Diana Vidal
LA PATRIA | MANIZALES
A punta de tamboras, alegres (tambor hembra) y maracas se celebra la Navidad en El Valle, Chocó. En este corregimiento de Bahía Solano las novenas y los pesebres giran alrededor de la tradición oral, heredada de los ancestros africanos que fueron traídos a Colombia para ser esclavizados.
La tradición oral afrocolombiana la componen romances, poesías, rondas y, finalmente, los arrullos que nacieron como murmullos para calmar a los niños, pero que poco a poco fueron colonizando los escenarios de las personas del Pacífico; del 16 al 24 de diciembre las madres entonan los arrullos para preparar la llegada del Niño Dios.
Nohelia Mosquera, profesora y gestora cultural de la comunidad, narra que los pesebres son construidos por los jóvenes, pero que durante de la celebración son los adultos mayores quienes llevan la batuta, además agrega: “Antes no rezábamos la Novena porque nuestra cultura no es de rezo. Nosotros únicamente cantábamos y bailábamos alrededor del pesebre”.
Los hombres son los encargados de tocar el tambor y el alegre, las mujeres y los niños cantan, danzan y rezan. Mosquera confiesa que en los días que no cuentan con instrumentos, los niños llevan botellas y ollas para hacerlas sonar al ritmo de los arrullos.
“Así nos la pasamos hasta el 24 de diciembre, este día no se baila hasta el nacimiento del Niño Dios, que es a la medianoche. A esa hora sacamos el muñeco y danzamos con él por toda la calle al compás de la chirimía y los cantos tradicionales”.
Leidy Caizamo es una joven del corregimiento, expresa que aunque en su familia no está la tradición de celebrar la Navidad, los arrullos son una oportunidad para compartir y encontrarse con los amigos.
Historia
Debido a que a los esclavos se les negó la escritura y la lectura, encontraron en la oralidad el recurso para comunicar sus emociones y sentimientos. Por ello, en medio de las festividades y los espacios donde se conmemora el nacimiento y la muerte, el canto se convierte en un instrumento de unión y expresión.
Sin embargo, en la población afrocolombiana ubicada en el Pacífico, la costumbre de cantar arrullos en las novenas nace como la mezcla de la religión impuesta y la resistencia a defender la cultura propia. “Los españoles les enseñaron a nuestros antepasados a hacer la Novena, pero para darle alegría la fusionaron con cantos y bailes, porque para ellos no tenía sentido llegar a rezar, ya que los Orishas, seres divinos en los que creían, eran alegres y querían verlos felices”, agrega Nohelia.
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