FELIPE MOTOA FRANCO
El último en caer bajo el garrote fue Santiago Rengifo. Casi se salva, pero el dolor lo empujó a decir: "Ojalá les vaya bien mal, hijue@#¢", mientras Desquite y su cuadrilla se retiraban. Lo escucharon. Se devolvieron, lo metieron al cuarto de sacrificio y con el mismo garrote y los mismos machetes que habían fundido la vida de 38, lo agregaron a la lista mortal.
Fue el lunes 5 de agosto de 1963 en la vereda La Italia, municipio de Victoria. En una casa de madera y zinc, al borde de la trocha que servía de carretera. 24 de las víctimas eran de Manzanares y 5 de Victoria, trabajadores de la empresa de Obras Públicas de Caldas. Otros 10 provenían de Marquetalia, contra ellos iba dirigida la matanza; comerciaban e integraban el Partido Conservador.
Desquite, un bandolero del norte de Tolima, quería perpetrar un golpe al Gobierno, motivado por un afán de sangre que justificaba lo que fuera: dicen que los mató en venganza por el asesinato de un funcionario liberal en Marquetalia; dicen que los ultimó en respuesta a la presión que el Ejército le imponía a sus bandoleros; dicen que los masacró en represalia al pedido de ayuda que los comerciantes elevaron ante la Policía para que no los extorsionaran. Lo certero es que murieron 39.
Con palos y troncos extendidos en la vía, detuvieron el avance de los vehículos: una volqueta con los de Manzanares, tres automóviles y de último el bus escalera con los comerciantes que iban para Honda a guardar el dinero producido el fin de semana. Mujeres a una habitación y hombres a otra, ordenó el jefe asesino, quien vio morir a su padre de manera violenta cuando era pequeño. Había jurado vengarse.
En principio, a los varones les preguntaban en qué partido militaban, aunque una lista previa indicaba los objetivos primordiales. La operación inicia a eso de las 5:00 de la mañana y los garrotazos más o menos a las 7:30. Cuando los cadáveres llegaron a la veintena, los que siguieron ni siquiera tuvieron que responder a las preguntas. Estar allí los sentenciaba de antemano: 10... 20... 30... 39.
10 paisanos quedaron vivos. Un disparo, que se hizo para acabar con uno que intentó escapar, marcó la voz de retirada. Los matones temieron la llegada de los militares. Huyeron cuesta abajo, vadearon el río Guarinó y arropados con un manto de muerte en sus espaldas se perdieron por el norte del Tolima. El garrote afuera de la casa y 39 personas con su marca en la cabeza.
A las viudas les llegaban muertos ajenos
Medio siglo ha pasado y las 39 víctimas de la matanza en La Italia persisten en el recuerdo de parientes, paisanos y testigos del lamento que se vivió en el oriente de Caldas. José Quiceno era jornalero en una finca próxima al lugar. Corrió el informe de que algo había ocurrido: hacia la media mañana subió a la casa de José Ildorfo Buitrago, cuñado y propietario de la casa donde masacraron a la gente, para ser testigo de la huella del horror. En compañía de su pariente y vecinos les colaboró a las autoridades en el levantamiento de los cuerpos. A los 78 años asegura que nunca más vio algo tan macabro como ese día.
"Lo más doloroso fue que cuando venían con los 24 cadáveres en la volqueta, hacia Manzanares, esta se varó en Guacas (vereda). Fue muy doloroso tener que pasar los cuerpos a otra volqueta que llegó", recuerda Fabio Giraldo, quien vivía en el sector. "Por allá todo el mundo era muerto de miedo porque decían que Desquite estaba cerca, luego se supo que se fue para el Tolima después de lo que hizo".
El revuelo llegó con la noticia. "Estábamos en el patio con los estudiantes, haciendo un ensayo para conmemorar el 7 de agosto, cuando se presentó una señora muy apresurada, reclamando a su hijo, porque el papá era trabajador de Obras Públicas y era uno de los muertos en la matanza", recuerda Fabio Ramírez, docente retirado del colegio San Luis Gonzaga de Manzanares. "Licenciamos a todo los niños del colegio porque la mayoría de los muertos tenía hijos en la institución". La alcaldía, los negocios, el pueblo, todo se detuvo.
Testigos recuerdan que al llegar la volqueta y las víctimas, el llanto de apoderó de la gente. A algunas de las mujeres que debían reconocer a sus esposos muertos, les llevaron hasta sus casas cuerpos que no eran los de sus maridos. Offir Restrepo, quien hoy sobrepasa los 70 años, lo padeció. En algunos casos la equivocación se repitió dos y tres veces, en la confusión de la jornada. Sobre el atrio de la iglesia dispusieron 25 ataúdes, que llenaron la cuadra entera.
Javier Pineda estaba en Bogotá cuando le informaron. En la primera flota que encontró salió para Marquetalia: "Cuando llegué a las 8:00 de la noche, encontré un drama muy triste en mi casa. Había por lo menos 40 mendigos llorando porque habían matado al padre de los pobres. Mi papá daba 40 mercados semanales para la gente con hambre". Se llamaba Jesús Pineda, era comerciante, murió de 51 años; hoy su vástago tiene 71 y asegura que todos los días de su vida lo acompaña ese dolor.
