JOSÉ FERNANDO TANGARIFE
LA PATRIA | MANIZALES
El cabo segundo Rodrigo Villescas, héroe de la guerra de Corea que se llevó a cabo entre 1950 y 1953. Sus protagonistas fueron la República de Corea, apoyada por las fuerzas armadas de países comandados por Estados Unidos. Y la República Popular Democrática de Corea, apoyada por la Unión Soviética. La guerra constituyó un episodio de la Guerra Fría. Acabó con cerca de tres millones de civiles y casi el 15 % de la población del norte. Recuerdo.
El cabo segundo Rodrigo Villescas, quien lleva orgullosamente como agradecimiento a su madre el apellido Villescas, nació en una finca de su padre en la vereda San Ramón de Caparrapi (Cundinamarca). Hijo de Tomás Martínez Bohórquez y Policarpa Villescas Ramírez.
cuando ingresó al ejército (derecha) y cuando terminó su servicio militar (izquierda). En 1951 el soldado Villescas se incorporó al ejército, tenía 16 años. Ingresó por sus padres, no por voluntad propia, perteneció al batallón de infantería Cisneros en Medellín, y luego lo enviaron a hacer parte de las filas del Batallón Colombia que funcionaba en Bogotá.
En la foto, la medalla de servicio concedida por las Naciones Unidas. Meses después de pertenecer al ejército fue ascendido a cabo segundo por buen comportamiento, tras recibir la noticia también se le informó que necesitaban suboficiales para los llanos. Esto lo tomó por sorpresa y se alertó porque sabía que por allá si no lo mataba una culebra lo mataba una fiebre amarilla, o la guerrilla. En ese mismo instante solicitaron voluntarios para la guerra de Corea. Tenía 18 años, para él fue una dicha, cuenta que no le pesa nunca haber ido, fue una experiencia de mucho coraje.
Uniforme de gala, que aún conserva. Cuando llegaron a Corea los montaron en un tren para el campo de concentración. Cuenta que pararon el tren para darle prioridad a un tren hospital, recuerda aún esta impactante imagen de soldados heridos. Ahí se dio cuenta de que esto era serio. Rememora lo que para él en ese momento eran truenos y relámpagos, como si fuera a llover, pero no, era el campo de batalla que ya estaba prendido, así pasaba la noche.
En las noches salían a patrullar, para hacer inteligencia del enemigo, hasta la madrugada que volvían al campamento. A compañeros que salían a patrullar los atacaban los coreanos y en algunos casos no volvían, antes de salir a patrullar hablaban con su compañero más cercano y le dejaban la dirección de la casa por si no volvían del patrullaje y pudieran avisar a sus familias. Con lágrimas este héroe Colombiano recuerda esto como algo muy duro de la guerra.
Un hooby cuando salió del ejército es la bicicleta. Se siente bendecido, pues no tiene heridas físicas de la guerra, cree que son mucho peor las heridas psicológicas que esta trae, como le sucedió a algunos de sus compañeros. Recuerda con agrado un río cerca del campamento, donde se bañaban. Como a los tres meses volvieron y estaba congelado. Se podía caminar sobre él, esto es un bello recuerdo en medio de la guerra y que nunca se borrará de su mente. La guerra le dejó muchas enseñanzas, fue una misión que se le encomendó y cumplirla fue una satisfacción muy grande y haber salido ileso es una mayor fortuna.
En este momento vive en Santágueda, pero se declara un eterno enamorado de Manizales.
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