EFE| LA PATRIA
El mandatario de EE.UU., Barack Obama, su esposa, Michelle, y el matrimonio formado por Bill y Hillary Clinton homenajearon ayer al presidente John F. Kennedy con una visita a su tumba en el cementerio de Arlington, antes de cumplirse 50 años de su asesinato en Dallas (Texas), en 1963.
Los Obama y los Clinton, acompañados de algunos miembros del clan Kennedy, depositaron una corona de flores en la tumba en el cementerio de Arlington, a las afueras de Washington y donde están enterrados los cuerpos de más de 300.000 soldados estadounidenses fallecidos en combate.
El 50 aniversario del asesinato de Kennedy, ocurrido el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, se cumple hoy.
Obama no viajará a Dallas hoy, día en el que se prevé que doblen las campanas de la ciudad y después, pasado el mediodía, se haga el silencio en la Plaza Dealey, el lugar donde Kennedy fue asesinado por los disparos de Lee Harvey Oswald, según las conclusiones de la comisión oficial que investigó el crimen.
La Casa Blanca escogió el día para homenajear a Kennedy en coincidencia con la ceremonia de concesión de las Medallas de la Libertad, el máximo honor civil que otorga el Gobierno de EE.UU.
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Fue Kennedy precisamente el que estableció, también hace 50 años, la concesión de las medallas, otorgadas en todo este tiempo a más de 500 personas por su "excelencia" en muy diversos campos.
"Este año es un poco más especial porque marca el 50 aniversario desde que el presidente Kennedy estableció este premio", recordó Obama durante la ceremonia en la Casa Blanca.
Horas más tarde, durante una cena en honor de los galardonados de este año, Obama rindió un homenaje más extenso a Kennedy, que, dijo, "50 años más tarde, es recordado para la posteridad como era en vida: joven, y audaz, y osado".
"Él permanece en nuestra imaginación, no porque se lo llevaron demasiado pronto, sino porque encarnaba el carácter del pueblo al que sirvió", dijo Obama en un breve discurso en el Museo de Historia Americana de Washington.
Según el mandatario, Kennedy era "resuelto, resistente, valiente y amante de la diversión, desafiante a la hora de enfrentar tareas imposibles; pero sobre todo, decidido a hacer del mundo un lugar nuevo, sin quedarse nunca con los '¿qué habría pasado si...?'".
"Su idealismo, su sobrio idealismo, nos recuerda que el poder de cambiar este país es nuestro", agregó Obama.
Hoy, el presidente prevé reunirse en privado en la Casa Blanca con líderes y voluntarios de los Cuerpos de Paz, también creados por Kennedy y que han servido en más de 130 países en cuestiones relacionadas con salud pública y preservación medioambiental.
Durante su visita al cementerio de Arlington los Obama y los Clinton estuvieron acompañados por Ethel, la viuda del senador Robert Kennedy, hermano de John y quien fue asesinado en un hotel de Los Ángeles en 1968.
Obama y Bill Clinton ayudaron a Ethel, cada uno por un lado, a subir por las escaleras que llevan hasta la tumba.
También estaba presente Jack Schlossberg, uno de los tres hijos de Caroline Kennedy, la única hija viva del matrimonio entre John y Jackie Kennedy.
Caroline Kennedy fue de las grandes ausencias dado que se encuentra en Tokio, donde este martes entregó sus credenciales como nueva embajadora de EE.UU. en Japón al emperador Akihito.
En un día soleado pero frío en Washington todos los asistentes a la ceremonia lucían abrigos en tonos oscuros y Michelle Obama se decantó por uno en tonos granate, mientras que Hillary Clinton optó por una bufanda en verde brillante.
No hubo discursos. Obama saludó y charló con algunos de los miembros del clan Kennedy e incluso sostuvo a un bebé enfundado en un traje blanco, que enseguida se puso a llorar y al que la primera dama también tuvo en sus brazos.
En la tumba donde yace John Fitzgerald Kennedy están también su esposa Jackie, fallecida en 1994; una hija prematura de la pareja que nació muerta en 1956; y el bebé Patrick, que murió en 1963 dos días después de su nacimiento por problemas respiratorios.
Jackie Kennedy decidió que los restos de su marido fueran llevados a Arlington e, inspirándose en la tumba al soldado desconocido bajo el Arco de Triunfo de París, pidió que se colocara una llama que ardiera permanentemente.
El pasado 29 de octubre esa llama volvió a arder junto a la tumba de Kennedy tras haber sido trasladada meses antes a una ubicación temporal mientras se realizaban obras de mejora en el pebetero.
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