Albert Oppong-Ansah
IPS | LA PATRIA | Denugu (Ghana)
Que los bancos den la espalda a las mujeres, sobre todo si son pobres y viven en zonas rurales, no es ninguna novedad. Pero sí es nuevo que esas mujeres se organicen y creen su propia cooperativa bancaria, como está ocurriendo en el norte de Ghana.
Dunwaa Soayare, una pequeña agricultora de 45 años, viuda y con cinco hijos, no podía obtener créditos en las instituciones bancarias de este país.
No podía dar tres comidas diarias a sus hijos, y mucho menos pagarles sus estudios. Pero su vida cambió cuando se integró al Grupo de Mujeres Asong-taaba, cooperativa situada en Denugu, en la región Alta Oriental.
No solo pudo abandonar la choza de barro en la que vivía con su familia y mudarse a una casa de ladrillos que ella misma construyó, sino que también pudo asegurar una educación terciaria a sus hijos. Dos de ellos ya son maestros.
“Aparte de poder encargarme de la educación de mis hijos, amplié mis cultivos de media hectárea a dos. Ahora planto una hectárea de maíz, media de mijo y otra media de maní”, dijo.
Soayare explicó que cosecha 15 sacos de 84 kilogramos por hectárea, que vende a 70.000 cedis (380 dólares), un muy bien precio.
La cooperativa creada en el 2008 pudo juntar 5.000 dólares en el 2013 gracias a la contribución semanal de sus 25 integrantes, casi todas agricultoras y encargadas de mantener a sus respectivas familias.
Socias
Cada lunes, las mujeres se reúnen bajo un árbol de karité y pagan sus aportes, que varían entre 50 centavos y cinco dólares. Como socias pueden solicitar un préstamo para financiar negocios alternativos si sus cultivos no dan los resultados esperados.
Soayare y su familia ya no son vulnerables en las épocas de escasez. “No sé qué habría hecho sin esta iniciativa de ahorros”, señaló.
Solomon Atinga, gerente de programas en la Estación Agrícola Presbiteriana en Garu Tempane, otra cooperativa de Care International, estima que la iniciativa se ha expandido a 100 comunidades del distrito y que ha tenido un impacto positivo en la vida de las mujeres, que ahora pueden cuidar a sus hijos y mantener a sus familias.
“Se trata de un proyecto pequeño con un impacto grande. Aun siendo pobres, podemos ahorrar. Lo mínimo que recolecta un grupo asciende a fin de año a 2.000 dólares”, dijo.
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