A la candidata del Polo, Clara López, la describen como la mujer leal a su ideología, inteligente y muy preparada. Del candidato Enrique Peñalosa cuentan que la obsesión con las ideas es tal, que tiene una libreta en el baño por si, mientras se ducha, lo visita la revelación. De Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador, aseguran que es incansable, intensa y que las mujeres y los niños la obsesionan. Hechos.
El Colombiano | LA PATRIA | Medellín
El fantasma del exalcalde Samuel Moreno todavía corretea a Clara López. La persigue. A veces ataca como animal feroz y otras veces puede pasar desapercibido. La historia se resume en que cuatro años después de ser su secretaria de Gobierno le critican no haber saltado a tiempo de ese barco que se hundió.
A pesar de esto, hasta sus contradictores aceptan que el nombramiento de Clara como alcaldesa, en junio de 2011, le llevó tranquilidad a Bogotá. Más allá de si tomó o no decisiones importantes, sus críticos aplauden que logró recuperar la institucionalidad que se había perdido.
Su amigo y expresidente del Polo, Carlos Gaviria, dice que en esos seis meses Clara logró apartarse del sello de Moreno, aunque acepta que esos dos años le perjudicaron su carrera política y pública.
Para Gaviria, Clara ha cometido otros errores más sonoros que el de estar en el gobierno de Moreno, ya que según él, durante esos años ella actuó bajo el principio de inocencia. "A mi juicio, el gran error de Clara fue elegir a Aída Avella como su fórmula vicepresidencial. Era el momento de atraer votos de otros sectores políticos inconformes con el gobierno actual y con Uribe. Además, una cosa ha sido el Polo y otra la Unión Patriótica, ya que la UP tenía afinidades con la guerrilla y el Polo siempre quiso desmarcarse de la lucha armada. Ese fue un error".
La tesa
Ahora bien. La hoja de vida de Clara está marcada por una ruta académica brillante. Es intachable. Es preparada, inteligente, tesa, muy tesa. Conciliadora al extremo. Prefiere comprar libros que ropa. Se come las uñas y hace muchos años no sale de compras a un centro comercial.
La visión que tiene su esposo, Carlos Romero, del trabajo de Clara cuando fue concejal de Bogotá, siendo ambos de partidos contrarios, define el talante y el compromiso social de la candidata del Polo.
"Es una mujer progresista. Yo la vi haciendo sus debates en el Concejo, emulando conmigo y nunca defendió una causa injusta. Siempre estuvo del lado del desposeído, del necesitado, de las necesidades de la ciudad, entonces eso me mostró que había una descendiente de los López diferente".
El hecho de pertenecer a una familia de clase alta no la libró de conocer el dolor y la tragedia de tener que abandonar el país, como producto de las amenazas en contra de su esposo. Por eso pasó un buen tiempo exiliada en el exterior.
Allí demostró de lo que está hecha esta bogotana, amante del vallenato y de tardes enteras compartiendo libros con su esposo. Clara tiene hoy el sueño de convertirse en la primera mujer que llega a la presidencia y, de lograrlo, conquistar para la izquierda un lugar que hasta ahora parece lejano.
Cargos
Se inició en el Nuevo Liberalismo liderado por Luis Carlos Galán. En 1986 se vincula a la Unión Patriótica apoyando la candidatura presidencial de Jaime Pardo Leal. En 1988 fue candidata a la Alcaldía.
Sí, es verdad que Enrique Peñalosa mantiene a su alcance una caja de colores —como publicó Juanita León en un perfil para La Silla Vacía—, pero también mantiene en el bolsillo de su chaqueta tres, cuatro, cinco libretas pequeñas en las que escribe las ideas que se le vienen a la cabeza. La obsesión con las ideas es tal, que tiene una libreta en el baño por si, mientras se ducha, lo visita la revelación.
Zoraida Rozo era secretaria de Peñalosa cuando fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia y también lo acompañó en la Alcaldía como secretaria general y después en las campañas al Senado y la administración Distrital, todas perdidas. Zoraida cuenta que el exalcalde también tiene en su escritorio de trabajo libretas más grandes y de rayas en las que escribe cada cosa con un color diferente, como para engañar al olvido, como si se tratara de una estrategia para la recordación.
