
LA PATRIA | MANIZALES
“Le causaron más lesiones de las necesarias para acabar con su existencia. Tanto así, que lo decapitaron”, rezó el informe de necropsia de Medicina Legal sobre la muerte de Brayan Estiven Guzmán Ortiz, de 28 años, asesinado el 26 de mayo pasado en la vereda Cantadelicia, de Neira. Este crimen generó estupor, no solo por la forma en que se dio el asesinato, sino porque los delincuentes desaparecieron la cabeza del occiso.

Jhon Ánderson López Cortés, alias Ánderson, y Diego Armado Gómez Correa, alias Morocho, ambos de 21 años, son responsables de ese hecho, tal y como lo aceptaron el jueves en audiencia de verificación de preacuerdo, ante el Juzgado Séptimo Penal del Circuito de Manizales.


Pasaron de homicidio agravado (sevicia e indefensión de la víctima) a homicidio simple. La pena pactada es de 17 años y cuatro meses, sin ningún beneficio. La jueza lo avaló y el 16 de diciembre leerá la sentencia.
Todas las partes, incluyendo a la esposa del fallecido, estuvieron de acuerdo con lo pactado, especialmente porque se cumplió el deseo de la señora de que haya justicia y de que le entregaran la cabeza de su pareja.
Según el relato de la Fiscalía, Ánderson y Morocho usaron arma cortopunzante para matar a Brayan Estiven. Le causaron múltiples heridas que denotaron que hubo una riña y/o forcejeo. Le causaron lesiones profundas en diferentes partes del cuerpo, con exposición ósea, y lo decapitaron. El caso lo asumió la Sijín de Neira.
El jueves, cuando se verificó que la aceptación de cargos era libre y espontánea, Ánderson manifestó: “Soy el autor intelectual, no sé por qué le dan la misma condena a Morocho”.
Luego Morocho afirmó: Mi pregunta señoría es por qué me meten todos esos años si Ánderson dice que él lo hizo”.
La jueza leyó de nuevo cómo fueron los hechos y, tras un receso para hablar con el abogado, Morocho confirmó que aceptaba los cargos.
El fiscal explicó que hay una tercera persona involucrada, que ayudó a desaparecer el cráneo. Esta pendiente de capturar.
No se explicó por qué cometieron el crimen. Sin embargo, la Policía siempre planteó que se trató de una disputa por el comercio de estupefacientes.
“Me sueño mucho con él, está pidiendo justicia y clemencia, que aparezca esa parte del cuerpo para poder descansar. Me conduce a un lugar lleno de flores. Bryan se dedicaba a la finca, era agricultor. Ese día estaba sin qué hacer y un vecino lo convidó a ver un trabajo detrás del cementerio y le ofreció laborar. Todo contento se fue a cavar unos huecos para un cerco, a las 8:40 de la mañana, pero nunca volvió. Me quedé esperándolo para desayunar”, contó la esposa, en días pasados.
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