Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA I Manizales
En este domingo de pandemia les tengo una propuesta: dar un paseo por patios, potreros, cocinas, corredores, comedores y otros lugares de la niñez de hace 30, 40 o más años. Los invitados especiales son Guillermo, Germán, Liliana, Natalia y otros que serán nuestros guías del tiempo.
La pregunta que nos lleva más rápido que la velocidad de la luz a los años 80, 70, 60 es: ¿Cómo habría vivido su infancia con el coronavirus o algo semejante? Le damos la palabra a Germán Upegui, trabajador independiente. Primero hace una reflexión: “Hace 35 o 40 años no dependíamos tanto de este formato social, en el que el consumismo es lo más importante”.
Segundo, compara las viviendas. “Ahora mucha gente vive en apartamentos superpequeños. Nuestras casas, en cambio, tenían patios y espacios grandes”. Eso para decir que el aislamiento social seguro lo habría tomado jugando bolas, trompo, leyendo o escuchando radio. “No había televisión por cable”, aclara.
Otro viajero al pasado es Guillermo Aristizábal, psicólogo. Es el menor de una familia de 10 hermanos. Está convencido de que su padre, en caso de cuarentena por un virus, no habría dudado en decirles: “Bueno, como están las cosas, nos vamos para la finca”.
Cree que los días de refugio, en ese paraje rural y panelero de Filadelfia, los habría sobrellevado con su mamá, desde la madrugada, cocinando arepas, y con su papá ordeñando las vacas. “Con mis hermanas y primos habríamos subido árboles y bañado en el río, sacando provecho del aire libre”.
En las tardes, se imagina, en la casa de un tío, agregado de la finca. Allí, con cuatro primos, sin duda, no habría despegado la oreja del transistor para escuchar por Todelar La ley contra el hampa y Las aventuras de Kalimán, el hombre increíble.
Guillermo y Germán coinciden en algo. Que, quizá, para los niños el virus no habría tenido mucha trascendencia. Consideran que si bien las redes sociales sociales, invento de estos tiempos, son útiles, también son usadas para generar desinformación y pánico. “Seguro los padres habrían estado muy pendientes de nosotros”.
Generaciones
Una pausa antes de seguir, con el propósito de poner en contexto, sobre todo a nuestros centenials (nacidos de 1994 a 2010) y milenials (1981-1993). Hace un tiempo [UdMO1] El Colombiano, diario de Antioquia publicó el artículo Colombia de antes (década del 70). Miremos un poco cómo era.
Televisión en blanco y negro y solo un canal con programación de 4:00 p.m. a 11:00 p.m. Sin celular, sin internet. Eso ya es mucha diferencia con el hoy. No había unidades cerradas ni fotocopias, ni cajeros automáticos. Tampoco siliconas, guarderías o gimnasios.
Igual los personajes de esta nota, entre ellos los X (1969-1980) y los baby boom (1949-1968), repiten como muchos de sus contemporáneos, por ejemplo en la web, que fueron más que felices. Una es Liliana Rivera, a quien le corresponde el turno de llevarnos a esos momentos lejanos.
Ella se crió con cinco hermanos y tres primos. Si la covid-19 hubiese sido en su infancia, el encierro tal vez no habría sido tan traumático. Eso porque muchas actividades de nuevo de moda en este 2020 eran comunes en los hogares.
Miren la lista que hace Liliana: Hágase Rico, Triqui, Batalla Naval, parqués, juegos de dibujos, libros, discos de acetato con cuentos infantiles para poner en el tocadisco. A eso súmenle cantar y bailar. Claro, escuchar de La llorona, cuentos de duendes e historias de la violencia entre liberales y conservadores, en la voz de su abuela, Obdulia Loaiza.
Lo común
Hace cinco décadas, como lo reseña el periódico paisa, se usaban chequera y libreta de ahorros, máquina de escribir, música en la frecuencia AM de la radio, rollos de 24 fotos, tiquetes aéreos físicos. Había fiestas en la sala o garajes de las casas.
Soila Giraldo nos conduce por un túnel que sale a finales de los 50 en Aranzazu, municipio donde, como en la mayoría, no había energía eléctrica, ni acueducto, ni vías pavimentadas. “Lógico, sin luz, todo era con velas, habría sido más fácil, tal vez no se hubiera necesitado toque de queda. A las 6:30 ya casi todo el mundo estaba guardado”.
La casa era de corredores largos y patio extenso. Su tía Josefina tenía la estrategia para que las niñas estuvieran dormidas a las 7:00, luego de la comida, el Rosario y la merienda. “En el Parque había un guadual, donde cantaba un currucutú. La tía asociaba su canto con una visión del diablo, que se llevaría a la niña que no se durmiera”.
Y como con la mente se puede uno desplazar a donde quiera. Los esposos Andrés Felipe Rocha y Natalia Serna, licenciados en educación física, nos traen a los 80. Ella vivió sus primeros años en Anserma. “Los juegos en casa, al no poder salir, habrían sido a las muñecas y aquellos que hubieran llegado a la imaginación de mis hermanas”.
Andrés Felipe disfrutó la niñez en el barrio Sáenz. La habría pasado genial, comenta, jugando canicas, balón, vuelta a Colombia, cuadro, treinta y una con bola de trapo y entrando a jugar a las bodegas de la trilladora Imperial (hoy LA PATRIA).
Este paseo por casas viejas, fincas, patios, salas, de los 80, 70, 60 y más atrás, ha terminado para regresar al presente y a la realidad con un coronavirus, que algo de bueno tenía que tener: familias juntas buscando salir bien libradas de este fenómeno que marcará nuestra historia. Y que cómo se vivió, seguro será contado por siglos.
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