Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA|Manizales
"Y entonces se desató la matanza". Empiece o termine con esta frase. Puede ser el capítulo final de la novela o el título, según por dónde empiece. ¿Por qué tan raro? Porque Adalberto Agudelo Duque es un experimentador, y a esa manera de experimentar responde en Little Beach, un western publicado en pleno 2019.
Esta novela ganó el Premio Nacional Aniversario Ciudad de Pereira, que el manizaleño obtiene por segunda vez. En la primera lo logró con Abajo, en la 31, en el 2007.
"Es un Lejano Oeste contemporáneo, como el que vivimos en nuestras corruptas y violentas sociedades, parte de un sistema que se alimenta de sangre para conseguir ganancias económicas", anotó el jurado. Es un homenaje a los periodistas asesinados en Colombia y principalmente a Orlando Sierra Hernández, en quien se inspira la obra.
Adalberto, ha descubierto el jurado que es usted un hombre elegante. Cuénteme cómo es eso.
Para mí fue sorpresivo. Hace muchos años aprendí que elegante es una persona que es distinta, que no sigue la moda. Aquí el jurado dice que soy elegante porque supe escoger -elegir- el lenguaje, entonces, por el honor que me corresponde, acepto.
Esta novela nos muestra a Adalberto siendo Adalberto, reinventándose las maneras de narrar.
Sí, soy experimentalista incluso en ensayo y en poesía. Yo voy en busca siempre de otra novela y de un texto poético. Pienso, qué pasaría si en vez de escribir con el estilo tradicional hago esto, y lo hago y me va bien.
¿De dónde sale la idea de escribir un western?
Uno termina como empezó. Tendría 14 años y escribí una novela de vaqueros con un epígrafe: "nosotros los escritores escribimos estos libros basándonos en el cine". Era la época de Red Ryder, del Llanero Solitario, y eso se me pegó. Para esta novela me daba mucha tristeza saber que Colombia es un país con dueño y tienen dueños los pueblos, especialmente en Caldas, donde medramos. Manizales tiene tres o cuatro dueños que se van turnando la administración de la ciudad. Me pareció pertinente la comparación con los pueblos del lejano oeste, fundaciones a donde llegaban el pastor de la iglesia, el gamonal, el terrateniente, el senador, un alguacil, que se convertía en dueño del pueblo. Se asociaba con cuatreros, luego iba teniendo una banda de paramilitares que extorsionaba, asesinaba, desplazaba y se iba posesionando de las fincas y de los negocios del pueblito. ¿A qué se le parece? Eso es Colombia hoy.
¿Por qué contar la historia así?
Se me ocurrió contar la historia mostrando la inefectividad o la pendejada de los guardaespaldas. Como sabemos, muchos guardaespaldas son después los asesinos o los que coordinan los asesinatos, pero la mayoría de las veces no sirven para nada. Al tipo que están guardando de todas maneras lo matan, tarde o temprano. Y mire los símbolos: Black Horse es el caballo ciego, el que no ve; y el otro es el sordo, The Dumb, que no oye. Perdónenme los guardaespalas, pero es más o menos la idea. La novela se lee de dos maneras: de derecha a izquierda y el título sería "Y entonces se desató la matanza" (que es la frase del último capítulo en el orden en que está impreso el libro) y es la lectura que se puede hacer completa desde el último capítulo al primero, o solamente leyendo las crónicas, que son los capítulos pares. Y luego está la verdadera historia del western, de la denuncia de un jefe que es el dueño del pueblo, que mata y asesina y que no tiene ningún castigo a la vista.
Dice el jurado que "es una metáfora del tiempo actual", y claramente es un homenaje a los periodistas, que están inermes enfrentando poderes que los superan en todo.
Esa era la otra parte de la idea. Aquí no se trata solamente del asesinato de Orlando Sierra Hernández, por eso el homenaje. "A todos los periodistas que han sido asesinados por decir su verdad". A mí la idea se me disparó cuando mataron en México a Javier Valdez, y pensé, esto hay que contarlo porque está pasando en México, en Nicaragua, en Venezuela, independiente del sistema que esté imperando.
