LAURA SÁNCHEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Solferino Manizales en el buscador de Google no arroja resultados alentadores, ni fotos de lugares para visitar, ni el comedero más famoso, porque a muchas personas seguro ni les interesa ir a comer en Solferino. Sin embargo, sí puede encontrarse "De un balazo asesinan a joven en el Solferino" o "Por segundo día asesinaron en Solferino", lo de siempre, como dice el taxista que pasa por la Comuna Ciudadela del Norte y que procura estar atento por si algún pillo lo sorprende.
No obstante, agarrando a la esperanza de la mano, de esa que aún les queda, algunas personas de Solferino se resisten a vivir entre disparos y laberintos sin salida.
Huellas de vida es un grupo juvenil creado el 25 de agosto del 2006 en el popular sector. Antes por dos años había sido un grupo de integración para los niños, con el que hacían actividades para entretenerse. Fue una época en la que no tuvieron grandes logros, pero sí un romanticismo que les permitió seguir trabajando.
Estos jóvenes le apuestan a la paz en un barrio con épocas bajo fuego donde, según la Policía Caldas, solo en lo que va del 2013 mataron a 10 personas. Allí desarrollan proyectos como culturales, simbólicos, recreativos, propósitos para buscar otros espacios. Todo con el objetivo de que su comunidad algún día respire tranquilidad.
"Un día llegué y los del grupo estaban sentados en una mesa redonda y dijeron que estaba pasando algo y que debíamos actuar", dice Andrés Felipe Marín, fundador del grupo.
La preocupación de los jóvenes se debía a los seis homicidios en solo nueve días en la ciudad, de el 21 al 30 de octubre del 2006. Una riña en la que un hombre acuchilló a una persona de 18 años, y otro que asesinó a un habitante de la calle propinándole un tiro en la cabeza.
La paz todavía es posible
Andrés Felipe Marín lidera desde sus 17 años procesos juveniles en el barrio. Comunicando ando con mi comunidad, fue un proyecto sobre el periódico barrial Crónicas de vida, que se inició con ayuda de estudiantes de la Universidad de Manizales.
Allí relataban las historias de personas del barrio, desde la señora que vendía arepas hasta la modista de la esquina. No continuaron por la falta de presupuesto. Más tarde el periódico revivió, cambiando de nombre, con la ayuda de Viva Vós, fundación de jóvenes de la Comuna Ciudadela del Norte.
El objetivo es tomar espacios del barrio para hacerle frente a los problemas del sector. "Queremos hacer carteleras comunitarias que sean espacios de reflexión y de ideas comunes", explicó Andrés.
También tiene otro proyecto denominado Encontrándonos. Este pretende que jóvenes y niños reflexionen sobre las drogas, evidenciando los riesgos y las posibilidades de un consumo responsable.
El deporte ha sido otra salida a los problemas. Huellas ha realizado campeonatos de fútbol sin reglas, donde las faltas se cobraban con abrazos y mensajes de paz.
Hace por lo menos un año existía una escuela de formación deportiva femenina, pero su líder Jimmy Danilo Calle fue reclutado a principios del año por el Ejército Nacional. Ahora se encuentra en base militar de Tolemaida, en el municipio de Melgar (Tolima). Las Pumas, como se llamaba la escuela deportiva, dejó de funcionar.
Otra proclama de Andrés es la iniciativa Calles como espacios de interacción no violenta. A comienzos de este mes realizaron La calle de la solidaridad, donde los niños pintaron, comieron y cantaron para fortalecer los lazos comunitarios, y en dos semanas organizarán La casa del terror con las 38 personas que conforman Huellas de vida.
Doce grafitis distribuidos en paredes de casas del Solferino, expresan como los jóvenes luchan por mejorar la convivencia. Otras doce casas más están a la espera de ser pintadas por artistas.
Silencio, respeto por los muertos
Mientras conversaba sentado en el salón de la Casa de la Cultura de Solferino, Andrés señaló a los Terroristas por la paz, grupo de ocho niños entre los 9 y 13 años que pintaban carteleras para la marcha del silencio, el jueves pasado.
La movilización la convocó Huellas de vida. Ese día repartieron volantes con mensajes como: "Éste es un llamado a la solidaridad, porque aquí vivimos, aquí hemos crecido, compartido, soñado y reído juntos; somos gente buena, no nos permitamos negarlo. Ahora solo nos queda preguntarnos ¿Cuántos jóvenes serán asesinados para que reaccionemos?".
A las 7:30 de la noche unos 80 personas recorrieron las calles del barrio. Se detuvieron en las esquinas donde se sentaban sus familiares, vecinos y amigos asesinados, y donde hoy podrían morir otros. Con velas encendidas, camisetas blancas y carteleras que decían "No más violencia. Quiero vivir", se manifestaron jóvenes, madres y niños de Solferino.
Las calles se abrían para ellos y la Policía garantizaba tranquilidad durante la protesta. Patrulleros en motos y carros no fueron suficientes para mejorar la percepción de seguridad, porque al girar por la carrera 6 con calle 52 las personas no querían hacerlo.
Precisamente en una esquina de ese punto mataron a Pipe hace ocho días. El mismo Pipe que aparecía en las carteleras con un "Te extrañamos. Dios te guarde en el cielo". "Gracias a Dios no nos pasó", dijo una una señora.
A Felipe de 15 años lo mataron el 6 de octubre pasado cuando caminaba por las calles del barrio, comentó su primo, también menor de edad. "A Pipe lo pusieron a estrenar chaqueta y gorro del Once, también le llevaron mariachis al entierro", agregó.
Nuestras historias
La historia de Andrés no surgió de un sueño esperanzador. Su padre desapareció hace 13 años en Pitalito (Huila) y hasta la fecha no saben qué pasó con él. "Haber sido víctima de esta violencia no puede limitarme, por el contrario, me motiva a seguir trabajando", manifestó.
Se graduó en mayo este año de Trabajo social en la Universidad de Caldas y adelanta proyectos con su comunidad, apoyado de la Alcaldía Municipal y la Chec.
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