Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA|Manizales
Conversar con Vicente Verdú en las aún nuevas instalaciones de LA PATRIA fue una experiencia reveladora. Vino invitado por Pedro Zapata a charlar con profesores de secundaria. Tertuliamos sobre periodismo y me aclaró por qué la cultura y la farándula pueden mezclarse sin problema alguno.
El jueves falleció en Madrid a los 75 años de edad este periodista, que estudió economía, que filosofó de muchos temas, entre ellos las angustias modernas del ser humano y que supo ir adelante de los tiempos, un amigo de la modernidad. En el 2009 publiqué una versión de la entrevista que le hice entonces. Hoy, para recordarlo, publico el diálogo completo, tal como sucedió.
Siempre
- ¿Cómo pasa de ensayo a artículos, de economía a la ropa interior femenina?
Ser un diletante, pues siempre.
- Esta mañana me ponía en la posición de profesores que lo escuchaban. ¿Qué quería provocar en esos profesores?
No tenía intención de hacer daño. Es tan obvio que personas con esa responsabilidad de guiar a otras se encuentren fuera del tiempo por las circunstancias, se encuentren tan fuera del momento actual, que lo que puede resultar de su guía es una desviación para estas gentes o una reacción de rechazo de quien lo escucha: el chico que piensa que le habla un ser anacrónico, y una relación fundamental, que es la de un maestro y un alumno.
- Usted se confiesa muy optimista, ¿pero en el discurso le noto incertidumbre?
Las épocas que han sido trascendentes en la historia se han producido sin predicción. Hay una cosa en el futuro muy jodida, muy incómoda, y es que en el futuro aparecen unas variables que no pueden predecirse, porque precisamente la característica del porvenir es que existen accidentes que lo cambian, las extrapolaciones siempre conducen a equivocación porque si extrapolamos lo que fue una información periodística de los años 30 a nuestros días no podríamos haber incluido internet ni elementos de la nueva globalización, que nos habría llevado a una conclusión completamente aberrada.
- Después de la conferencia suya de hoy, el consumismo llamó la atención. ¿Cuál es el mensaje?
Hay una cosa que me sobresalta. El ahorro es una práctica virtuosa, es una de las ramas de un tronco que es la represión, la contención, la renuncia, la virginidad, todo este mundo de no vivir aquí porque hay un más allá que ya nos recompensará, están tan enraizado en la formación cristiana de todos nosotros, que cuando vemos que el gasto nos produce un gusto, pensamos que es un pecado que hay que condenar y el consumismo se ha mostrado como el demonio de la época. Pero bien se sabe cómo las llamadas de todos los presidentes de los gobiernos están invitando a consumir, que no ahorren, y cuanto más consuman mejor. Eso hace que se vendan los productos, hace que las fábricas tengan demanda, que la economía vaya para arriba. Así como el placer parecía un despilfarro, el orgasmo improductivo, que era pecado, todas las doctrinas de la Iglesia en ese sentido de que sentir el placer por el placer era una concupiscencia. Así como la renuncia tenía una fuerza, el dolor tiene su fuerza. Este antes tenía mucho sentido, era reproducir la figura ejemplar de Cristo, el ser a imitar por antonomasia, porque es capaz de dar su vida por la salvación de la humanidad. El que lo pasara bien, ¡madre mía! Quien lo pasaba mal es muy probable que en el más allá lo pasara mal. Pero las cosas inmanentes, las cosas tienen que suceder aquí y ahora, la cosa se disfruta ya y luego la irás pagando. No aplazas, que es lo que después repercute en la educación. El niño no espera hacer esfuerzo para aprobar, espera que lo apruebes. La asignatura ha tenido el nombre de disciplinas, porque todo eso significa padecimiento, es la pasión de Cristo. Cuando vino la Revolución Francesa y cambió la figura del santo por el artista, por el creador, el artista sufría, moría joven, moría de tuberculosis, de sífilis, la pasaba canuta, y la obra no se entendía sino de esta manera. Era un parto como es la salvación de la humanidad, a través de un sacrificio extremo. Todas esas cosas están en la historia de la humanidad y, sobre todo, en nuestro occidente. Pero el capitalismo no puede estar reproduciendo la religión indefinidamente. En la India el budismo prohíbe la ostentación, que hubiera exhibición de artículos con variedad porque es perjuicio para el alma, y ahora uno de los centros comerciales más grandes del mundo se encuentra en la India. Entonces el capitalismo empuja, empuja, empuja. Lo que está ofreciendo es placer, bienestar en este mundo en simultaneidad con la decadencia de la oferta religiosa, en la que hay menos creencia cada vez.
