LA PATRIA | MANIZALES
Las familias Claver Gonzalez y Ospina Ramírez, sin conocerse comparten hechos que marcaron sus vidas, entre ellos, que son campesinos arraigados en Pensilvania, que los grupos armados un día los obligaron a abandonar sus tierras y la persistencia de las mujeres para volver.
Entre el desplazamiento y el retorno sufrieron el rigor de vivir en zonas urbanas hasta que conocieron los mecanismos judiciales para regresar y recibir indemnizaciones como víctimas del conflicto (ver recuadro Balance de restitución).
Pedro Claver Jiménez y María Nubia González, con 38 años de casados y dos hijas, son dueños de la finca Alto Bonito. Se ubica en la vereda La Soledad, del corregimiento de Bolivia. Desde allí se divisa el cañón del río Guarinó.
“Esta zona era muy sana, pero de un momento a otro empezaron a aparecer bandas de delincuencia común, a atracar los carros, incluso mataron a varias personas por robarles. En fin, la zona se estaba volviendo delicada”, relató Pedro. Los problemas de orden público se empezaron a notar cerca del año 2000.
Para ese entonces la guerrilla pasaba cada cierto tiempo y extorsionaba a las personas. Luego se conoció que había paramilitares en la zona.
Llegaron los paras
Una noche Pedro notó algo extraño. Ruidos afuera de la casa. Se asomó y oyó a personas en el cafetal. No había amanecido cuando tocaron la puerta dos hombres armados con fusiles.
Se presentaron como autodefensas, llamados a la zona, “pero nadie supo quién los llamó”. Comenzaron a asesinar gente, al parecer, autores de los atracos. Tomaron como base de operación la finca Alto Bonito. Por mucho tiempo Nubia se vio forzada a prepararles alimentos.
Las tensiones crecían cada día. Los paras agotaban no solo los comestibles de la familia, sino los elementos de aseo personal. Nubia se estremece al recordar que escuchaba los relatos sobre cómo aquel grupo asesinaban a la gente.
Pasado un tiempo los paras se retiraron y se vio la presencia del Ejército, pero no era permanente. Pedro aclara que el miedo a la guerrilla era enorme, pues corrió el rumor de que tenían una lista de los colaboradores de los paramilitares.
Una de las dos hijas laboraba en Pereira. Los convenció de retirarse por seguridad. Llegó el momento en que no aguantaron más y “de la noche a la mañana”, como afirma Nubia, abandonaron el predio.
Se enfrentaron entonces a la vida en la ciudad. Primero vivieron por un tiempo corto en Manizales. Después se fueron para Pereira. Allí Nubia le cuidaba la niña a una psicóloga y Pedro laboraba en un aserradero.
Nubia González y Pedro Claver retornaron antes de la decisión judicial. El avance en sus proyectos es significativo.
Víctimas
En el 2014 Nubia fue reconocida como desplazada ante la Unidad de Víctimas, en Pereira. Luego acudió a la Unidad de Restitución de Tierras (URT), en la misma ciudad, donde le asignaron un abogado que la asesoró en el trámite de la demanda ante un juzgado.
Finalmente se profirió la decisión judicial. El juez ordenó que se les restituyera lo perdido. Se les reconoció el derecho a los recursos necesarios para trabajar la tierra. Recuperaron las herramientas perdidas y otros beneficios. También tendrán una vivienda nueva y cuentan con acompañamiento técnico.
Lo que siga después será lo que sueñen los esposos. Nubia, quien luchó por varios años para obtener la decisión judicial, se proyecta para siempre en su finca. Pedro presiente que con los años podría no tener las fuerzas para mantener el predio con altos niveles de producción.
“Desocupen”
Rubiela Ramírez Salazar y Samuel Ospina Henao, habitantes de la vereda La Miel, dueños del predio La Aurora, recuerdan que todo pasó en una sola noche. De este hecho solo se escapó la hija que vivía en Bogotá.
“Llegaron unos hombres con uniforme. Se nos metieron como a las 12:00 de la noche y nos dijeron que teníamos que desocupar”, así comienza el relato Rubiela y Samuel la complementa: “En ese tiempo había paras y guerrilla”.
Ella continúa y se lleva las manos al rostro con la voz entrecortada: “Nos dijeron que al otro día ya no nos podían encontrar y que se iban a llevar a nuestros dos hijos. Entonces yo me puse a llorar y al otro día me madrugué”.
El destino de la familia fue Buga. Durante los siguientes siete años Samuel sobrevivió de la venta de minutos a celular. Todo el tiempo permanecía sentado en un mismo lugar. Al parecer, por eso adquirió una enfermedad degenerativa que lo limitó para caminar bien.
Rubiela tiene claro que fue persistente desde que le dijeron que en Buga podía tramitar los beneficios de la restitución de tierras. Samuel era incrédulo con el proceso, pero al recordar que hubo una sentencia judicial que los favoreció, y que hoy disfrutan de nuevo de su propiedad, dice: “Ella lo logró”.
Miembros de la familia Ospina Ramírez beneficiados con la restitución. Los esposos Samuel y Rubiela. Sandra, la hija. Juan, Sara y Jhon, los nietos.
Balance de restitución
Sandra Paola Niño, directora de Restitución de Tierras para el Eje Cafetero y Valle del Cauca, señaló que en la zona a su cargo se han presentado unas 500 demandas ante jueces especializados, creados por la Ley 1448.
A través de decisiones judiciales se han restituido tres mil 769 hectáreas de forma individual y cinco mil 264 hectáreas del capítulo denominado ruta étnica (indígenas, comunidades negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales). Se complementa con los 58 proyectos productivos por $1.752 millones.
Pollos y porcinos, proyectos productivos de la familia Ospina Ramírez.
En Caldas
*2.376 solicitudes se han presentado de Caldas ante el Registro de Tierras Despojadas y Abandonadas Forzosamente (RTDAF).
*297 demandas ante los jueces especializados que responden a 500 solicitudes.
*225 sentencias de restitución de tierras, en 13 municipios.
*3.796 hectáreas restituidas.
*664 personas beneficiadas individualmente
*11 mil 517 beneficiados de grupos étnicos.
El predio La Aurora.
Finca Alto Bonito.
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