NIKOLL CASTAÑO
I.E. JAIME DUQUE GRISALES
En ocasiones no se encuentra inspiración para nada. Se siente un desgano abismal. Empiezan a salir de lo más profundo del alma, quizás como un recurso desesperado, los versos más sentidos y cargados de sutil agonía.
No se sabe qué sentir, ni qué pensar y mucho qué hacer. La poesía no ayuda, los para dormir son completamente inútiles, la tranquilidad que se siente es tan efímera como la vida de una mariposa con dolor en sus alas.
El sueño se convierte en una utopía, ya no tienes insomnio porque el insomnio te tiene.
Un insistente deseo de descansar de todo se convierte en una necesidad. De repente te encuentras en bosque, tranquilo y silencioso. Caminas por un sendero sin final, hasta que encuentras señales de vida. Es un lobo gris que se acerca, con ojos negros y profundos, como la inmensidad del universo.
Negras intenciones posee aquel lobo, según tu intuición, aunque una parte de ti insiste en confiar pero te ataca en el momento que menos esperabas. Sus dientes blancos como el marfil más puro y afilados como una daga, se fundan en un solo dolor profundo.
Aún estando herido y confuso, alguna parte de su ser insiste en la belleza del animal, mientras tu mente se aferra a la posibilidad de vencer el miedo de luchar contra aquella criatura. El ardor de las heridas causadas por el lobo es lo único que te hace sentir con vida.
¿Acaso vivir con dolor es vida? No lo sé, pero está pregunta me llevó a un profundo cuestionamiento, puso a tambalear mis ideas más radicales e incluso me hizo dudar de quien era.
Me consideré una persona dotada de seguridad y decisión, parecía tener mucha convicción al actuar, incluso quienes me conocían se daban cuenta de qué tan grande era mi antipatía. En cuanto a los que me amaban se habían acostumbrado a mi altivez y aunque les irritaba mi actitud cada tanto, el amor que sentían continuaba junto a mí.
Recuerdo que en medio de una discusión, alguien me dijo que mi egoísmo podría llegar a ser tan grande como una ballena azul y mi ego tan alto como el monte Everest.
No es algo que se deba presumir y mucho menos si esas palabras fueron dichas por la mujer que me trajo al mundo, por quien estoy aquí escribiendo esto.
"Me consideré una persona dotada de seguridad y decisión, parecía tener mucha convicción al actuar, incluso quienes me conocían se daban cuenta de qué tan grande era mi antipatía".
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