Inducir es grotesco
- Usted hablaba ahora de la educación. Parte del problema nuestro es que cada Gobierno trae su modelo.
He sido muy francés siempre, porque era lógico de mi generación, y en Francia no es tan así, la educación es más respetada, pero seguramente porque creen que enseñan sus ideas, pero probablemente es así, un ejercicio de poder muy importante. Inducir a las gentes en un sentido, en una edad tan propicia como es la de educación, eso ha sido verdaderamente un asunto grotesco, un partido que impone una reforma que no era ni mejores ni peores, creo que por ahí se ha desacreditado mucho delante de la gente. Por eso es importante que el menor no pueda usar los libros del hermano mayor, sin ver un resultado positivo.
- ¿Dice que la familia tradicional solo duró 25 años?
Pues porque es así. La familia ideal es de la clase media que apareció como un fenómeno que no es de toda la vida, que es después de la Segunda Guerra Mundial, se creó un bienestar muy extendido, había mucha oportunidad de empleo y se creó mucha riqueza en ese tiempo de la posguerra. Se extendió esa clase media y, algo también muy importante, triunfó la revolución soviética y los sindicatos se hicieron muy fuertes en Europa, y el miedo a que estos sindicatos llevaran a fenómenos revolucionarios, hizo que los gobiernos les concedieran muchos beneficios a través de la socialdemocracia y eso fue muy protector, un amparo muy grande a una clase muy extendida y en ese bienestar fue donde brotó esa familia idealizada, sin grandes diferencias en sus consumos, en sus ingresos, en sus viviendas, ahí se creó como un universo paradisíaco, que siempre el tiempo ennoblece.
- No se puede satanizar el capitalismo per se. ¿Usted antifranquista cómo se volvió casi capitalista?
Yo he sido muy marxista, de estos de poner bombas y todo eso. Porque estaba en una fracción muy extrema de los grupos marxistas, no era comunista, sino del Frente de Liberación popular, poníamos bombas molotov y barreras en La Castellana en Madrid. Mi formación marxista fue porque viví años muy importantes de mi vida en esa militancia y mi evolución no es solo producida por la edad que no cabe duda, sino que hemos vivido un realismo socialista, todos los gulag. Fui invitado por la agencia Nobosti a la URSS en el año 92, estuve cerca de un mes y luego me invitó su director a comer a un restaurante carísimo y me dijo "¿qué te ha parecido?: "un fracaso". Era una miseria, una corrupción, era un fracaso de un sistema. Los rusos son gente muy resignada, aguantan lo inaguantable, volví en el 99 cuando tenían que pagar una deuda enorme. Llegó el día y no pagaron la deuda, pero pasé con los rusos otro mes más, ¡lo que aguantaba esa gente! En invierno se comían cosas que habían metido en un bote de cristal que en primavera habían recogido, vivían en una casa, y había un superpianista y tocaba el piano con los ojos cerrados y sin tocar las teclas, porque no podía atronar a toda la gente que vivía allí. Vi lo que había hecho el Gobierno. La URSS dijo: somos 200 millones y la riqueza del país es tal, a cada uno le dio una acción y llegaron los ricos, los hijos de los militares, los del Partido Comunista y se hicieron a todas esas acciones, los echaron de las casas, fue todo un espectáculo deprimente. Es ver cómo un sistema en el que creímos con mucha pasión e ilusión se convirtió en una crueldad y en una injusticia. Y hombre, cada tanto criticamos a Estados Unidos que tiene tantísimos presos en la cárcel, pues con Stalin había más.
- En Colombia la discusión está en el punto de la tecnología...
