LA PATRIA | Manizales
Algún día, en esta guerra de 50 años, ellos tuvieron un arma en la mano. En más de una ocasión debieron disparar desde la trinchera, desde el aire o al frente de un campamento enemigo. Alguien murió, no necesariamente supieron quién, pues la selva y el fragor del combate se los impidió.
Esas escenas son las que ellos y millones de colombianos esperan que no se repitan. Sin embargo, todo está supeditado a lo que pase con el Acuerdo firmado en La Habana (Cuba) por el Gobierno y las Farc.
En la actualidad el equipo negociador analiza con los promotores del No (ganador en el plebiscito del 2 de octubre pasado) posibles ajustes a lo acrodado. Entre tanto, el campo colombiano disfruta del cese el fuego bilateral, prorrogadohasta el 31 de diciembre próximo. El clamor: que no haya más combates.
LA PATRIA presenta los testimonios de un militar retirado, de un piloto retirado de la Fac y de un exguerrillero de las Farc, quienes relatan escenas que el país espera que no se vuelvan a repetir.
Andrés Rodelo
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"Corría el 2001. Estaba en Urabá (Antioquia). Un coronel, quien estaba a cargo de la Unidad Táctica, me solicitó en su oficina. Allí me informó de la presencia de unos guerrilleros del Frente 58 de las Farc en un sector llamado Tres Vías, entre Chigorodó y Blanquicet. Me ordenó organizar un grupo especial para ingresar al área e interceptar al grupo guerrillero, que estaba afectando a la población con extorsión, secuestro y amenazas.
A las 4:30 p.m. recibí la orden oficial de operación. Organicé mi grupo, que se llamaba Zorro Uno. Me reuní con el pelotón a las 7:00 p.m. en la plaza de armas del batallón. Organizamos los equipos de combate y les di instrucciones. Nos desplazamos en un camión hasta una finca, a la que llegamos a las 11:00 p.m. De allí seguimos a pie hasta el sitio en donde estaban los guerrilleros.
Caminamos hasta las 5:00 a.m. del día siguiente. Arribamos al sector y encontramos unos campesinos que estaban ordeñando en una finca. Dejo al personal a 100 metros y me meto con un cabo y un soldado. Les preguntamos sobre la presencia de los subversivos y nos dicen en dónde están.
Llegamos al lugar indicado a las 10:00 a.m. Los encontramos en una manga grande llena de árboles. Nos arrastramos y les llegamos a 100 metros de distancia. Empezamos el combate y ellos se empezaron a defender. Maniobramos y dimos de baja a seis guerrilleros. El enfrentamiento duró una hora y media.
Informé al coronel y solicité apoyo, pues sospechábamos de que había más guerrilleros en la zona y yo solo contaba con 18 hombres. A las 3:00 p.m. llegó un pelotón. Tras la contienda encontramos tres fusiles Ak-47, un fusil G3 y dos fusiles R15. Tenían armas cortas como pistolas y también camuflados, carpas y ponchos.
Luego se hizo el levantamiento de los cuerpos. Salimos del área y regresamos al batallón a las 2:00 a.m. del día siguiente. El coronel se mostró complacido por el resultado de la operación".
Sebastián Giraldo
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"Era el 16 de septiembre del 2005. Había conseguido un permiso con el comandante y fui a visitar a mi familia. Ese día iba de civil. Lo que no sabía era que el Ejército llevaba más de 15 días montando un operativo en el corregimiento. Estaban esperando a que alguien bajara. Sabían que algún guerrillero tenía que llegar ahí. Yo ya estaba lo que llaman quemado o pintado. Llegué con el cuñado que me había ayudado a entrar a la organización cuando tenía 10 años. Yo ya tenía el mismo mando que él porque aprendo rápido, me adapto rápido.
