ocho largo meses del 2015. La incomprensión por la postura del otro en ambos campos negociadores amenazó con dejar fuera del euro a un país que, con el líder del izquierdista Syriza, Alexis Tsipras, a la cabeza no quiso someterse a las reglas de los demás, y una eurozona que no quiso o no pudo políticamente aflojar sus exigencias.
No es la primera vez que la palabra "Grexit" aparecía: ya flotaba en el aire a finales de 2011 ante el anuncio de un referéndum sobre el segundo rescate por parte de Yorgos Papandréu, y a mediados de 2012 con unas elecciones griegas que se convirtieron en un plebiscito sobre el futuro de Grecia en el euro.
Pero aquella vez todos los políticos negaron que existiera un plan "B", a diferencia de lo ocurrido ya en 2015, cuando los ministros hablaron ya abiertamente y en documentos germanos, de planes de contingencia.
El único elemento tranquilizador esgrimido por quienes no veían una tragedia en una hipotética salida de Grecia del euro era el de que durante todos estos años la eurozona había establecido cortafuegos y mecanismos para prevenir los contagios y salvaguardar el área de la moneda única de nuevas catástrofes.
La respuesta de la Unión Bancaria es vista como la gran receta contra futuras sacudidas, pero aún no está completada y algunos países, como Alemania, han puesto el freno este año a un proyecto que la Comisión Europea (CE) y otros quieren impulsar con urgencia.
Berlín considera que antes de compartir los riesgos en nuevas iniciativas como un sistema europeo de garantía de depósito, hay que reducir los mismos y plantear con cuidado cómo y en qué avanzar
El primer pilar de la Unión Bancaria ya está en marcha, el mecanismo único de supervisión, el segundo se hará efectivo el 1 de enero próximo con el mecanismo único de resolución, y el tercer pilar, el sistema europeo de garantía de depósitos, ha sido propuesto en la recta final del año por la CE.
Eso sí, ante las reticencias de algunos países como Alemania, se hará por fases y solo gradualmente.
En 2015 la CE ya ha propuesto un sistema de autoridades de competitividad de la eurozona, un Consejo Fiscal Europeo consultivo, el sistema europeo de garantía de depósito y la reactivación de las titulizaciones en la Unión de Mercados de Capitales.
Así, y con el fantasma de un "Grexit" aún en la memoria, en el 2016, los países tendrán que decidir si quieren avanzar en la primera fase que se inició en julio y durará hasta el 30 de junio de 2017.
FOTO|Efe|LA PATRIA Fotografía tomada desde el lado macedonio de la frontera que muestra a un grupo policías griegos en un campamento cerca de Idomeni, en Grecia, el pasado 9 de diciembre.
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