"El señor Aristizábal, Misael Sepúlveda, Carlos Gómez, Gustavo Murillo, Jesús Pineda y Elías Zuluaga eran mis conocidos del pueblo, de los que mataron allá. En ese tiempo era una violencia muy berraca", atestigua Gilberto García, de 73 años, en Marquetalia.
Memoria y perdón
En Marquetalia y Manzanares son más los que recuerdan o saben de la masacre que los que no tienen idea. En Manizales pasa lo contrario: un sondeo a 25 personas, universitarios y no universitarios, entre 18 y 50 años de edad, arrojó que sólo 2 de ellas tienen alguna noción.
Lo anterior puede entenderse, según Vicente Arango, presidente del Centro de historia de Manizales, porque el oriente siempre ha estado aislado del resto de Caldas. Además, los recuentos bibliográficos del hecho están sobre todo en monografías de los municipios afectados y no en una historia integral del departamento, precisa.
Una cruz, una virgen y una placa en la vereda, en memoria de las víctimas, es lo que queda de los homenajes que se hicieron. También el barrio obrero de Marquetalia, construido en nombre de los muertos, aunque en general los habitantes lo desconocen. Los más entendidos en el asunto, aparte de los académicos, son los pobladores de La Italia, donde viejos, adultos y niños saben nombres, hechos y precisan fechas. El relato se ha compartido de generación en generación y voz a voz.
"Conozco la masacre por relato de mi papá y mis tíos. En esa casa cogían a los hombres y con un garrote les golpeaban la cabeza. Luego con machete les hacían un corte en la garganta y los tiraban donde hoy queda la huerta", reconstruye Esnéider Quiceno, hijo de José (testigo de los hechos) sin quitar la vista de donde ocurrió todo. "Pasó hace 50 años y mataron a cuarenta y tantas personas. Fue uno que se llamaba Desquite", informa Juan David Fernández, de 10 años.
Para Luis Felipe Castrillón, docente e investigador de la Universidad de Caldas, el olvido de los hechos y tragedias de una población puede y debe llegar, siempre y cuando se le haga suficiente historia a lo ocurrido, de lo contrario: "Las generaciones posteriores van a crecer con un vacío. En nuestro país la historia está mitologizada y el reto es investigarla para mostrar quiénes y porqué se cometieron las masacres. A partir de ahí se crea memoria, identidad y reparación a las víctimas".
Alias Desquite acabó asesinado por el Ejército el 17 de marzo de 1964. Él Había jurado tomar venganza por la muerte violenta de su padre, sin embargo, reflexiones posteriores indican que su revancha no trajo más que dolor y nuevos afanes de venganza en sus víctimas.
El 7 de diciembre de 1963, cuatro meses después de los hechos en La Italia, Marquetalia conmemoró a las víctimas con un banquete, previo ayuno de sacrificio. En el acto, Antonio María Hincapié, presbítero y líder, conminó a la población con las siguientes palabras: "Vengarse es multiplicar el mal y colaborar en la propagación del sufrimiento. Perdonar, en cambio, es sacar bien del mal"; el discurso se encuentra en la obra del historiador Ángel María Ocampo. Desde entonces se celebran las Fiestas del Perdón.
Javier Pineda ha sufrido el látigo de la violencia tres veces, en tres décadas distintas y por la acción de tres grupos diferentes: en 1963 su padre fue masacrado en La Italia, en el 2002 su esposa Rubiela Hoyos, exalcaldesa de Marquetalia, cayó asesinada por las Farc, y en el 2011 un yerno fue víctima de los paramilitares en Cúcuta. Frente al dolor, Javier sentencia: "Cuando un ser querido muere en una acción violenta, uno lo lleva siempre en el recuerdo. Pero hoy que se da un proceso de paz en Cuba, hay que tratar de perdonar, para que haya paz algún día en Colombia. Si la gente sigue con venganzas, tendremos otros 50 años de violencia".
Las víctimas
Manzanares
Ezeqiel Mesa
Arsenio Torres
José Amariles
Alfredo Ramírez
Luis Álvarez
Ernesto Campuzano
Conrado Pérez
Eduardo Castaño
Santiago Rengifo
José Alfonso Gómez
Jorge Díaz
César Velásquez
Arturo Restrepo
Argemiro Cardona
Ernesto Gómez
Alfonso Ospina
Fernelio Gallo
Manuel Salvador García
Alejandro González
Eudoro Gil
Jesús A. López
Aurelio Álvarez López
Marco Aguirre
José Velásquez
Marquetalia
Gustavo Murillo
Carlos Gómez
Antonio Castaño
Misael Sepúlveda
Francisco Gómez
Hernán Ortiz
Jesús Pineda
Alpidio Álvarez
José Luis Gómez
Victoria
Fabio de los Ríos
Luis Alberto Marín
Bernardo Hoyos
Emiliano Parra
Otoniel Sánchez
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