Llegamos a mi casa. Mi cuñado se bañó y luego yo entré al baño. Recuerdo que me estaba mirando en el reflejo del agua de la coquita con la que me estaba bañando. Estaba flaco, cansado, nos habían estado acosando varios días,
estaba más bien alcanzadito. Mientras me miraba en el reflejo del agua pensaba en pedirle otro permiso al comandante para comprarme unas vitaminas porque me sentía muy desgastado.
Cuando de golpe escuché un sonido al lado izquierdo. Volteé a mirar. Nada. Luego sentí otro ruido y vi al primer soldado. "Quieto que somos del Ejército Nacional de la novena brigada, somos los Panches, entréguese". ¿Entréguese?
!Ja¡ Saqué uno de los revólveres (en ese momento sólo tenía armas cortas, los fusiles los habíamos escondido, estaban enterrados) y empecé a disparar. Se formó la balacera en la casa de mi mamá. Yo di bala hasta que se me acabaron las municiones de las dos pistolas. Nos capturaron.
Pensé que nos iban a torturar, como me torturaron cuando tenía nueve años, pero no lo hicieron. Sí nos iban a fusilar.
Se había dado una confrontación con armas. Era argumento para darnos de baja. Valíamos más muertos que vivos.
Dios es muy grande. En el momento en el que ya me iban a fusilar entró una llamada. !Entró una llamada¡ ¡En esa época! ¡En el monte! !Al lado de un río!
'Que no vayan a hacerle nada a esos guerrilleros hijueputas, que parece que hay uno que es menor de edad, que verifiquen, que nos pueden echar al Bienestar Familiar', dijeron. Desde ese día, Bienestar se convirtió en mi bandera.
Tuvieron que verificar porque no me distinguían de mi cuñado. ¡Claro! Yo estaba bajito, negrito, tenía bozo, estaba flaco, llevado, parecía un viejito a los 15 años.
Por ahí a las siete nos sacaron del corregimiento. Ellos llevaban dos días aguantando hambre.
Se estaban yendo cuando los llamaron y les dijeron que había movimientos raros por la zona. Y los hicieron volver. ¡Creo que fue por minutos, por segundos! Uno de los soldados, el francotirador, me dijo que le habían ordenado matar a uno de los dos. 'Yo lo tenía a usted. Pero no sé por qué -me contaba él ese día- tenía miedo de dispararle. No lo quería matar. Lo veía tan pelado, tan flaco. ¿Y si fuera un campesino? ¿Qué tal termine matando a un campesino?'. Mejor dicho, ese día hubo una luz que me protegió".
Julián García
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César Augusto Gómez fue teniente en la Fuerza Aérea. Él comenta:
"Pertenecí siete años a la institución. Como piloto de helicóptero cumplí, básicamente, acciones de apoyo para elEjército. Nos tocaba recoger soldados y guerrilleros fallecidos en combates".
También habíamos labores de ablandamiento: entrábamos a bombardear un día, regresábamos al otro y luego ingresaban las tropas del Ejército a ver qué había pasado.
Recuerdo que una de las últimas veces fue un bombardeo en la zona de la Uribe (Meta). Lanzamos bombas cluster (de racimo o dirigida). Uno no sabe qué pasa al final allá abajo.
Recuerdo un operativo contra las drogas en Ocaña (Norte de Santander). Veíamos unas chozas. Cerca había una guardería. El primer helicóptero hizo su labor de ablandamiento. Dos niños resultaron heridos. Nos tocó recogerlos, uno con una lesión en el brazo y otro en una piernita. Eso es muy doloroso. La guerrilla utiliza población civil o ancianos para cubrirse.
Estuve como dos años piloteando un helicóptero artillado Uh1h,de los que se utilizaron en la guerra de Vietnam. Luego fui piloto comercial de Avianca.
En Navidad llevábamos bultos de regalos para los soldados. Por ejemplo, en Granada (Meta) uno aproximaba el helicópterohasta donde fuera posible y lanzaba las raciones con un obsequio. A veces uno veía que eso se explotaba al caer. Me daba pesar que no les llegara a los soldados".
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