Ed Holt
IPS | LA PATRIA | Bratislava
“Nunca, jamás, creí que algo así pudiera suceder, ni por un segundo”, dice Valia, una de los por lo menos tres millones de refugiados que han huido de Ucrania.
Hace apenas dos semanas, dice esta profesora de inglés, llevaba una vida normal en Kropyvnytskyi, en el centro de Ucrania, con su hijo de 13 años. Pero el 24 de febrero se despertó con la noticia de que Rusia había invadido su país.
Tras pasar una noche en el sótano de una escuela con decenas de personas que temían que su ciudad pudiera ser atacada, decidió ponerse a salvo con su hijo y emprendió un viaje de mil kilómetros para salir del país.
Valia pasó días viajando en «terribles condiciones», trenes peligrosamente abarrotados en los que la gente enfermaba. A veces era difícil respirar bien porque había demasiada gente hacinada en los vagones. Luego tomó autobuses hasta la frontera con Eslovaquia, en el suroeste ucraniano. Allí esperó cuatro horas en el frío antes de que lograran pasar la frontera y llegar hasta donde la esperaban sus amigos en la capital eslovaca, Bratislava.
“Mi viaje puede parecer malo, pero cuando lo pienso, me considero afortunada. Conozco a algunas personas que vinieron de Kharkiv, en el este de Ucrania, y tuvieron un viaje terrible. Algunos tardaron seis días”, cuenta a IPS.
La ONU ha descrito el éxodo ucraniano como la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
“La situación humanitaria en Ucrania es cada vez más grave y desesperada. Cientos de miles de personas carecen de alimentos, agua, calefacción, electricidad o atención médica”, explicó a IPS el portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja, Cristoph Hanger.
Los cientos de víctimas civiles, los daños en las infraestructuras, el bloqueo de las carreteras por las tropas rusas y los constantes bombardeos hacen que en algunos lugares no haya forma de hacer llegar a los residentes suministros humanitarios básicos.
Soñar con volver
Valia ahora trabaja como voluntaria en la principal estación de trenes de Bratislava ayudando a los miles de ucranianos que llegan cada día desde su país. “La gente está traumatizada, pero todo ocurrió tan rápido que muchos de ellos están en un estado de shock masivo. Todavía no pueden creer lo que ha sucedido”, dijo.
Añadió: “Algunos lo han perdido todo, y muchos se han quedado con poco dinero, ya que la moneda ucraniana que traían no se puede cambiar en muchos países, y como muchas personas vaciaron sus cuentas bancarias antes de salir, las tarjetas bancarias que llevan consigo son prácticamente inútiles”.
Ella le confía a IPS que no sabe cuánto tiempo se quedará en Eslovaquia, que su hijo quiere volver a Ucrania lo antes posible, pero admite que no tiene una idea clara de lo que les depara el futuro.
Sin embargo, Valia cree que algún día regresará a su país cuando vuelva la paz. «Hablo con otros ucranianos que dicen que nunca perdonarán a Rusia por lo que ha hecho. Pero no se lo reprocho al pueblo ruso. Todo el mundo tiene que unirse para evitar que ocurran cosas como esta», reflexionó.
Para esta refugiada, «el mundo tiene tantos otros problemas, como el cambio climático, la pobreza, las enfermedades, etc., que la gente debería dedicar su energía a eso y no a guerras como esta».
Adentro
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) informa de que hay hasta un millón de desplazados internos en el país debido al conflicto, y a medida que los combates continúen, se espera que esa cifra aumente, poniendo cada vez más presión sobre los recursos cada vez más escasos para atenderlos.
“Si los combates se acercan cada vez más a más pueblos y ciudades, especialmente en el oeste, el número de refugiados aumentará, y entonces habrá una presión aún mayor sobre los servicios, dentro de la propia Ucrania”, explicó Toby Fricker, jefe de Comunicaciones y Asociaciones del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
La salud, otra víctima
Personas que hablaron con IPS dijeron que, en algunos lugares, los servicios se centran cada vez más en la atención sanitaria de emergencia y en el tratamiento de los heridos de guerra, lo que limita la capacidad de tratamiento de las personas con enfermedades crónicas o potencialmente mortales.
Evgenia, que trabaja en el sector sanitario, consiguió escapar de su ciudad natal, Irpin, a las afueras de Kiev, pocos días antes de que el ejército ruso la bombardeara y acabara destruyéndola en gran parte.
Ahora se encuentra en Kiev, donde, según ella, muchos servicios sanitarios siguen funcionando con relativa normalidad. Sin embargo, en algunas partes del país, la única asistencia sanitaria es la de emergencia.
Datos de Acnur
Acnur ha pronosticado que hasta cuatro millones de personas se verán obligadas a abandonar Ucrania por la guerra. Dado que los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años han recibido la orden de no abandonar el país para defenderlo en caso de necesidad, la inmensa mayoría de los refugiados son mujeres y niños.
Organizaciones humanitarias han advertido que las mujeres refugiadas se enfrentan a un mayor riesgo de explotación y violencia de género, mientras que la separación brusca de sus parejas y padres, hijos y otros familiares varones también puede ser traumática para las mujeres y, sobre todo, para los niños.
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