José Jaramillo Mejía*
LA PATRIA|Manizales
Un día de febrero de 1960 llegué a Manzanares, acompañado del Jefe de Ventas de Bavaria S.A., en Honda (Tolima), don Arturo Mejía Duque, quien iba a entregarme la administración de la agencia de la cervecera.
Caía la noche cuando llegamos a Petaqueros y comenzó un aguacero que no cesó hasta el otro día. Virgen Santa, pensaba yo, ¿para dónde me mandaron?, mientras la camioneta de don Arturo serpenteaba por curvas interminables. Cuando llegamos al pueblo, encontramos que los pocos hoteles que había estaban copados. Nos sentamos en el café de don César Calderón a pensar qué hacer, mientras nos tomábamos unos aguardientes que pasábamos con tinto, para atenuar el frío. Como a las diez de la noche éramos los únicos clientes y nos dijo don César: "Yo me voy para la casa a dormir. Ahí les dejo la puerta ajustada, una botella de aguardiente y un termo con tinto. Seguramente mañana encuentran alojamiento".
Temprano al día siguiente vino a buscarnos don José Botero, dueño del Hotel Manzanares, para avisarnos que ya habían desocupado dos piezas. Esas fueron las primeras muestras que recibí de la proverbial cordialidad de la gente de Manzanares.
Inicié mi trabajo con el entusiasmo de un adolescente y paralelamente me integraba a la sociedad y participaba de todos los programas cívicos, sociales y culturales que se organizaban. Hasta de secretario ad hoc del Concejo Municipal oficié una vez, por ausencia del titular y a petición del edil-presidente, el abogado Elías Zuluaga. Y conseguí novia, Amanda Giraldo Giraldo, una colegiala que hacía parte de ese ramillete de muchachas hermosas del pueblo, caracterizadas por su belleza clásica, blanca y distinguida, adornada con el señorío propio de la gente con clase, condición innata que no requiere de formación en salones perfumados de nobleza. Era hija de don Marco Tulio Giraldo Duque y de doña Josefina Giraldo Ramírez, esta última hija de don Celso Giraldo, el dueño de la finca El Recreo. En enero de 1964 nos casamos y ese mismo año nos fuimos para el Valle y allí, en Cali y Buga, nacieron los tres hijos. Después de 19 años de matrimonio Amanda falleció en Manizales, donde nos habíamos radicado, cuando aún era muy joven.
Cabalgatas
Durante mi estadía en Manzanares con frecuencia se organizaban paseos a caballo, con veinte o más participantes, entre funcionarios públicos, gerentes de banco, comerciantes, jueces, autoridades… A mí siempre me prestaba una bestia don José Ramírez, quien tenía un almacén de ropa en la esquina de la plaza, en los bajos del Hotel Manzanares. En una de esas cabalgatas salimos, cuando apenas amanecía, por el barrio Lombo con rumbo a Las Margaritas, una hacienda cafetera propiedad en ese entonces de don Rubén Osorio y don Ricardo Hoyos.
Cada jinete llevaba en el bolsillo de los zamarros una media de aguardiente. Al medio día nos brindaron los anfitriones un fabuloso sancocho de gallina y después partimos para las playas del río Guarinó, a la finca del doctor Benjamín Gómez Duque, abogado, político liberal y ex senador de la República, quien se había refugiado en ese lugar a disfrutar el paisaje, servirles a sus vecinos y leer. Su charla era toda una cátedra. Subimos después por La Ceiba hasta Campoalegre, para continuar por la carretera principal hasta el pueblo, al que llegamos muy entrada la noche.
Repentismo
En otra oportunidad fuimos hasta El Higuerón, vereda del corregimiento de Bolivia (Pensilvania), a caballo desde Manzanares. Allá nos recibió el inspector, don Ramón Aristizábal, ofreciéndonos un suculento almuerzo típico acompañado de champaña que había encargado a Manizales, servido en una fila de mesas puestas a lo largo de la única calle del caserío, pulcramente vestidas con manteles blancos. A petición de mis compañeros pronuncié unas palabras para agradecerles al anfitrión y a su familia la hospitalidad. Cuando terminé, don Ramón le dijo a un hijo que lo acompañaba: "Hable también, mijo, que usted es bachiller".
De regreso, al anochecer, cuando subíamos a Bolivia, en una vuelta del camino se cayó de la cabalgadura Jorge Arango Velásquez, quien era gerente del Banco Cafetero en Manzanares, y rodó por entre un cafetal. Quienes iban más cerca se bajaron de sus bestias y comenzaron a llamarlo. Como no contestaba, bajaron un poco por la pendiente y lo encontraron sentado, recostado en el tronco de un guamo. "¿Por qué no contestaba, carajo?", le increparon. "Es que estaba verificando primero que estuviera vivo", contestó.
