
EFE | LA PATRIA | Huesca (España)
Está claro que para triunfar hay que querer, hay que trabajar, esforzarse, además de tener suerte. Todo este compendio lo desglosó el pasado miércoles 10 de agosto el diestro madrileño Alberto López Simón, que confirmó, asimismo, el gran momento que atesora para sacar provecho de los toros mansos de Charro de Llen que saltaron al ruedo.
El caso es que López Simón, triunfador el año pasado en esta misma plaza, volvió a ofrecer una buena tarde de toros.
En su primero hizo una demostración de clase, aplomo y elegancia en el toreo fundamental sobre ambas manos en una faena en la que se le vio disfrutar y que los tendidos vivieron intensamente. Estuvo también valiente, tanto que, al final de su labor, en una manoletina el toro le arrolló violentamente, aunque sin llegar a lastimarlo, en lo que fueron momentos de verdadera angustia.
Requirió de varios minutos el madrileño para recobrar el aliento, volviendo a la carga con altibajos para despachar al astado de una certera estocada, lo que le sirvió para cortar las dos orejas.
Pasó a la enfermería para ser revisado, y volvió a salir para el sexto, con el que volvió a entregarse totalmente en varios derechazos de mucho temple, ajuste y parsimonia. Exprimió al máximo al astado, que, como sus hermanos, apenas se prestó al lucimiento.
Juan José Padilla, muy querido y aclamado como siempre en esta plaza, quiso ganarse al público colocando muy bien los tres pares de banderillas ya en el primer toro, con el que se esforzó mucho, puso voluntad, aunque poco lucido pudo sacar de un toro que no transmitió absolutamente nada.
Con el cuarto de la corrida, el Ciclón de Jerez no quiso irse de vació de la plaza de Huesca, y, aunque esta vez no cogió los palos. Entonces, el deseo y las ganas por agradar al respetable fueron máximas, echándose de rodillas y porfiando por ambos pitones con desplantes. Una buena estocada le puso en le permitió cortar una oreja.
José María Manzanares no tuvo suerte con su lote, pero también es cierto que en su primer toro ni lo intentó, abreviando ante la imposibilidad de armar faena ante un animal sin ánimo de embestir.
En el quito, segundo de su lote, se esforzó algo más, espoleado quizás por la entrega demostrada por sus compañeros de terna, en una faena en la que instrumentó muchos pases, pero dejando muy poco fondo.
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