Gemma Casadevall
EFE | LA PATRIA | Berlín
El Gobierno de Angela Merkel celebró ayer su última reunión antes de las elecciones generales del domingo, una sesión con aires de despedida por la debilidad de los socios liberales, que entraron en el Ejecutivo con un 14,6 % de los votos y a los que ahora los sondeos sitúan en la cuerda floja del 5%.
"¿Despedida? No, no hubo despedidas. Fue una reunión de trabajo, como las anteriores", zanjó el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert, en el turno regular tras el Consejo, a una pregunta sobre los presuntos adioses de la canciller a algunos miembros del Ejecutivo.
Ni despedidas, ni chistes, ni ausencias -fuera de la del titular de Finanzas, Wolfgang Schäuble, quien cumplía ayer 71 años-, insistió Seibert, ante las recurrentes preguntas sobre los cuatro ministerios del Partido Liberal (FDP): Exteriores, Economía, Justicia y Sanidad.
Siguen trabajando
"No es tiempo de balances", añadió Seibert, amparado en que el Ejecutivo sigue con su trabajo más allá de los comicios del domingo, hasta que tome el relevo el equipo siguiente, sea de la misma constelación o con cualquier otro formato.
El único balance que emitió Seibert fue estadístico: 491 leyes aprobadas y 158 consejos de ministros, de ellos 144 presididos por Merkel y el resto por uno de sus vicecancilleres -el titular de Exteriores, Guido Westerwelle, o del de Economía, Philipp Rosler, ambos liberales.
Ha sido un equipo repetidamente definido como el más "integrador" de la historia alemana: una canciller crecida en el Este, un titular de Exteriores homosexual, el de Finanzas en silla de ruedas y el de Economía nacido en Vietnam, adoptado de niño por una pareja alemana.
No hubo despedidas ni chistes, a decir de Seibert, sino que se trabajó y se aprobó la introducción de un salario mínimo para dos sectores -limpieza de edificios y picapedreros- con lo que asciende ya a 12 el número de ramas profesionales donde existe esa fórmula.
La implantación de un salario mínimo interprofesional es de los caballos de batalla de la oposición, que reivindica su necesidad ante la creciente precariedad del mercado laboral alemán.
Merkel lo ha rechazado hasta ahora, en parte por el no cerrado de los liberales, uno de los múltiples disensos en una coalición que ya en su arranque demostró iba a ser menos armoniosa de lo que cabía suponer, siendo teóricos socios naturales.
El FDP se convirtió en aliado de Merkel tras lograr en 2009 el mejor resultado de su historia en unas generales, lo que posibilitó a la canciller liberarse de los socialdemócratas con los que gobernó en su primera legislatura.
La clave del éxito electoral se atribuyó a Westerwelle, por entonces dinámico líder del FDP. Pero ya en las negociaciones de coalición se vio que no todo iba a ser armonía en ese gobierno.
El tira y afloja entre las filas de Merkel y los liberales, hasta firmar el pacto de coalición, fue más intenso que el sostenido cuatro años atrás entre la misma canciller y los socialdemócratas.
El arranque de la alianza estuvo marcada por disensos -en materia fiscal, principalmente- mientras caían los porcentajes del FDP, uno tras otros, en sucesivos comicios regionales.
Westerwelle pasó de ser considerado artífice del auge liberal a responsable de la crisis de electorado y fue sustituido como líder de la formación y como vicecanciller por Rösler.
El relevo no ayudó a recuperar terreno a un partido histórico que formó parte de 17 de los 22 gobiernos federales alemanes, principalmente bajo liderazgo conservador, pero también con los socialdemócratas Willy Brandt y Helmut Schmidt.
Malherido
Las elecciones bávaras del domingo pasado dejaron al FDP malherido, por quedar sin escaños a una semana de los comicios generales.
El FDP ha activado la llamada "campaña por el segundo voto", destinado a captar el apoyo "prestado" a las listas del partido del electorado conservador.
Merkel, que en la legislatura lidió con los disensos internos, no está dispuesta a regalar votos, apunta en cada uno de sus mítines de fin de campaña.
Mientras, el aspirante socialdemócrata, Peer Steinbrück, pelea por un difícil gobierno de centroizquierda consciente de que su partido puede verse abocado de nuevo a una gran coalición.
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