Jesús García Becerril
EFE | LA PATRIA | Madrid
El 2 de junio, Juan Carlos I sorprendía a todos con el anuncio de su abdicación, después de 38 años y medio de reinado, para dar paso a su hijo Felipe.
El monarca, de 76 años, cedía así la Corona a su hijo de 46, con el argumento de que quería abrir una "etapa de esperanza" que combinara la experiencia y el impulso de "una generación más joven, con nuevas energías", decidida a "emprender con determinación" las reformas que demanda la actual coyuntura.
La decisión de Juan Carlos I, no obstante, venía precedida de unos años duros para la Monarquía, en los que su figura, tradicionalmente respetada, empezó a ser criticada, al tiempo que su salud se debilitaba.
Felipe VI, que desde su infancia se ha preparado para ser rey, fue proclamado el 19 de junio y expresó su vocación de servicio y su deseo de tener "una conducta íntegra, honesta y transparente".
Este comentario puede leerse como una alusión al llamado "caso Nóos", por el que la Justicia investiga a la segunda hermana del rey, la infanta Cristina, y a su marido, Iñaki Urdangarin, por un caso de corrupción.
Un juez debe aún decidir si sienta en el banquillo a Cristina de Borbón por delitos fiscales, mientras que el ministerio público pide para Urdangarin 19 años de cárcel por corrupción, fraude fiscal y blanqueo.
El nuevo rey ha mejorado la imagen de la Monarquía respecto a los últimos tiempos de su padre y ha desplegado una intensa actividad en estos meses.
Por Cataluña
Un lugar al que ha acudido para participar en actos públicos ha sido Cataluña, donde varios partidos nacionalistas han llevado a cabo este año un intento de convocar una consulta para decidir acerca de la soberanía del territorio.
Por dos veces el Tribunal Constitucional paralizó ese intento de consulta, pese a lo cual los nacionalistas promovieron el 9 de noviembre un ejercicio de participación ciudadana por el que 2,3 millones de personas pusieron su voto en unas urnas sin valor legal.
La iniciativa la rechaza el Gobierno español, del PP (centroderecha) y por el primer partido de la oposición, el PSOE (socialista), por considerar que no tiene cabida en la Constitución.
La Carta Magna fue constantemente invocada por unos y otros en el 2014, el año que vio morir a uno de sus artífices, Adolfo Suárez, el hombre que manejó con destreza la transición a la democracia.
La misma transición y la misma Constitución que ahora son puestas en tela de juicio, ya sea por los nacionalistas catalanes o por Podemos, partido que irrumpió este año con la intención de acabar con el bipartidismo de PP y PSOE.
Con una estrategia basada en la crítica a los partidos tradicionales, que considera "casta", Podemos fue la sorpresa de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo, con casi el ocho por ciento de los votos.
Sin embargo, las encuestas de final de año le dan por encima del veinte por ciento en intención de voto, casi al mismo nivel que populares y socialistas, a los que quiere "barrer" del escenario político, según su líder, Pablo Iglesias.
Golpe catalán
Los nacionalistas catalanes vieron a su figura de referencia, el expresidente regional Jordi Pujol, admitir que tenía cuentas en el extranjero, mientras que el poder local se vio sacudido por varias operaciones contra tramas corruptas en ayuntamientos y comunidades autónomas, basadas en comisiones ilegales a cambio de contratos.
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