Entrevista publicada en LA PATRIA el 9 de mayo del 2010. El escritor falleció ayer en Bogotá, a los 70 años.
Fernando Alonso Ramírez
LA PATRIA | MANIZALES
El escritor Roberto Burgos Cantor pertenece a una generación sánduche. Se encuentra entre quienes publicaron obras de gran factura literaria, pero fueron opacados por el realismo mágico que los antecedió y no contaron con las ventajas con las que cuentan hoy los autores jóvenes pródigos en obras y publicaciones.
¿Es eso frustrante? Lo primero que responde es que un enorme reto de su generación era resolver el tema de la ruralidad, asumida como exotismo, como costumbrismo, como lenguajes herméticos y como humanidades elementales.
"Era una literatura que no tenía conflicto, sino definiciones: el bueno, el malo, el propietario, el despojado. Cuando con gracia, con poesía, con rigor literario Cien años de soledad resuelve el tema del ruralismo, es la gran novela de nuestras guerras civiles", anota.
Dice que algunos críticos con ingenuidad tildan la novela "como nuestra biblia". Lo dicen porque ven en esos personajes, rasgos, facetas del ser nuestro. Al no tenerse que preocupar por lo rural esa generación 'sánduche' tuvo otro problema: "una enorme cantidad de novelas sobre la violencia de los 50, bien intencionadas, con una irreprochable actitud moral, pero una lamentable deficiencia literaria".
Se pregunta es cómo una novela de tal calidad logra vender tanto. "Los escritores siempre estamos haciéndonos, siempre empezando, lo que nos corresponde es pensar en la calidad" y cita a Faulkner: "a ningún escritor le cae mal un poco de suerte, pero antes necesita la disciplina, el talento, el riesgo, asumir los retos".
Manifiesta que de todas maneras son como partes, procesos, en la conformación de una literatura, que nunca la hubo con las variedades y propuestas que tiene hoy, no obstante, advierte que "el editor contemporáneo no ha encontrado el psiquiatra que le quite el complejo de culpa porque no vieron a Cien años de soledad, ni vieron a García Márquez que había escrito cuatro libros antes. Ese complejo de culpa los tiene ahora apostando a cuanta persona ven con un paquete de cuartillas debajo de la axila para ver si ahí está lo que no vieron".
"Que siga escribiendo cosas tan bellas como La ceiba de la memoria". Con esta confesión de gusto por su obra, el Rector de la Universidad de Caldas, Ricardo Gómez Giraldo, se despidió del escritor cartagenero Roberto Burgos Cantor, después del conversatorio del pasado viernes
Burgos Cantor disertó con el escritor caldense Octavio Escobar Giraldo y con el historiado Luis Fernando Sánchez Jaramillo sobre la novela histórica ante un joven público, la mayoría de ellos futuros historiadores.
Con su acento costeño, ya no tan marcado, el escritor habló de literatura y de cómo el riesgo es parte de quien escribe literatura, un acumulador de incertidumbres.
Acosos del presente
- Dijo en su intervención que "estamos acosados por un enorme presente que no hemos terminado de entender". ¿Por qué nos acosa el presente?
Una conjetura es que ese estado de acoso del presente sea producto o sea la venganza del pasado por haberlo desconocido tanto, entonces el ser humano se encuentra cada día como sin respuestas ante los hechos que lo deslumbran, que lo torturan, que lo incitan, pero si logramos recuperar ese tremendo pasado de nuestras vidas podremos afrontar tantos retos de nuestros días.
- Ahora se produce narcoliteratura y la historia la cuentan los delincuentes. ¿Habrá algún escritor importante que narre esta historia?
La actualidad es un fetiche muy utilizado por cierta industria de los bienes culturales, tanto en la literatura, en lo cinematografía, como en el periodismo, y de alguna manera quiere sobrevivir. Aquí la sobrevivencia tiene un término exacto, quiere vender, quiere tener un mercado a partir de lo escandalosa que es la realidad, y esa sombra lleva a que esa industria solicite bajo diversos pretextos determinadas producciones. Lo curioso es que muy recientemente en las encuestas o preguntas sueltas que hacen a editores, a críticos literarios, todavía preguntan por qué Colombia, con los altos índices que conocemos en torno a la muerte, a la criminalidad, no tenemos una novela policíaca de siempre, como esta narrativa negra, policial, de los Estados Unidos.
- ¿Hay desconocimiento?