La tecnología no es una tontería, ni estamos todos hechos por la tecnología. La revolución industrial es un efecto de la revolución tecnológica. La tecnología por antonomasia es de la información y de la comunicación. Estamos hablando de una tecnología que tiene por primera vez la comunicación humana, no es que haya triunfado. La gente vivió el superindividualismo a finales de los 90 y vino después a parar en toda la explosión de internet y lo que estamos viviendo es la intercomunicación en todos los aspectos. Hay que ver el ejemplo de los museos, en la crisis de los 70 estaban a pique, y se hicieron unos museos temáticos y en la cosa tan pintoresca, como que en Madrid se hagan colas para ver a Tizziano, que está en el Prado todos los días, pero se hace exposición y ponen autobuses en las provincias. Sorolla vive en Madrid y tiene una casa museo y viene al Prado y lo anuncian y la gente va. Este fenómeno contrario al estar. La gente se enfermaba más si estaba sola, se encuentra mejor cuantos más amigos tienes. Esto se ha vuelto un fenómeno de nuestros días, la tecnología. Ya no sabemos dónde acaba una cosa u otra.
Ideal de igualdad
- Describía usted la Unión Soviética y parece describir a Latinoamérica. Y esto se empeora cuando se habla de la brecha que abre el conocimiento.
Eso es porque ahora somos muy sensibles a la igualdad, pero date cuenta de la diferencia abismal que había entre un hombre que sabía leer y escribir y otro tipo que no sabía. Lo que había entre un tipo en China, que era la leche, porque bien se sabe es muy difícil la escritura china y no la transmitían porque era un poder, ahora nos rebelamos contra eso, porque tenemos que asumir el ideal de igualdad, y la intolerancia a la desigualdad y es un elemento positivo. Así con todos los medios de formación y del conocimiento.
- Quién se atravesó: ¿la economía en el poeta o la poesía en el economista?
Yo les parecía un alumno muy brillante, y en esos momentos los alumnos brillantes estudiaban ciencia para ser ingenieros. Y ese fue mi destino en el colegio de curas en el que estaba, vivía una época en que, de estas reformas de la educación, si estudiabas ciencias no podías jamás estudiar letras, a menos que perdiera un año, como un castigo. Empecé a estudiar ingeniería industrial en octubre y en Navidad le dije a mi padre: "no puedo con esto, no tengo vocación de esto". Me dijo: "qué alegría me das, porque estaba esperando para que fueras abogado como yo". Y no quería ser como él, porque me parecía muy fácil ser abogado, y estuve dos meses en esa tesitura, y la carrera que me permitía no perder un año siendo bachiller de ciencias era económicas, tenía sociología, tenía derecho, tenía historia de la humanidad. Economía tenía que ver con las letras. Y resulta que empecé a hacer económicas y empecé a ser brillante otra vez y me matriculé en económicas en marzo y en junio había sacado todo en matrículas menos una, y la gente que estaba allí en el Colegio Mayor se quedó acojonada, y dijo: pues este que sea agente de cambio y bolsa enseguida o inspector de timbre; y yo qué sé, estos halagos que te sobornan. Iba para agente de bolsa hasta que me hice marxista y suspendí en último curso cuando coincidió con una beca que había ganado para ir a París y no podía disfrutarla si no terminaba. Entonces me metí a la mili ese verano, y estudiaba en el calabozo o debajo de los camiones y aprobé todo y me fui a París. Y me dije: "No vivirás sino de la escritura", me lo grabé en la cabeza. Y como hacía poesía y no podía vivir, entonces dije: periodismo. Los poemas no daban mucho de sí. Me quedaba finalista siempre que concurría, me dieron un premio que no valía nada, y yo tenía esta cosa sin género, no quería ser novelista, no les he dado valor. Y por otro lado, me gustaba la poesía, pero como no podía hacer poesía, entonces hice poesía económica.
- Venía usted maravillado del paisaje cafetero. Se maravilla fácilmente con cosas nuevas.
No creo que tenga la edad que tengo. Aquí es fácil maravillarse porque el paisaje es muy bonito. Pero si se trata de otras cosas, igualmente yo la he pasado canutas en la vida, a pesar de todo. No he perdido la ilusión de vivir, no en sentido orgánico, sino por tener experiencias. El paisaje se lo merece todo.
-Cómo escoge el tema para sus libros. Cómo es el proceso material de sentarse a escribir un libro para pensar.
Siempre escribo desde la emoción, porque es como un tintero, y tienes mucha tinta dónde mojar y llegan las ideas...
La entrevista que publicamos el primero de noviembre del 2009.
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