Jèssica Martorell y Jesús Centeno
Efe | LA PATRIA | Pekín
China advirtió de graves consecuencias tras la detención de una de los suyos, la ejecutiva de Huawei, y cumplió sus amenazas al poner en marcha un juego de rehenes en el que Canadá se convirtió en el blanco fácil de Pekín.
La diplomacia china atraviesa tiempos convulsos tras meses en los que ha tratado de potenciar sus alianzas en medio de las fricciones comerciales y las críticas de Washington por la transferencia forzada de tecnología y el robo de propiedad intelectual.
"Washington ha establecido las normas de gobernanza internacional, pero ahora nosotros proporcionamos soluciones chinas", aseguró en un encuentro el experto en Relaciones Internacionales de la Universidad del Pueblo Jin Canrong.
Aunque al gigante asiático siempre se le han reconocido sus esfuerzos con el arma del 'poder blando', la detención de Meng Wanzhou, hija del fundador de Huawei, en suelo canadiense a petición de las autoridades estadounidenses desencadenó una dura ofensiva por Pekín para lograr su liberación.
Pekín asegura haberse visto obligado a actuar y marcar líneas rojas a EE.UU. ante lo que considera un arresto fuera de la ley y una posible medida de presión ante las tensas negociaciones comerciales que se avecinan para los próximos meses, mientras que la versión oficial es que Xi Jinping y Donald Trump enterraron su hacha de guerra temporalmente.
Sin atreverse a atacar directamente a Washington, Pekín optó por detener a dos ciudadanos canadienses por su presunta implicación en actividades que ponen en peligro la seguridad nacional del país asiático.
Las represalias contra Canadá tienen un doble filo, pues aunque China quiere proteger a sus élites, no quiere asustar a los países más avanzados en un momento en el que busca ampliar y mejorar sus relaciones con el exterior, según consideró al The South China Morning Post el director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad del Pueblo, Shi Yinhong.
Las tensiones no sólo alcanzan el ámbito comercial sino que también llegan a la delicada situación en Taiwán y las disputas territoriales en el Mar de China Meridional, formando un polvorín que podría estallar en cualquier momento.
El papel protagonista que juega ahora China internacionalmente nunca se entendería sin la figura de EE.UU., ya que el establecimiento de las relaciones diplomáticas chino-estadounidenses en 1979 marcó un punto de inflexión para la imagen exterior de Pekín hasta convertirse en un actor primordial en el tablero geoestratégico internacional.
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