El desconocimiento es tremendo, allí denuncian una incompetencia: pensar que la literatura, las novelas, los cuentos solo surgen de la realidad, no interesa la elaboración literaria, ni la relación entre el ser humano y una determinada circunstancia que le toca vivir. Eso conduce al fracaso, porque los escándalos no son sostenibles, terminan, a fuerza de repetirse, por adormecer la conciencia y por ser rechazados. En esta inclinación el mundo editorial ha sido errático, les solicita a los escritores que empiezan y a los que no, hacer una novela sobre los sicarios, el contrabandista, el violador, literatura por pedido, dirigida, que no siempre es la respuesta que tiene en su alma un escritor en una sociedad. La literatura a fuerza de libertad encuentra caminos insospechados que no los puede determinar ni el editor ni ese otro fetiche, el mercado. En la novela norteamericana eso sucedió porque había revistas en las que escribían los policías, los detectives privados, los autores, y se fue generando una mirada sobre la realidad, hecha día tras día, con cuentos, con reportajes y de repente surge una novela.
El abismo, la posibilidad
- El riesgo en lo literario se está perdiendo por cuenta de las editoriales. ¿Esto ha creado aversión al riesgo de los propios escritores?
Todos vamos a terminar por entender más temprano que tarde que la posibilidad del arte es el riesgo, porque al contrario de todas las profesiones que en tanto más práctica profesional tienen más saben de su materia, el escritor de ficciones con cada línea que pone, cada novela que concluye, si es que la concluye, cada cuento, está peor que la primera vez que escribió, porque eso no le sirve, él no acumula kilometraje como el piloto, sino que acumula incertidumbres. Entonces, ¿qué sigue? No puede seguir haciendo lo mismo porque convierte en fórmula su riesgo, entonces se enfrenta a un terreno donde la única posibilidad es tirarse al abismo y seguir creando.
- Dice usted que todo escritor tiene un tema histórico que está detrás suyo. ¿Qué otros temas están detrás de los escritores de manera recurrente?
Si uno mira los libros que le gustan, los que le dijeron algo, los que no eran para el diálogo con uno, se da cuenta de que son reducidos los temas: la muerte, la venganza, el nacimiento, el sueño. Es muy interesante que los temas que más nos atraen son los más desconocidos; no sabemos cómo seremos muertos, ni cómo es el amigo muerto, y tampoco sabemos cómo nacimos, somos conscientes mucho más tarde. En esos terrenos de incertidumbre comienza a surgir una propuesta de lo humano que es inédita en cada caso, de manera que lo que termina el escritor por concluir es que todos los temas son contemporáneos, la contemporaneidad la da el escritor, es su tiempo, irremediablemente es su límite y también es su horizonte, pero ¿qué otra cosa puede hacer?
- Usted ha tocado todos los temas, ¿cómo pasa tan fácil de un lado otro, en la interioridad del escritor?
Es la conciencia de saber que lo que está atrás no ayuda. Cada vez se dificulta más por la ambición. Hay algo que el escritor nunca pierde, desde cuando empezó, la ambición de renovar todo, de cambiar las palabras, de decir algo que no se ha dicho, de decirlo a su manera, y ese conjunto de tejidos que constituyen la ambición estética lo llevan a estar moviéndose de un lado a otro, no por facilidad, sino porque no tiene otro camino.
- Pero hay escritores que terminan escribiendo como sus inspiradores. Algunos imitan a Bolaños, otros a Saramago y hasta los premian, otros a Carver. ¿No cuesta desprenderse de la influencia?
Hay que olvidarse, por algo que termina por volverse una enfermedad y deforma, la ilusión del éxito. Si uno piensa con mucha seriedad o con mucha risa, los temas de la producción artística, los libros no son para venderse, ni los cuadros, ni las sonatas, ni las sinfonías, pero cuando la industria editorial propone tal anomalía, cómo va a vender su alma, su ilusión, su ambición, su búsqueda, eso es inconcebible. El mayor sufrimiento es que la industria editorial dice: no, lo voy a vender y para venderlo también lo necesito a usted, no solo que escriba, sino que diga cómo escribe y de qué va a escribir y cómo lo hizo, a pesar de que en las reglas de estos oficios y en la alquimia de las artes hay una regla sagrada: nunca se pueden saber los secretos del oficio. El vendedor de libros quiere someter al autor al rompimiento de esas reglas y a tamaño sufrimiento. Quien se presta para eso termina perdido.
Las obras
Algunas obras de Roberto Burgos Cantor son:
* La ceiba de la memoria (2008)
* Señas particulares: testimonio de una vocación literaria (2001).
* Pavana del ángel (1995).
* El vuelo de la paloma (1992).
* El patio de los vientos perdidos (1984).
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