Neena Bhandari
IPS| LA PATRIA | SYDNEY
El fuego arrasa todo lo que está a su paso en Australia reduciendo a cenizas personas, vegetación y pintorescas localidades históricas y turísticas con una voracidad nunca antes vista. El grado de destrucción puede sintetizarse en una palabra: apocalíptico.
Los incendios forestales, habituales en las áreas boscosas, de matorrales y de pradera, comenzaron a principio de septiembre, cuando todavía faltaban unos meses para el inicio del verano austral, y con ellos se avivó el debate sobre la falta de medidas contra el cambio climático en este país.
El año pasado fue el más seco y caluroso de que se tenga registro, con temperaturas de 1,52 grados centígrados por encima del promedio.
Con temperaturas que llegaron a 50 grados, la tierra reseca, la poca humedad y los fuertes vientos avivaron los incendios que ya dejaron 24 personas muertas, entre ellas tres bomberos voluntarios, y arrasaron más de 6,3 millones de hectáreas. Miles de personas perdieron sus viviendas y el impacto sobre la vida silvestre ya es enorme.
La magnitud y la persistencia de los incendios es inimaginable, explicó Diana Plater, una escritora que se crío en Nueva Gales del Sur y ha visto unos cuantos incendios forestales. Hace dos años, se entrenó para ser bombera voluntaria y ayudar a su pequeña comunidad del valle de Foxground, a dos horas al sur de Sydney.
Ayuda
El Servicio para Incendios Rurales de Nueva Gales del Sur es el mayor de los servicios de emergencia de voluntarios con más de 70.000 hombres y mujeres, quienes han desempeñado un papel fundamental asistiendo a las comunidades afectadas.
“Es importante permanecer física y mentalmente fuerte y ser práctica, y eso se aprende siendo bombera. Es agotador, pero la camaradería y el humor que compartimos nos mantiene en pie”, relató Plater en diálogo con IPS.
Científicos y ambientalistas alertan sobre la mayor intensidad del recalentamiento global y sobre la duración de los incendios e inundaciones, lo que aumentó la presión sobre Australia para tome medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Un estudio reveló en 2019 que 61 por ciento de los australianos consultados dijeron que “el recalentamiento global es serio y es un problema acuciante” sobre el que “hay que tomar medidas ahora, aun si implica costos significativos”. Eso representa un aumento de 25 puntos porcentuales con respecto a 2012, según la consultora Lowy.
Este país se fijó la meta de reducir 26 por ciento las emisiones contaminantes para 2030, con respecto al volumen de 2005.
En la 25 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, realizada en Madrid en diciembre de 2019, de los momentos más delicados fue cuando Australia quiso utilizar una cuota vencida de créditos por reducción de emisiones, una medida contable para que los países midan la reducción histórica de emisiones que superaron los objetivos internacionales con respecto a su meta actual.
Este país también es el mayor exportador de carbón metalúrgico, al concentrar 17 por ciento de la producción mundial en 2018, y el segundo exportador de carbón térmico, con 210 millones de toneladas vendidas entre 2018 y 2019 por 26 millones de dólares australianos (unos 17,8 millones de dólares estadounidenses).
Organizaciones ambientalistas sostienen que es posible lograr una economía con bajas emisiones de carbono en Australia, pues este país tienen un gran potencial para desarrollar energía solar y eólica.
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