COLPRENSA | LA PATRIA | Ciudad del Vaticano
El 11 de febrero de 2013, el papa Benedicto XVI anunció ante los cardenales reunidos en la Sala Clementina que renunciaba a su pontificado, una decisión que conmocionó al mundo y que cambiaría la historia de la Iglesia.
Los purpurados estaban convocados a las 9:00 de la mañana para escuchar las comunicaciones del papa sobre tres causas de canonización, pero Benedicto XVI con voz débil y cargada de emoción pronunció 22 renglones en latín que cayeron como un rayo en el cielo, como dijo el decano de los cardenales, Angelo Sodano.
"Siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma", pronunció en latín Joseph Ratzinger dejando helados a los purpurados.
En la Plaza de San Pedro, romanos, turistas y curiosos expresaban su asombro por el gesto del pontífice, y muchos dejaban entrever su conmoción ante la seguramente sufrida decisión de Ratzinger.
Se suspendieron todas las actividades y el papa alemán quedó en espera de que su renuncia se hiciese efectiva el 28 de febrero, limando sólo los detalles junto al Vaticano de cómo se gestionaría la inédita situación que se había creado.
En la noche del día de la renuncia se desencadenó un fuerte temporal en Roma, la fotografía de Alessandro Di Meo de un rayo que caía sobre la cúpula del Vaticano -como en las palabras de Sodano- se convirtió en otro de los símbolos de una de las decisiones que marcaron la historia.
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