
EFE | LA PATRIA | Palma de Mallorca
El diestro español Enrique Ponce volvió a impartir una clase magistral, esta vez en el amenazado coliseo balear de Palma de Mallorca (España), que el pasado jueves 4 de agosto pudo haber acogido su última corrida de toros, si nadie lo remedia ante voraces argucias jurídicas.
El valenciano sorteó en primer lugar un toro medio y apenas justo de todo, al que llevó en una faena de gran técnica. No hubo profundidad pero sí mucha suavidad y, sobre todo, belleza en la interpretación. Cortó una oreja.
En el cuarto se obró el milagro que solo Ponce y su consabido magisterio son capaces de llevar a cabo. Fue este ejemplar de Núñez de Cuvillo, un toro muy informal y descompuesto, al que el valenciano fue formando e instruyendo poco a poco, sobándolo por uno y otro lado. Le enseñó a embestir para llevar a cabo un último tramo de faena sublime que, tras la estocada, le valió para pasear el doble trofeo. Ese es Ponce en su viva expresión del toreo.
Sin suerte
José María Manzanares tuvo apenas tela para cortar con el lote más deslucido en conjunto, pues la suerte no estuvo de su lado. Su primero fue excesivamente blando para ensayar siquiera el toreo a media altura, y el cuarto se negó por el rotundo fruto de su manifiesta mansedumbre, rajándose además a las primeras de cambio.
El torero alicantino tuvo que mostrarse afanoso en dos proyectos de faenas que apenas pudieron tomar vuelo por breves instantes.
Técnica
Alejandro Talavante llevó a cabo una faena de auténtica maravilla a su primero, al que cuajó bien de capote y con el que instrumentó una labor de muleta en la que la naturalidad, la profundidad y la imaginación se conjugaron para dar visos de obra grande y maestra. El único lunar fue la falta de contundencia con los aceros, de ahí que todo se redujo en una solitaria oreja.
El sexto fue otro toro manejable al que Talavante exprimió de principio a fin en una faena premiada nuevamente con otro apéndice y que fue su pasaporte para acompañar a Enrique Ponce en la que sea posiblemente la última salida en hombros por la puerta grande la Plaza de toros de Palma de Mallorca, siempre conocida por sus habitantes taurinos como el Coliseo Balear.
En el Isla de Mallorca (que hace parte del archipiélago de las Islas Baleares), al oriente del mar Mediterráneo español, cursa una idea impulsada por el gobierno socialista de la ínsula que busca prohibir las corridas de toros. Una parte de la iniciativa represiva fue aprobada en febrero y la otra está sujeta a votación para el próximo otoño. Desde el 2006, la fiesta taurina se ha visto acorralada por los recientes gobiernos municipales de Palma.
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