Volviendo al lenguaje. ¿Ese juego de palabras en inglés, para decir cosas que son, pero que usted las voltea como una manera de eufemismo tiene que ver con el miedo, que queda cubierto así?
Es una máscara, un seguro de vida -entre comillas-, una forma de asegurarse, pero para un buen entendedor con pocas palabras basta. Ya se sabe qué es Open Doors, por ejemplo. Usted que fue amigo de las novelas de vaqueros recordará que los nombres en inglés aparecían cada tres o cuatro párrafos -y creo que de ahí viene mi amor por el lenguaje-, podía ser el nombre del protagonista, del pueblo, del lugar. Para mí fue la mejor manera de contextualizar con el far west.
¿Cómo hacemos para que la novela se conozca más?
La edición es pequeña, de 500 ejemplares. A nosotros nos entregaron 150 libros. Alguien nos dijo que intentáramos conectarnos con editoriales, pero le voy a dar gusto a uno de mis críticos, que es colaborador de LA PATRIA, que dice que si yo mando a editoriales y no me publican es porque no tengo nada que decir. En realidad este tipo de obras no les interesa a las editoriales, mi obra en general no les interesa porque es literatura experimentalista.
Y de riesgo...
Además de riesgo, de denuncia, con mucho contexto social, y a las editoriales les interesa una literatura muy plana, muy lineal. Algunas arriesgan un poco, con Mario Mendoza, por ejemplo, que en medio de todo hace sus denuncias, y pare de contar. Antes de mandarla a concurso, la mandé a cantidad de editoriales, y en todas me la rechazaron. Por ejemplo, la mandé a Eafit y me respondieron de manera muy graciosa casi seis meses después: me dicen que desafortunadamente no me publicaban la novela, pero que no sabía yo cuánta dificultad tuvieron para decir que no, que porque la imaginación, el uso del lenguaje, el humor... todo lo que aplica el jurado después, entonces uno no entiende qué quieren y qué califican.
¿Alguien que lea esta entrevista y quiera conseguir la novela, dónde podrá adquirirla?
Por lo pronto en Cigalia, en la cafetería restaurante, a un lado de la Catedral (calle 23 entre carreras 22 y 23). Y conmigo, que me contacten. Hay cosas muy curiosas, yo había participado en dos concursos más, pero la tercera fue la vencida.
Es una manera de decirle a tanto joven que le cuesta que lo publiquen que hay que insistir.
Hay que insistir, no desfallecer, porque los jurados son distintos, eso llega el momento en que a alguien lo toca, lo conmueve y la premia.. Hay que ser constante para enviar a las editoriales, para concursar, pero sobre todo hay que ser constante para escribir, si uno se da por vencido con la primera negativa, pare de contar. Y tener un stock de tres o cuatro propuestas para mandar.
¿Este es el Orlando Sierra que recuerda o es apenas un aspecto?
De Orlando Sierra tengo muchas anécdotas muy personales, inconfesables. Me refiero aquí netamente al periodista.
Y un poco al poeta
Por eso digo que pudo haber sido un buen poeta, pero que los tipos se lo ganaron para el periodismo. Creo que la poesía es incompatible con el periodismo.
Viene Bolívar
Adalberto Agudelo corrige los finales de un ensayo, también muy experimental e investigado, para el que dice haber consultado unas 25 mil páginas sobre Simón Bolívar. Me da mucha risa con la telenovela que están pasando, que dice El hombre, el amante y el guerrero. Bolívar ni hombre ni amante, ni guerrero. Su historia es muy distinta, no es como lo pintan. Parece que este Bolívar de Adalberto Agudelo dará mucho de qué hablar.
Orlando Sierra
Destacado periodista de LA PATRIA, egresado de Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas. Fue asesinado cuando ejercía como subdirector del diario en el 2002. Era el columnista más leído de la región y sus cáusticas columnas llenas de humor levantaban ampolla en la clase dirigencial. Por su asesinato fue condenado el expresidente del Partido Liberal de Caldas, Ferney Tapasco González, y seis personas más.
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