LA PATRIA | MANIZALES
La luna llena brillaba espléndida en el firmamento, parecía que, en aquella noche hiciera gala de su belleza y su fortuna, derramando por doquiera los caudales de su lumbres argentanda.
La muchachada alegre y bulliciosa, recorría las calles, con febril algazara, entonando, a toda voz, el popular villancico:
"Vamos a Belén,
que el Niño ha nacido
para nuestro bien".
Pitos, tambores, petardas, panderetas y cascabeles, atronaban el espacio; todos reían en aquella Noche de Navidad; y hasta los corazones oprimidos por el dolor, palpitaban al ritmo de general alegría, olvidando, por un momento, sus aflicciones. En las Noches de Navidad, parece que todos tenemos derecho a gozar: el torrente de amargura que rebosa en el pecho, se transforma en flor de sonrisas…
Por lo demás la Felicidad es un mito. Lo verdadero, lo tangible, es el dolor que cada instante nos retuercen el corazón…
"¡Bienaventurados los que lloran!"
Así, en esa bella Noche, en un cuarto estrecho y miserable, sin aire, ni luz, batallaba. entre los últimos estertores de agonía, una joven madre. La miseria, el hambre continuada en el rudo trabajo por la subsistencia, habían acelerado el fin de su vida. La tuberculosis se enseñaba en la víctima indefensa....
Su hija, una hermosísima niña de doce abriles, de rodillas junto al lecho de su madre, lloraba inconsolable, sin comprender el terrible misterio de la muerte.
Sus ojos azules y profundos, miraban con intensa ansiedad el cadavérico semblante de la moribunda.
"Vamos a Belén,
Que el Niño ha nacido
Para nuestro bien".
Y las campanas de las iglesias, echadas a vuelo, llamaban a la "Misa de Gallo".
Un rayo de luz de luna, pasando por la vieja techumbre del miserable aposento, bañaba la pálida faz de la muerta...
Transcurrió un año. En los primeros días de diciembre, en el puerto de Guayaquil, el gallardo transatlántico "Buenos Aires", de la Compañía de Vapores Españoles, estaba anclado y pronto a zarpar, con rumbo a Chile. Entre los pasajeros de primera, iba Pinita, aquella niña que, en la Navidad anterior, perdió a su madre.
El Hada de la Caridad, gentilmente, desplegó sus alas para cruzar los mares y llevarla a otro hogar, dónde encontraría los juguetes ofrecidos por su madre.
Pinita fue recibida en Santiago, el 23 de diciembre. Su madrina, opulenta dama chilena, buena y caritativa, ocurrió ella al Ecuador.
En una quinta de su propiedad, para agasajar a su ahijada, había preparado un hermoso Árbol de Navidad, del que pendían entre hilos de oro y plata, bellísimos juguetes
Cuando Pinita, extasiada, contempló tantas maravillas, seguramente recordó que su madre, y de las veces que, en su compañía, lloró angustiada ante las elegantes vitrinas de los almacenes por no poder comprar ni la más pequeña de las muñecas que veía.
Ahora, era dueña del magnífico Árbol; pero ¡ay! en medio de todo, la faltaba su madrecita buena que, en la Navidad pasada, solo tuvo, a la hora de la muerte, sus lágrimas inocentes y la piedad de un rayo de luz nocturna viajera…!!!
Zoila Rendón de Mosquera.
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