LUIS MIGUEL PASCUAL
EFE | LA PATRIA | PARÍS
El centro de Niza hervía en la mañana más triste de la ciudad mediterránea francesa, horas después de la masacre que ensangrentó su paseo más famoso y de que se vivieran sus horas más trágicas.
La vida volvía a apoderarse de la ciudad porque, como aseguró la dependienta Annie Piveteau: "Si dejamos de vivir es que nos han ganado", comentó, mientras escuchaba la radio tras el mostrador de su tienda de souvenirs, a apenas unos pasos donde la policía científica francesa investigaba, al abrigo de las miradas de los curiosos, los restos del atentado que la noche del jueves se cobró la vida de al menos 84 personas.
"Toda mi familia está bien, pero una prima mía estaba en el paseo de los Ingleses anoche con su hijo. No quiere salir de casa", afirmó antes de que un llanto apagara su voz.
La mañana, dijo, está siendo normal en cuanto a las ventas. "La clientela es sobre todo de turistas extranjeros, que parece que no se han enterado mucho de lo que pasó. Acaban de irse dos estadounidenses. Supongo que están acostumbrados a este tipo de cosas desde el 11-S", indicó.
Su teléfono no paraba de recibir mensajes. "Todo el mundo está preocupado por nosotros. Afortunadamente mi hijo de 9 años pasa unos días con sus abuelos. Si no, es seguro que hubiéramos salido a ver los fuegos artificiales", relató.
Su compañera Jessica no ha tenido fuerzas para acudir al trabajo. Era ella quien tenía abierta la tienda Eddy la noche del jueves, cuando un camión se lanzó por un paseo abarrotado de gente y provocó la masacre que de nuevo mantiene en vilo a Francia, ocho meses después de los atentados que costaron la vida a 130 personas en París y Saint Denis.
"La tienda se llenó de gente, fue una invasión, según me ha contado", aseguró Annie.
Otro testimonio
A su lado, el café Le Mediterranée también fue invadido. "Subieron al piso de arriba. Había familias con hijos, no querían salir. Estaban asustados. Incluso había un policía que se negaba a bajar", narró Jackie Chibois, que lo administra desde hace 45 años.
"No tenía miedo. Viví la independencia de Argelia, estoy acostumbrada a estas cosas", agregó mientras servía cafés en un ambiente silencioso.
Muchos cliente habituales no han venido, pero los turistas siguen pasando. "Imagino que tras la locura, la gente prefiere no acercarse al centro", señaló.
Ella no abandonó el mostrador de su bar. "Era una locura, la gente corriendo por las calles. Yo no soporto las avalanchas, me quedé dentro", sostuvo.
Lejos del paseo marítimo, la ciudad vivía ayer una calma sorprendente. Los turistas mantenían el ritmo habitual y la ciudad hervía, como siempre en julio, sobre todo en unas fechas tan señaladas como estas en las que la Fiesta Nacional ha dejado un puente soleado.
Niza, siempre volcada en su paseo de los Ingleses, orgullo de la ciudad, parecía haber dado la espalda a su playa. Las fuerzas del orden acordonaron la zona, oculta tras una lona blanca.
Pierre, voceador en una calle del interior, comentó: "El 'Nice Matin' se ha agotado", señaló un cartel en el que aparece la portada del principal diario de la ciudad con el titular "Masacre en Niza" sobre una foto en la que los cadáveres se extienden por el suelo.
Ayer en la mañana, las terrazas se llenaban de gente. La vida inundaba la ciudad que retiene las lágrimas.
El verdugo
El autor de la matanza de Niza es un tunecino, de 31 años, que ha sido identificado como Mohamed Lahouaiej Bouhlel y que trabajaba como repartidor en esa localidad del sur francés.
La policía francesa pudo identificarle por sus huellas dactilares. El atacante tenía solo nacionalidad tunecina y un permiso de residencia para habitar en Francia.
El presunto terrorista tenía antecedentes policiales por actos de violencia y violencia de género, aunque no estaba en el radar de los servicios antiterroristas.
El hombre se hallaba en trámites de divorcio y tenía problemas con su familia en Túnez, originaria de Susa, donde hace un año murieron 38 turistas en un atentado en las playas de dos hoteles. Su padre aseguró que tenía una enfermedad psiquiátrica, era inestable y a veces violento.
"Pasó períodos difíciles. Le llevé a un psiquiatra, tomó los medicamentos y dijo que tenía una enfermedad grave", agregó que desde que se mudó a Francia estaba poco en contacto con ellos y no les había visto en cuatro años.
La última vez que les llamó, la semana pasada, fue con motivo del final del ramadán.
Los vecinos aseguraron que el hombre había comenzado el ramadán, pero no lo había terminado, que era una persona a la que le gustaba salir a bailar y las mujeres, y que hace solo 15 días había sido colocado bajo control judicial por una infracción de tránsito, presuntamente por haberse quedado dormido al volante.
También señalaron que tenía permiso de conducir vehículos pesados desde hacía poco y que sufría dificultades financieras.
El hombre tenía en su poder un arma corta de calibre 7.65 que utilizó antes de ser abatido por la policía, además de varias armas largas y una granada de mano, que resultaron ser falsas.
En el camión que usó para el ataque, que había sido alquilado hace unos días en la región de Niza, también se descubrió una tarjeta de crédito y un móvil que podrían servir para avanzar en la investigación.
Un total de 10 niños y adolescentes murieron por el atentado en Niza, que acabó con la vida de un total de 84 personas, además causó 200 heridos, entre ellos 52 que siguen en estado crítico, de los que 25 están en reanimación.
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