LISET ESPINOZA
LA PATRIA | MANIZALES
Los mariachis en Manizales no la están pasando bien. El aislamiento obligatorio preventivo los hizo archivar sus trajes de charro desde hace tres meses, y la falta de ingresos los tiene al borde de cerrar sus oficinas, pues los arriendos no dan espera.
Stiven Araque, director del Mariachi Perlas de América, recuerda que la última serenata que ofrecieron fue el 15 de marzo en el barrio La Sultana. Extraña el contacto con sus clientes y, por supuesto, ejercer su oficio.
"Vivimos de esto. Hemos hablado para que nos dejen trabajar, mandamos derechos de petición, permisos, pero no obtenemos respuesta. Ojalá las cosas mejoren".
A esos reclamos se suma Pedro Antonio Sánchez, secretario del Mariachi Huasteca. Manifiesta que su grupo no se atreve a salir a tocar por temor a que los multen. "No recibimos auxilios del Gobierno. No dejan hacer nada. Somos nueve integrantes y la última serenata la hicimos en el barrio San José".
En crisis
El Mariachi Águilas de Plata cumple 16 años de ofrecer serenatas en la ciudad. Paula Andrea Buriticá es su directora y asegura que esta es la peor crisis que ha vivido a lo largo de los 20 años que lleva tocando violín e interpretando rancheras.
"Son tres meses, ¡tres meses! Sin poder trabajar. No tenemos cómo ayudar a los músicos, a sus familias, y mucho menos cómo solventar los gastos de la oficina. El Día de la Madre nos fue muy mal. Para el mariachi es de las fechas más importantes del año, es la más anhelada, apetecida y esperada porque es como la prima salarial para los músicos y no pudimos trabajar", dice.
Sí o sí que suene el mariachi
Cuenta la directora que ante la situación intentaron acomodarse a las plataformas digitales, pero se les tornó difícil porque, según ella, la gente en Manizales no está acostumbrada a recibir serenatas virtuales, "le gusta la presencia del músico" y aparte de ello, requería de mucha producción para publicar un buen trabajo.
Agrega que la ciudad cuenta con ocho agrupaciones de este tipo, pero que, hasta la semana pasada, la que ella dirige se arriesgó a salir a la calle y a dar serenatas no como un acto de rebeldía, sino porque no encontraron otro camino para sobrevivir en medio de la pandemia.
"Antes no lo habíamos hecho porque nos decían que podíamos ir a la cárcel por atentar contra la salud pública, pero la verdad es que no aguantamos más. No recibimos ayudas porque no somos de estrato uno o dos, la mayoría viven cerca de la oficina para ahorrar pasajes".
Ante todo, la distancia
A las 11:00 a.m. El guitarrón, el violín y la trompeta volvieron a sonar y la voz de José Joaquín Marín, vocalista de Águilas de Plata, hizo que los residentes del barrio Villapilar dejaran sus quehaceres para disfrutar de una serenata desde la ventana.
Mamá vieja, La venia bendita y Mujeres divinas fueron algunos temas que entonó vestido de charro y con su tapabocas bajo el mentón para poder cantar bien ante los vecinos, quienes pedían más temas, aplaudieron y registraron el momento con celulares.
"Buscamos puntos estratégicos en barrios porque la idea es llegarles a varias personas para que disfruten de una serenata. No tenemos contacto con la gente, pues ante todo cumplimos y acatamos los protocolos de bioseguridad", sostiene Paula Andrea, quien porta su tapabocas y luce su traje de mariachi.
Un bafle como amplificador del sonido es la señal de que el mariachi llegó. Todos lucen tapabocas y una mujer se encarga de aplicarles gel antibacterial cuando lo requieren. Cantan a petición del público y a cambio solo piden un aporte voluntario.
"Así sea a metros de distancia queremos traerles alegría en medio del confinamiento, en especial, a esas personas que aún no pueden salir. Esto también lo hacemos por nosotros mismos, para motivarnos a seguir adelante y a la vez es un llamado a todas las autoridades para que no nos dejen solos", finaliza Paula Andrea.
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