Un episodio memorable fue la visita a Manzanares del general Gustavo Rojas Pinilla, en campaña política, cuando aspiró a la Presidencia de la República por el camino de la urnas, después de haber sido dictador. El candidato del Frente Nacional era Guillermo León Valencia. La comitiva del general fue a pedirle alojamiento a don José Botero, dueño del Hotel Manzanares, conservador y laureanista hasta los huesos, quien se negó a recibirlos. Varios inquilinos del hotel y usuarios del restaurante lo convencimos de que los atendiera y, no sólo eso, sino que les facilitara un balcón para sus discursos, invocando que él estaba muy pobre para darse el lujo de rechazar una comitiva que le podía dejar una plata muy buena y que esa actitud contradecía la proverbial cordialidad de Manzanares. Finalmente accedió, claro, de mala gana.
El general-candidato exhibía en todas sus intervenciones públicas la famosa dialéctica de la yuca, mostrando en sus manos unos tubérculos con los que aseguraba que iba a acabar con el hambre en Colombia.
Cuando iban a comenzar los discursos del exdictador y sus acompañantes, asomó por la calle debajo de la plaza una caravana de carros, en los que venían, entre otros, Silvio Villegas y Augusto Ramírez Moreno, para hacer una contramanifestación, en apoyo a la candidatura del doctor Valencia, y se instaló en la casa de don José Noé Bedoya, en el otro extremo de la plaza.
El alcalde era un uniformado, el mayor de la policía Hugo Ortiz Prada, quien en previsión de una refriega de proporciones incalculables tiró un cordón de policía por la mitad de la plaza, separando las dos manifestaciones.
Cuando terminaron los discursos de Rojas Pinilla y sus amigos asomó Silvio Villegas al balcón de la casa del señor Bedoya y con el estilo oratorio, brillante, pero incendiario que lo caracterizaba, y con su característica vocalización, dijo: "Yo no creo que los godos de Manzanares, que bebieron la doctrina en las fuentes de Caro, Cuervo y Mariano Ospina Rodríguez; y que han seguido las directrices de Laureano Gómez, Ospina Pérez y Alzate Avendaño, vayan a dejar los caminos que estos les señalaron por seguir las huellas de un sargento analfabeta. Pese a las buenas intenciones del mayor Ortiz, el pueblo se prendió. Y los liberales, que no éramos arte ni parte en el asunto, nos escondimos".
Espanglish
En la época de mi estadía en Manzanares funcionaba allá una trilladora de café, propiedad de la multinacional American Coffee Corporation, cuyo gerente era don Bertulio Mejía Henao. Alguna vez anunciaron que venía a Colombia el presidente de la empresa en Los Estados Unidos, Míster Foster, y que visitaría a Manzanares. Don Bertulio movió a toda la sociedad para hacerle un recibimiento apoteósico y se dedicó con sus hijos, estudiantes de bachillerato, a practicar algunas expresiones elementales en inglés. Se llegó el día y partimos en una cabalgata multitudinaria, además de numerosos carros, al encuentro de la comitiva en Campoalegre. Adelante iba don César Calderón en su imponente caballo, uno de los ejemplares de paso colombiano más hermosos que yo haya conocido. Como al mediodía asomó la caravana en la que venían funcionarios de la multinacional, con Míster Rector, el gerente general para Colombia a la cabeza, y el esperado personaje. Cuando se detuvieron los carros frente a los entusiastas anfitriones, apenas se bajó de uno de los vehículos el imponente gringo, se dirigió a él don Bertulio, sombrero en mano, y extendiéndole la diestra le dijo: "Wellcome to Manzanares, míster Foster". Y éste le contestó: "Quiubo, Bertulio, ¿cómo estás?"
Este muestrario de recuerdos es una mínima expresión del afecto que desde entonces le he tenido a Manzanares, de cuya suerte siempre estoy pendiente, con un cariño inalterable.
Manizales, junio de 2013
El autor
José Jaramillo Mejía es escritor y columnista de LA PATRIA. Entre otros ha escrito los libros:
A mitad de camino (1980)
¿Qué hay por ai? (1983)
El éxodo (1993)
Coloquios de Berceo con Florentino (con Bernardo Cano García) (1995).
Personajes, hechos y épocas de la historia (2000)
Los Azucenos (2001)
José Restrepo Restrepo - semblanza de un patricio (2010)
Eduardo Arango Restrepo - Con las velas desplegadas (2013)
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