MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
María Aidé Herrera Hernández sintió que preparaba con más amor que nunca un arroz con pollo y un consomé para el almuerzo de su familia. Estaba, como todos los días en la mañana, en la cocina de su casa del barrio Bosques del Norte.
Ya no recuerda exactamente hace cuánto tiempo sucedió, dice que ha pasado más de un año, pero lo que mantiene grabado en la mente es la imagen de la mujer que ese día tocó a su puerta, temblando de frío, para pedirle algo de comer.
La vio y no sintió miedo de abrirle, invitarla a entrar y sentarla a la mesa a que compartiera los alimentos con los miembros de su hogar.
"Quedó feliz, pero me dijo: hoy estoy cumpliendo años y nadie se acordó de mí. Le respondí que alguien sí se había acordado de ella, Dios era el que la había invitado a almorzar, no yo". Para María Aidé la obra que ella hace es de Dios, que la mueve a actuar de esta manera con quien toque a su puerta.
Apoyo de Dios
Como si fuera un ángel custodio siempre prepara más comida, por si alguien llega a solicitarla. Segura de lo que hace, dice que aunque le pidan plata nunca la da. La mano que extiende es para dar de comer al hambriento, como lo señalan las obras de misericordia.
María Aidé, de 41 años y nacida en Marquetalia (Caldas), ora todos los días como su religión cristiana se lo requiere. Lleva 22 años de casada, tiene tres hijos, y aunque algunos miembros del hogar no estén tan convencidos de lo que hace y la tildan de confiada, para ella Jesús es el que los protege.
Le parte el alma ver las necesidades de algunas familias en la Comuna Ciudadela del Norte, donde el hambre es protagonista en cocinas y mesas. La mujer a la que por primera vez le dio de comer le dijo que iba para el barrio Solferino, pero nunca regresó a pedirle ayuda.
Su sazón la conocen diferentes personas, tiene algunos comensales que siguen tocando a su puerta, en especial adultos mayores de San Sebastián y de otros barrios de esta Comuna.
Una familia que ha recibido el apoyo de María Aidé reconoce la labor que cumple. El hogar lo integran 10 personas, 4 menores de edad, que se acomodan en unos tres cuartos improvisados; ningún adulto cuenta con trabajo estable para sostenerse, aunque reconocen que Dios no desampara a nadie y que Aidé les tiende la mano.
En las aulas
Las dificultades de esta zona de la ciudad se evidencian también en las aulas de clase de varios planteles. Rectores y docentes se las ingenian para ayudar, como lo hace María Aidé, a estudiantes de escasos recursos.
En el Liceo Mixto Sinaí, por ejemplo, mantienen bolsas con ropa y comida para atender las necesidades de los alumnos, y más por estos días de inicio de clases, cuando todavía las ayudas escolares que aporta la Alcaldía de Manizales no se han puesto en marcha, a pesar de los anuncios oficiales.
Dicen que la semana pasada una niña se desmayó del hambre con la que llegó a estudiar. En su casa no tenía qué comer. Entre directivas y docentes recogieron plata y le pagaron alimentos en una cafetería cercana. Otra pequeña usaba una camiseta raída, y acudieron a la bolsa de la ropa para entregarle un vestuario más digno.
"La Comuna ha tenido inconvenientes históricos por la pobreza y los problemas sociales, y así existan subsidios, el impacto no se ve reflejado", argumenta Juan Manuel Dussán, rector del colegio.
Calculan que la malnutrición puede estar afectando a unos 42 niños de esa sede educativa, que representan el 5% de los 844 matriculados en el 2013. Esto lleva a tener niños con bajo peso, manifiestan problemas de aprendizaje, no rinden en las aulas, siempre están desmotivados y fatigados, dice el rector.
Por eso estos primeros días son de clases más suaves y la exigencia no puede ser tan fuerte; la esperanza es que lleguen las ayudas municipales a través de programas de nutrición.
Carlos Humberto Orozco, secretario de Salud Municipal, dijo que mañana empezará el Programa de Alimentación al Escolar (PAE) que operará Cooasobien, contrato suscrito con el Municipio por $2 mil 211 millones para proporcionar desayuno a 21 mil 448 escolares y 195 cupos de almuerzo diario a niños desplazados.
El programa de almuerzos no se contrató directamente el año pasado, como se hizo con el PAE, pues Salud no contaba con los recursos. Ahora tendrán que abrir una licitación pública, que esperan tener adjudicada a mediados de marzo para aportar almuerzos a por lo menos 3 mil 500 escolares de primaria. "Se priorizará la población rural. Con Nutrir se programa que entreguen otros mil almuerzos para poder desplazar la ayuda a zonas más periféricas".
Por estratos
Los efectos de las familias disfuncionales también hacen presencia en las vidas de algunos pobladores. Directivas de varios planteles hablan de alumnos con padres adictos a sustancias alucinógenas que los dejan solos durante días e incluso meses; otros que llegan golpeados por la violencia intrafamiliar; algunos con acudientes diferentes a los padres, como amigas de la mamá, a quienes les dejaron a cargo a los menores de edad.
Hay niños que trabajan, aunque lo prohíba la ley. Se sabe de quienes venden dulces en los semáforos, ofrecen discos compactos por las calles, otros que laboran como ayudantes de construcción, entre otros oficios. Una estrategia de choque contra estas situaciones ha sido la jornada escolar extendida, de la Alcaldía, y también los convenios con universidades y el Sena para entregarles otras opciones a los alumnos.
El rector del Sinaí dice que "hay gente realmente llevada" y que la población se podría clasificar en estratos uno, dos y tres. Estos últimos que viven "acomodados" gracias a su trabajo independiente o a que sus hijos ya son profesionales y les ayudan, los del dos que son los asalariados que viven de un mínimo, y los del estrato uno que a duras penas desempeñan un oficio, como cuidar carros en las calles, para recoger algo y al menos pagar un arrendamiento y servicios públicos.
El esposo de María Aidé algunas veces se estresa pensando que el dinero no les alcanzará, pero ella, siempre acudiendo a Dios, asegura que Él los bendice y los apoyará para seguir dando de comer al que toque su puerta. Los docentes y directivas del Sinaí tampoco dudan en seguir apoyando a sus alumnos, hay amigos que les aportan ropa o alimentos para los desprotegidos escolares de la Ciudadela del Norte.
Testimonio
Estela Morales es madre de tres hijos: 10, 8 y 5 años. Vive en una pequeña casa del barrio Sinaí con sus padres, está sin trabajo y el único ingreso es la pensión de salario mínimo de su papá, con la que deben sobrevivir cinco personas, pues su hijo de 8 años se lo llevó un hermano a vivir al barrio Nevado, y así solventar las cargas.
El mayor de los hijos tiene un problema de comportamiento y no cuentan con recursos para que lo traten. "Es hiperactivo, coge las cosas que no son de él. A sus 10 años está en tercero de primaria y ya lo han sacado del colegio. Este año volvió a estudiar, pero la situación es dura, a veces se tienen que ir para el colegio con muy poco en el estómago", narra Estela.
En ocasiones, agrega esta mujer, se va a buscar mercado y ropa para los hijos en los barrios San Cayetano y La Carola. Ella está vinculada al programa nacional Familias en Acción, que le paga un subsidio de $60 mil por cada hijo, es decir $180 mil cada dos meses, que dice le sirven para comprarles lo que los hijos requieren.
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