Las ideas de Enrique Peñalosa, se sabe, le han valido ser un prestigioso consultor internacional en urbanidad por lo que significó su Alcaldía (1997-2000), en la que empezó las obras de Transmilenio para descongestionar las calles de una Bogotá caótica que se adelantaba a lo que hoy se vive en otras ciudades; por las ciclorrutas que significaron una revolución en movilidad; por la construcción de colegios, jardines infantiles y bibliotecas, sobre todo, en barrios periféricos de la capital.
Aspiraciones
La única participación formal de Peñalosa por un partido tradicional fue en 1989, cuando dejó de vender tomates en un Renault 4 a la salida de un supermercado, y se convirtió en candidato a la Cámara de Representantes. Fue elegido por el Partido Liberal, pero ese Congreso no terminó su periodo legislativo por la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. Para las elecciones presidenciales de 2006 quiso ser candidato por los liberales, pero estos se unieron a la reelección de Uribe.
Sus otras aspiraciones democráticas han estado marcadas por el voto de opinión con los movimientos "Por la Bogotá que soñamos" y "El país que soñamos", por lo que no se ha encasillado en corrientes tradicionales, lo que algunos critican.
"Más que el mejor programa de gobierno, porque todos los candidatos dicen que tienen el mejor, la diferencia está en que Enrique ya ha hecho lo que propone, no miente. Todas las promesas que hizo como alcalde las cumplió. En el último debate Óscar Iván Zuluaga dijo que haría colegios y Enrique le preguntó si sabía cuánto valía uno, Zuluaga dijo que no, ahí está el detalle: Enrique sí sabe", asegura su esposa Liliana.
Enrique Peñalosa persigue las ideas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, dicen los que con él han trabajado. En su carrera democrática han sido más las derrotas.
Marta Lucía Ramírez ha renunciado dos veces a cargos públicos y sus salidas han estado en las primeras páginas de los periódicos. A esto se le suma que, durante las últimas dos décadas, ha dado tres saltos mortales de los que ha salido sin raspaduras.
Primer salto mortal. En 1990 ingresa a la política de la mano del liberalismo. Un tiempo después militó en las toldas conservadoras, luego se matriculó en el Partido de la U. Les hizo guiños en el 2009 a "los Verdes" cuando se conformó el equipo de los "Quíntuples". Hoy es conservadora y por ese partido busca la Presidencia.
Segundo salto mortal. En la Presidencia de César Gaviria fue la directora del Incomex y viceministra de Comercio Exterior. En la de Andrés Pastrana fue ministra de Comercio Exterior. En la de Álvaro Uribe, ministra de Defensa. Esta seguidilla de jefes la cuestiona el mismo amigo, quien un día valientemente le preguntó: "¿Marta, explícame cómo una persona tan inteligente como tú puede trabajar con Gaviria, con Pastrana y con Uribe?". Ella sonrió.
Tercer salto mortal: aceptar ser ministra de despachos que, según los más avezados, no han sido su fuerte. Sabe de economía y es amiga de empresarios, pero no es experta en cifras. Tampoco domina los temas de seguridad y los militares la quieren tener siempre lejos.
Sensibilidad social
Incansable. Intensa. Madrugadora. Maternal. Puntual, muy puntual. A veces histérica, a veces no tanto. El tiempo libre es para su hija María Alejandra y para Álvaro Rincón, su esposo. El almuerzo siempre será mejor si lo sirve su mamá, doña Alba.
La última vez que Natalia Morales, su jefe de prensa, la vio llorar, fue en Buenaventura, cuando comenzó a saludar a la gente y a medida que caminaba por los barrios del puerto se descomponía. Cuando se montó en el carro comenzó a llorar mucho, parecía una niña chiquita. "¡Qué impotencia ver esta realidad y no poderla cambiar…", comentó.
Las mujeres y los niños, dice Natalia, la obsesionan. Su calidad de vida, su educación y su salud son tareas que para Marta Lucía siempre estarán por hacer.
Y por su carácter firme, renunció dos veces. Lo hizo con todas las cámaras de los noticieros encendidas. La primera en 2002 cuando fue ministra de Defensa. Todos lo sabían: Marta Lucía aceptó ese cargo sin saber nada de guerra y por eso fue muy fácil ganarse el rechazo de las tropas. El cambio más complejo que hizo durante esos meses fue el proceso de centralización de las compras del Ejército.
En agosto del 2009, en la plenaria del Senado, ante todo el país, anunció que dejaba su curul, obtenida con 68.000 votos, porque quería ser presidenta de Colombia. Desde ese año, Marta Lucía trabaja en ese objetivo. Su obsesión: convertirse en la primera mujer presidente de un país que, en sus palabras, le duele
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