LAURA SÁNCHEZ
LA PATRIA | MANIZALES
A los 22 años y con la destreza de un veterano, Jairo Andrés Orozco puede mirar a los ojos de su interlocutor para conversar sobre su oficio como fabricante de colchones, mientras calcula por cuartas, que mide con su mano abierta, su próxima puntada.
Cada una de ellas las acordona con hilo de polipropileno que define la calidad del colchón terminado, mientras dice que su función es una de las fáciles en el negocio. Él puede acordonar por lo menos 30 forros de colchones en un día, que don Antonio, propietario de Colchonería La 26 en la calle 26 con carrera 19, le paga a mil pesos la unidad.
Desde hace cuatro años vive en la ciudad y trabajaba para La 26, porque siendo oriundo del Tolima, decidió trasladarse a Manizales para estudiar ingeniería eléctrica en la Universidad Nacional. Con el trabajo de la colchonería, Jairo paga sus gastos de estudios.
El arte de los colchones como dice Antonio Arango, dueño de la colchonería de algodón, se ha reducido por el ingreso al mercado de la espuma que desplazó el trabajo manual por las láminas livianas. También redujo la venta las malas prácticas de otros colchoneros que reciclaban diferentes materiales para rellenar. En el 2007 prohibieron a los fabricantes colombianos usar como materia prima los materiales reciclados, debido a los hallazgos de colchones mal fabricados y tras peticiones presentadas por Fenalco en la época.
Por eso el negocio en Manizales se resiste a desaparecer y lucha por aprobar cada norma de sanidad impuesta por la Secretaría municipal de Medio Ambiente.
Pero no todos los negocios de fabricación artesanal logran sobrevivir con la venta del colchón de algodón. Colchonería Motato, carre 19 con calle 24, necesitó ofrecer servicios adicionales para sostenerse en el mercado, aún teniendo más de 50 años de existencia en el sector. Cristóbal, segunda generación de la familia Motato, logró reorientar el trabajo de su padre para empezar a fabricar con espuma y resortados, y hacer reparación de muebles.
Las ventas continúan
La fabricación de colchones depende de la época. En la Colchonería La 26 en temporada de cosecha de café, los pedidos aumentan porque son utilizados por los recolectores.
Ahora La 26 tiene un pedido de por lo menos 400 colchones de algodón para varios clientes de fincas. También elaboran colchones con diseños especiales a petición del cliente. Dice Antonio que los diseños son curiosos, en especial, los colchones con figuras geométricas o para mascotas.
En Motato el negocio se debe ayudar con la fabricación y restauración de muebles y la tapicería, porque la venta de colchones resortados no permite que sea rentable, aunque prefieran fabricar estos en vez de los de espuma. De la colchonería viven además de Cristóbal, su hijo Camilo y su familia, y seis empleados más.
Relevo
Antonio lleva por lo menos 30 años en el negocio, que al inicio fue administrado por su esposa después de comprárselo a un tío. Luego la empresa Tejidos Única, donde trabajaba Antonio, cerró y desde hace 10 años está al frente de los detalles de los colchones. Tiene cuatro trabajadores: Jairo el estudiante, Octavio y los hermanos John Jairo y José Asdrúbal que rellenan los colchones.
Por el relleno de los colchones grandes reciben 5 mil pesos y por los pequeños 1 mil 500. En un día pueden ganar hasta 40 mil pesos. John Jairo y José aprendieron el oficio de su padre, y esta tradición de rellenar bien los colchones es un valor agregado que conserva la marca, dice don Antonio.
A sus 62 años Antonio afirma que el oficio ha sido traído a esta zona por personas que estaban interesadas en montar su propia fábrica, fueron ellos los que enseñaron las técnicas de acordonado y relleno y así aprendió.
A Jairo le enseñó su tía, quien también tenía una colchonería en el sector. Camilo aprendió el oficio de su padre, Cristóbal, y a él le enseñó el suyo, quien hasta el último día de vida llevaba en su espalda un colchón hasta la plaza, cuando regresó tomó un vaso de agua y murió de un infarto al corazón.
Del algodón hasta el colchón
El algodón para la fabricación de los colchones llega de Medellín. En la colchonería de Antonio Agudelo se procesa a través en la máquina abridora del algodón que lo deja de la textura y calidad que se necesita para introducirse dentro de la tela, la cual cose él mismo en sus eternas máquinas Pfaff y Singer que lo han acompañado por más de 25 años.
"Así el colchón puede durar toda la vida", afirma Antonio. También venden algodón a otras empresas como Colchonería Motato.
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