LA PATRIA | MANIZALES
Las guerrillas, al comienzo tan queridas y hoy tan repudiadas. Así lo indicó ayer Alejo Vargas, profesor de la U. Nacional sede Bogotá y director del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la institución, quien ofreció una conferencia sobre la historia del conflicto armado colombiano y el posacuerdo.
Ocurrió en la Cátedra por la Paz, de la U. Nacional, en donde se escucharon datos tan reveladores como que el M-19 alcanzó un 30% de acogida entre el pueblo colombiano en su mejor momento. Grupos armados al margen de la ley que se autoproclamaron como defensores de los oprimidos.
“¿Cómo se llega a la mala imagen que tienen hoy?”, se le pregunta. “Estas guerras son políticas, entonces la información juega un papel relevante. La guerrilla se vendía como defensora del pueblo, y el Gobierno la calificaba como su enemiga. El último fue más exitoso en esa tarea, junto con factores que influyeron, como el discurso antiterrorista tras los atentados del 9-11 y el narcotráfico como vía de financiamiento en el plano nacional”, afirma.
¿Esto perjudica las nuevas intenciones políticas de las Farc?
No será fácil ganar audiencia para los nuevos partidos que surjan. Ojalá les vaya bien y que tengan algunos representantes, aunque de ahí a que ganen, lo veo lejos. Como decía el expresidente Virgilio Barco: que dejen de echar balas y empiecen a echar babas, en referencia a los discursos del plano político.
¿Ve imposible un triunfo de la izquierda?
Falta mucho tiempo para que las fuerzas de izquierda triunfen políticamente en Colombia. En el imaginario de la sociedad todavía está muy arraigado que la izquierda es sinónimo de violencia por lo vivido en el conflicto armado. Pasarán un par de décadas antes de que eso ocurra, por lo menos para que los nuevos movimientos políticos de las Farc tengan éxito. El problema es que mantenerse en política es difícil si los resultados no son favorables.
Es decir, estamos lejos de un castrochavismo, por más que se diga lo contrario
Las realidades de Colombia y Venezuela son muy diferentes. El país vecino estuvo regido por dictaduras durante el siglo XX y nosotros, mal que bien, hemos tenido una democracia formal. Ellos no han sufrido nuestra violencia, pero sí una debilidad institucional. Venezuela ha funcionado toda la vida alrededor de la renta petrolera, de allí que el desarrollo de otros sectores no fuera importante. Esto para indicar que somos países distintos. Por eso no es tan sencillo como decir que estamos al borde de un castrochavismo.
¿Cómo evalúa las negociaciones de paz con el Eln?
A ellos les tocó un periodo complejo. Primero, ya se pactó el acuerdo con las Farc. Segundo, el Gobierno de turno está de salida, es decir, debilitado políticamente. Hay mucha presión para que termine rápido un proceso que apenas tiene cuatro meses. Soy optimista de que la visita del Papa Francisco será un catalizador. Recordemos que la religión Católica juega un papel fundamental para el Eln, a raíz de la presencia de varios curas en sus filas.
¿Cuál es el próximo compromiso en la agenda del posconflicto?
El proceso de paz abrió una posibilidad importante para las regiones más olvidadas del país, no para las Farc. Esas zonas abandonadas en donde el conflicto tuvo lugar. Los acuerdos son una posibilidad para que estos territorios marginados accedan a salud pública, posibilidades productivas, vías y educación. Es decir, que esa brecha entre el mundo urbano y rural atrasado se cierre.
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