David Jaramillo
LA PATRIA | Santander (España)
El valor y la capacidad de sacrificio son cualidades que se le presuponen a todos los que se visten de luces. Es realmente asombroso ver cómo se sobreponen al sufrimiento y la velocidad con la que son capaces de recuperarse cuando llegan los percances. Y es que absolutamente todos ellos son conscientes de que, tarde o temprano, tendrán que pagar su tributo de sangre al toro.
De hecho, lo consideran un peaje en su camino a la gloria y algunos dicen que cada cicatriz es una medalla. Luis Miguel Dominguín les ponía nombre, generalmente de la mujer que en ese momento le tenía la cabeza en otro sitio.
Esta temporada, sin ir más lejos, se han registrado en las plazas de Europa alrededor de ochenta percances de distinta gravedad. Una media de una visita a la enfermería por cada cinco festejos. Por fortuna, todos ellos se han recuperado positivamente y los pocos que siguen afectados, dada la gravedad de sus heridas, están en el buen camino. Lo sucedido hace pocos años con Víctor Barrio e Iván Fandiño quema en el recuerdo y en la mente de todos cuando un torero cae en la arena. Justamente, es la sangre de los toreros la que dignifica su profesión.
Por eso mismo es admirable que una figura del toreo como Enrique Ponce, con 48 años, 30 de ellos como matador de toros, con todo hecho en la profesión, se niegue a que una lesión tan grave como la que sufrió el pasado mes de marzo en Valencia, que destrozó por completo su rodilla izquierda (su lesión se conoce como “Rodilla Catastrófica) y estuvo a punto de costarle la carrera, le retire de la cara del toro.
Después de varios meses de un duro proceso de rehabilitación, el valenciano retomará la temporada el próximo 10 de agosto en El Puerto de Santa María (Cádiz), y a partir de ese día se convertirá en protagonista de la temporada, pues no quitará la cara a ningún compromiso en las plazas de más alta categoría. Mucho más ahora, cuando Roca Rey anunció que estará ausente durante el mes de más actividad taurina en Europa.
Lo del peruano es un desastre para los empresarios, pues Andrés se ha convertido en el torero más taquillero del escalafón y su presencia es la que tira del abono con la fuerza suficiente para convertirse en un seguro rentable para las empresas. Lamentablemente, una lesión cervical y del hombro derecho, sufrida durante su presencia en la feria de Chota (Perú) y agravada en Pamplona, ha llevado a Roca Rey a perder más de veinte corridas de toros en las principales ferias del calendario. De hecho, tuvo que trasladarse a Nueva York, donde varios especialistas intentan recuperarlo de la lesión lo más pronto posible.
Los suyos son, por su posición en la fiesta, los casos que mayor repercusión han tenido.
Pero si hablamos de gravedad y de mérito, tenemos que mencionar a Román y a Rafaelillo. El valenciano sufrió, hasta el momento, la cornada más grave de la temporada, cuando un toro de Baltasar Iván, en la feria de San Isidro, le atravesó la rodilla derecha de manera angustiosa. Hace unos meses Román habló para LA PATRIA y se sinceró con nosotros cuando dijo que pensó que se moría y lo asumía con una franqueza y una madurez demoledora.
Ayer, cuando ni siquiera se habían cumplido dos meses tras la tragedia, el torero volvió a ponerse delante del toro, en su Valencia, en un mano a mano que él mismo pidió, pues quería compartir cartel con el mismo torero al que sustituyó en aquella amarga tarde de Madrid, un Emilio de Justo que también había sido castigado por los toros unos días antes en Cáceres.
Lo del murciano tomará más tiempo, pues las múltiples fracturas y lesiones que le ocasionó un toro de Miura en Pamplona, le mantendrán apartado durante varios meses.
Rafaelillo sabe mucho de sufrimiento, la suya es una carrera marcada por los graves percances, pero nunca se ha dado por vencido y siempre vuelve a la guerra con el mismo valor de siempre.
Quien peor lo está pasando es el banderillero Rafael Cañada, que, desde el 11 de mayo, cuando un novillo le infirió graves lesiones medulares en Valencia, permanece en el hospital, empeñado en volver a caminar para poder volver al toro. Poco a poco lo va consiguiendo y seguro que lo logrará. Es torero y sabe de eso.
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