Luis Felipe Molina
EL PREGONERO | Manizales
Los psicólogos tienen decenas de métodos para buscar controlar la frustración. Otros tantos dicen que es mejor vivirla para poderla evacuar. La mejor manera puede ser el llanto, según algunos gurús en el tema. Probablemente de allí nació el sentimiento de tristeza que causó el llanto de Manuel Jesús Cid Salas, más conocidos por todos en el mundo del toro como El Cid, el lunes pasado en Manizales.
Su despedida de la ciudad, agendada para ese día, se fue al traste porque ninguno de los dos toros que le correspondió embistió. Mansos con plena seguridad que opacaron, por momentos, la enorme gratitud de El Cid por Manizales.
En diálogo con LA PATRIA, el torero de Sevilla (España), habló de sus visitas y su paso por la tierra del café.
¿Cuántos años toreando en Manizales?
La verdad, no sé, pero, por lo menos siete u ocho años de mis 20 años de actividad. Tengo un muy balance.
¿Qué queda en la memoria de El Cid en sus visitas a la ciudad?
Queda el cariño del público, la pasión con la que viven el toro y sobre todo el respeto que les tienen a los toreros, salgan las cosas bien o no. Con todo eso me quedo.
¿Qué fue lo más difícil de tomar la decisión del retiro?
El terminar. Todo lo que tú llevas o has luchado durante toda la vida y al saber que el punto y aparte de tu carrera está a la vuelta de la esquina, pues es algo difícil de asimilar.
Lo vimos sollozar en la arena después de la frustración del encierro. ¿Qué pasó por su cabeza?
Muchas cosas. No era la despedida soñada por mí ni por muchísima gente. Era impotencia, era frustración, era como chocarse con un muro de piedra que no podías derribar y fueron sensaciones muy agridulces. Me fui con la sensación del cariño del público y eso fue lo que me llegó al alma y siempre me llegará.
Del torero que llegó la década pasada, aparte de las canas, ¿qué más ha cambiado?
(Risas). Ha cambiado mi forma de ver la vida. Muchísimas cosas a las que antes no les daba importancia ahora sí se las doy y otras a las que se las daba, ya no. La evolución como persona te hace cambiar las cosas y te hace ver que la vida no es material, sino que es más pasional o sentimental y si hay que llorar se llora.
¿A qué edad descubrió su ser torero?
Empecé a crecer torero a los 16 años. Mi hermano era novillero con caballos y le ayudaba. Él me metió el gusanillo, él se quitó y yo seguí, mira las vueltas de la vida.
¿Qué le deja a los toreros de su localidad en España?
Yo quiero inculcar a todos los chavales que he ayudado para que sigan en la fiesta. Es bueno que haya jóvenes que quieran ser figuras y nuestra obligación es ayudarlos a seguir. Hay que mostrarles que el mundo del toro es muy bonito, pero que también es muy duro y muy sacrificado.
Igual mensaje queda para los aspirantes colombiano...
Evidentemente. Yo no miro nacionalidad, miro un chaval que quiere ser torero y le ayudaría por igual. La grandeza de las personas está en compartir con quienes realmente lo necesitan.
Su mensaje para los manizaleños, Manuel...
Yo espero volver. Me dio una noticia bonita el gerente de Cormanizales, como la despedida no fue como se esperaba, el año que viene sí lo haré con una corrida que brinde garantías. Yo me alegraría una enormidad porque la despedida del lunes fue muy amarga y esperemos que el año que viene, si es posible, volver. Estoy muy agradecido porque él ha tenido esa sensibilidad de darme una mejor despedida.
¿Hay un número aproximado de sus corridas?
En general, como mil, mil y pico.
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