
Mario Villar
EFE | LA PATRIA | Naciones Unidas
El genocidio de Ruanda sigue pesando 20 años después sobre la conciencia de la ONU, que ha admitido repetidamente su fracaso en la gestión de la tragedia y que ha basado en esa traumática experiencia gran parte de sus políticas posteriores.
Las 800.000 víctimas que dejó la masacre están consideradas de forma casi unánime como de las grandes manchas en la historia de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional.
"Por desgracia, la ONU tiene un gran historial de fracasos en lo que respecta a prevenir matanzas y genocidios, desde Camboya en los años 70 a hoy en Sri Lanka o Siria. Pero Ruanda tiene un lugar especial ahí (...). Es probablemente el mayor y más histórico fracaso", asegura a Efe el director ejecutivo del Centro Global para la Responsabilidad de Proteger (CGRP), Simon Adams.
Además de por las dimensiones de la matanza, el recuerdo de Ruanda duele especialmente porque está aceptado de forma generalizada que la tragedia se pudo evitar.
Pasos
Meses antes de que el conflicto estallase el 6 de abril de 1994, con el asesinato del presidente ruandés Juvenal Habyarimana, la ONU tenía ya avisos claros de la explosiva situación que se estaba gestando.
En enero de 1994, el entonces comandante de la misión de la ONU en el país, el general canadiense Romeo Dallaire, remitió un fax a los principales responsables de las Naciones Unidas tras descubrir que extremistas hutus estaban distribuyendo armas y organizando el exterminio de tutsis y hutus moderados.
Dallaire proponía utilizar el contingente de más de 2.000 "cascos azules" desplegados sobre el terreno para frenar el reparto de armas y prevenir las matanzas.
La respuesta desde la sede de la ONU fue clara: la misión debía mantenerse al margen y limitarse a cumplir su mandato.
"Hubo una total indiferencia y falta de voluntad política ante el genocidio", recuerda Adams, que trabajó en Ruanda tras la tragedia.
Solo tres meses después de la alerta de Dallaire, la violencia se desataba cuando el avión del presidente Habyarimana era derribado.
Al día siguiente, 10 "cascos azules" belgas que protegían a la primera ministra Agathe Uwilingiyimana fueron asesinados junto con la dirigente, lo que llevó a Bruselas a ordenar la retirada de su contingente.
La matanza que siguió terminaría con la vida de entre medio y un millón de personas en poco más de tres meses, muchas de ellas asesinadas a machetazos por milicias y otros civiles.
Todo ello, ante la inacción de la ONU, que tras el inicio de la violencia optó por evacuar prácticamente a toda la misión, dejando a poco más de dos centenares de efectivos.
El Consejo de Seguridad tardó luego más de un mes en reconocer que había un genocidio en marcha y en aprobar el envío de 5.500 soldados, cuya llegada aún se retrasó hasta bien entrado el verano, cuando Francia ya había enviado sus propias fuerzas y cuando la guerrilla opositora del Frente Patriótico Ruandés (FPR) había tomado el control del país y puesto final al genocidio.
En los años posteriores, el "mea culpa" fue entonado por muchos de los responsables de la ONU, entre ellos el que era entonces responsable de las Operaciones de Paz, Kofi Annan, que posteriormente ocupó la secretaría general de las Naciones Unidas.
Dos décadas
Hoy, dos décadas después, las Naciones Unidas siguen teniendo en mente lo ocurrido en Ruanda en otras crisis como las de Sudán del Sur, donde la ONU se ha encargado repetidamente de llamar al compromiso de la comunidad internacional y donde los "cascos azules" han abierto sus campamentos para acoger a civiles que huyen de la violencia.
"Hace 20 años, estos pasos habrían sido impensables", aseguró esta semana el secretario general, Ban Ki-moon, quien aseguró que esas políticas son "una lección de Ruanda aplicada a la realidad".
El genocidio ruandés, unido a la matanza de Srebrenica un año después, llevó además a la ONU a iniciar un gran debate sobre su papel ante ese tipo de tragedias.
Finalmente, en el 2005, la comunidad internacional adoptó el principio de la "responsabilidad de proteger", en virtud de la cual ha intervenido para frenar varios conflictos en los últimos años.
Sin embargo, situaciones como la que se dan actualmente en la República Centroafricana, en Sudán del Sur o la impotencia ante la guerra siria obligan a la ONU a volver la vista atrás para tratar de no repetir errores.
"Hay demasiados casos en el mundo donde vemos un fracaso a la hora de proteger a civiles", asegura a Efe el director del Centro Global para la Responsabilidad de Proteger, una institución con sede en Nueva York, puesta en marcha con el apoyo de importantes figuras internacionales para promover la aplicación de ese principio.
"Me gustaría pensar que no sería posible que en el 2014 pudiésemos ver algo de la escala de Ruanda", añade Adams.
En datos
*800.000 personas fueron asesinadas.
*En 1994, entre abril y julio, ocurrieron los hechos.
*6 de abril de 1994, cuando comenzó el genocidio.
*Ruanda, con ocho millones de habitantes, se convirtió en una inmensa fosa común ante la pasividad del mundo.
*Las matanzas continuaron hasta principios de julio, cuando más de un millón y medio de ruandeses, sobre todo hutus, huyeron a Zaire (actual República Democrática del Congo), Tanzania y Burundi.
*En 48 horas, las ciudades fronterizas zaireñas de Goma y Bukavu vieron llegar a 1,2 millones de refugiados ruandeses, que vivían en miserables condiciones, lo que pronto causó que se registrasen brotes de cólera, disentería, meningitis y otras enfermedades.
*El 8 de noviembre de 1994, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) encargado de investigar el genocidio
*El 2 de septiembre de 1998, el TPIR declaró culpable de "genocidio" al exalcalde Jean Paul Akayesu, en la primera sentencia de este tipo en la historia de la Humanidad.
*55.000, los detenidos y procesados hasta entonces.
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