Rostros de vida para enfrentar la muerte

Fotos | Cortesía Verónica Ramírez | LA PATRIA Los billetes que recuperó Héctor Fabio Zapata. Los secó en la cama.

Domingo, Noviembre 4, 2012

Después de 5 meses encontró sus ahorros en la escombrera

Héctor Fabio Zapata, taxista de profesión, sueña con tener su taxi propio. Por eso ahorraba sagradamente lo que le sobraba del producido. Su mamá, María Ceneida García Zapata, era quien le guardaba el dinero. "Ella tenía una falda de color roja y negra y por dentro, en la pretina, coció con hilo una media y ahí ocultaba la plata que le daba, eran $5 millones los que llevaba guardados", contó Zapata.

Los planes de adquirir el amarillo iban viento en popa, tanto así, que Héctor contrajo matrimonio con su novia Luz Dary López Castaño el 29 de octubre del año pasado. Pero para seguir ahorrando decidió con su pareja seguir cada uno viviendo en sus hogares, mientras compraba el automóvil y así tener el producido propio.

El viernes 4 de noviembre de 2011 se reunió con su esposa, hermana, dos sobrinas y su mamá a ver el video del matrimonio, al día siguiente tenían en Villapilar una fiesta de cumpleaños de un sobrino, por eso al terminar de ver el video despachó para ese barrio a su sobrina Verónica Ramírez para que ayudara con la decoración de la casa donde se iba a realizar el festejo.

Esa noche en vez de entrarse para su casa decidió irse a dormir donde su esposa, lastimosamente no alcanzó a despedirse de sus familiares.

"Al día siguiente sentí un estruendo. Me desperté y cuando salí a la calle vi una nube de polvo, pero imposible arrimarse. Perdí a mi mamá, a mis hermanos Rosa Elvia y Jorge Eliécer, mis primos Daniel Jesús y Andrés Felipe Zapata y mi sobrina Paula Fernanda Ramírez".

También perdió sus objetos personales, sus sueños, sus proyectos y sus ahorros. Cinco meses después, debido a la insistencia de sus sobrinos a que ingresaran a la escombrera de Villac

armenza a buscar los ahorros y recuerdos, decidió entrar, luego de visitar los restos de sus seres queridos en Jardines de la Esperanza.

"Empezamos a caminar por los escombros y un sobrino encontró fotos, luego mi sobrina halló un carné de un compañero de la universidad que tenía guardado en el armario en el que mi madre tenía la falda con la plata. Después encontramos las piezas regadas de un vestido de baño y empecé a perder las esperanzas, porque sentí que todo estaba aislado".

Hasta que su sobrina Verónica Ramírez vio la falda que estaba sucia por el pantano y atrapada en la tierra. Al abrirla vieron que la media aún seguía pegada a la falda, gracias a las puntadas de su madre, así que comenzaron a escarbar hasta desenterrarla y encontrar en lo profundo de la media los $5 millones, invadidos por el pantano y algunos hasta podridos.

"Los encontramos gracias a mi abuela, porque cuando llegamos a la escombrera le pedía a ella que nos guiara ya que mi tío necesitaba esos ahorros", contó Ramírez.

Héctor viajó hasta la sede del Banco de la República en Armenia y allí logró rescatar $4 millones 600 mil de los $5 millones que su mamá le guardaba.

Tatuados con María Antonia

Mil 137 días vivió María Antonia Orozco Restrepo. Fernando Orozco tiene tatuada esa cifra en el brazo izquierdo, con el que intentó resguardar a su hija de 3 años cuando bajaba la avalancha de lodo y piedras.

"Un tatuaje es para toda la vida, así que llevo el recuerdo de mi hija para el resto de mis días", dice el joven de 23 años.

Mientras sube unas escaleras despicadas, al lado del terreno del derrumbe, recrea la última noche al lado de su única hija: "veníamos del supermercado, se sentó y me dijo: papá, toy canshada". Su voz se quiebra.

En ese brazo también está tatuado el nombre, "Antonia", y una rosa, pues a la pequeña le gustaba lanzar pétalos al aire. Otra actividad que le encantaba era jugar con piedritas en la calle, relata Daniela Restrepo, la mamá, quien tiene marcada en su espalda las huellas de dos diminutos pies, tomadas el 24 septiembre de 2008, cuando nació la niña. "Me tatué en diciembre del año pasado para recordar que fue un regalo", agrega la joven de 19 años.

La recuperación no ha sido fácil. La abuela y bisabuela maternas armaron altares en sus casas para no olvidar a "Anto", como la llamaban, pese a que algunos vecinos les dicen que se martirizan. Para ellos significa, sin embargo, el modo de mantener viva a quien les alegraba sus días con canciones y con un grito por la ventana de la casa.

"Soñé con ella la noche anterior al día de los disfraces. Entró al cuarto vestida de blanco y me dijo que me amaba", cuenta Fernando mientras muestra otro tatuaje, en forma de letrero. "Esto es hebreo y dice: ángel, espérame en el cielo".