Ahora que los papas Juan XXIII y Juan Pablo II ascenderán a los altares de la Iglesia católica como santos, el banderillero manizaleño Rodrigo Arias Palacio, el Monaguillo, quien fue corneado el año pasado en la plaza de La Macarena, de Medellín, sigue convencido de que Juan Pablo le salvó la vida.
Una medalla que Claudia Cardona Gutiérrez, su esposa, le regaló en diciembre y que llevaba en el pecho cuando sufrió el percance evitó que el pitón penetrara y le dañara el corazón. En un lado aparece Juan Pablo II con un golpe evidente y en el otro está intacta la virgen de Guadalupe. Aunque la cornada más grave le dañó el intestino y la uretra, la peor molestia física la siente en el esternón, que quedó tan resentido con el pitonazo contra las tablas que respirar le duele.
Este testimonio demuestra la devoción que muchos católicos le profesan a Juan Pablo II, mucho antes de que fuera proclamado santo.
Ambos pontífices, cuya bondad y carisma hizo que tras su deceso se solicitara su beatificación por aclamación, han atravesado en los últimos años un complejo proceso de canonización, requisito sine qua non para ser santo católico.
Según Hernán Alejandro Otero, director de Humanidades de la Universidad de La Sabana, en el caso del italiano, el papa Francisco, en el 2013, decidió decretar su santidad, a pesar de que aún no se había certificado un segundo milagro.
No fue el caso de Wojtyla, quien intercedió, según la Iglesia, en la curación de una mujer costarricense aquejada de un grave aneurisma cerebral por el que los médicos le habían dado solo un mes de vida.
Esta mujer, Floribeth Mora Díaz, que participará en la ceremonia, aseguró que escuchó la voz del papa polaco diciéndole "Levántate, no tengas miedo" cuando se encontraba interna en un hospital y, tras estas palabras, comenzó su curación, inexplicable para la ciencia.
Después de superar todas las exigencias del Vaticano, el mundo será testigo de unas canonizaciones extraordinarias que darán a los católicos de todo el mundo dos nuevos santos a quienes venerar.
Para el experto en Derecho canónico Hernán Olano, Juan XXIII, elegido para ser un pontífice de transición, se convirtió en un papa revolucionario para la Iglesia al convocar el Concilio Vaticano II y en el "papa bueno" venerado por los fieles.
Agrega que la muerte de Roncalli estuvo acompañada de un intenso fervor popular que pedía su proclamación como santo sin pasar por un proceso, pero su causa de canonización se fue quedando atascada en la llamada "fábrica de los santos" hasta la llegada del actual papa Francisco.
"Era un hombre capaz de transmitir paz, una paz natural, serena, cordial, una paz que con su elección se manifestó al mundo entero", señaló Francisco al hablar de Roncalli, de quien también destacó su espíritu dialogante y diplomático.
Hay que tener en cuenta que Juan XXIII llegó al papado en 1958, con 77 años, para suceder a Pío XII, y al inicio de su pontificado decidió hacer tres anuncios importantes: "Convocó a un Nuevo Concilio ecuménico de la Iglesia, que empezó en octubre de 1962, reformó las normas del Código de Derecho Canónico, con la participación de todas las diócesis del mundo en la elaboración del Código y convocó a un sínodo de la Iglesia de Roma".
Agrega que son tres puntos importantes, bien por la Guerra fría, por las relaciones polarizadas norte-sur, occidente-oriente que hacen significativo el trabajo de Juan XXIII durante sus cortos años de pontificado, "que luego dan fruto en el pontificado de Juan Pablo II, al que le correspondió toda la reglamentación".
Para Olano es claro que no se esperaba que ese papa bonachón planteara esos cambios, "él sorprendió, pero gracias a ello se convirtió el papa revolucionario que luego fue sucedido, con un pontificado de por medio, por Juan Pablo II, víctima del totalitarismo directamente".
El experto asegura que para los fieles católicos, el "papa bueno" fue aquel que se asomó por sorpresa el 11 de octubre de 1962, mientras se celebraba la apertura del Concilio, y pronunció el famoso y poético "Discurso de la luna".
"Cuando volváis a vuestros hogares, vuestros niños estarán durmiendo: acariciadles sin despertarles y explicadles después que era la caricia del papa", improvisó en un discurso que pasó a la historia.
Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y autor de varios libros sobre la historia de los papas, resumió el camino a la santidad de Juan XXIII: "No necesitó un segundo milagro porque su milagro fue el Concilio Vaticano II".
Tras un rápido proceso de canonización, aunque los fieles ya lo habían ascendido a los altares tras el "santo subito" (santo ya) que tras su muerte, el 2 de abril del 2005, resonó en la Plaza de San Pedro.
La fecha de la canonización, elegida por el papa Francisco es el primer domingo después de la Semana Santa, cuando la Iglesia católica celebra la Divina Misericordia, una fiesta que instituyó el propio Wojtyla.
Por eso, según Olano, reitera que para ambos, Juan Pablo II y Juan XXIII, la misericordia era la clave de sus vidas.
Una cosa que marca el comienzo del pontificado de Juan Pablo II fue la lucha por la libertad, cuando pronunció: "No tengáis miedo", que sorprendió a algunos porque no la incluyó en el escudo de su pontificado, que sí decía "Totus tuus" hacia la virgen, lo que demuestra su devoción mariana.
Agrega que esa primera frase se puede aplicar, cuando en 1983 estuvo en visita pastoral en Haití. "El lema 'algo tiene que cambiar', fue pronunciado por el papa cada vez con voz más enérgica, hasta que Dubalier le solicitó que en su discurso de despedida le baja al tono, a lo que el papa dijo: Coincidimos, porque aquí algo tiene que cambiar", lo que se ve como la semilla de revolución que llevó a la democracia en esa pequeña isla".
También destaca el diálogo con los musulmanes y los judíos y definir a estos últimos como hermanos mayores en la fe. "Fue el que propició el encuentro de Asis, en el que estuvieron líderes religiosos de 12 religiones distintas, fue el primero que besó un Corán y entró en una mezquita, lo que demuestra que la Iglesia es universal y ecuménica".
También resalta que fue el primer papa que escribió a la mujeres y las invitaba a reflexionar sobre su responsabilidad personal, cultural, social y dentro de la Iglesia.
"Se ideó la Jornada Mundial de la Juventud y por último destaca que siendo un papa debilitado por la enfermedad, mantuvo su actividad hasta el último momento y convirtió ese dolor en una enseñanza para un mundo que apostaba por la cultura del descarte, desde la eutanasia, el aborto, lo que también ha tenido muy en cuenta el actual papa".
* Juan XXIII: 3 de junio.
* Juan Pablo II: 2 de abril.
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