Jorge Enrique Pava


Y se muere el dictador… Después de tanta alharaca, de tanto reto, de tanta prepotencia, de creerse inmortal y de atreverse a retar al mismo Dios, hoy se encuentra confinado en cuatro paredes y rodeado de espantosos aparatos que le garantizan, por ahora, la supervivencia artificial.
La vida, que para Chávez ha sido ponderada y valorada solo si la de él se trata, hoy le pasa una cuenta de cobro tenaz y lo lleva a padecer los peores traumas como queriéndole indicar en sus últimos momentos que nadie es tan poderoso para despreciar e insultar esos valores divinos e incomprensibles que existen sobre todos los seres humanos.
Recordar las innumerables intervenciones del dictador ante un pueblo embelesado e idiotizado, causa ya es pesar; recordar la forma como maltrataba a sus semejantes, a los políticos de oposición, a los obispos de la Iglesia Católica, a los mandatarios que no le seguían su juego, a los periodistas que trataban de contradecirlo; en fin, como trataba a quien osara desnudar el poder corrupto, asesino, perverso, inhumano y terrorista de grupos como las Farc, hoy ya no causan estupor ni indignación: hoy causan es un sentimiento que solo puede nacer del pesar del mal ajeno, de la conmiseración por una vida que se apaga en medio de la impotencia y la absorción de medicamentos para apaciguar el dolor.
Pero el destino es sabio. Supo reunir en la hora final a ese Chávez revolucionario y perverso, con sus protegidos, amigos, compinches y socios cabecillas de las Farc, en una Cuba anquilosada que los alberga como príncipes, pero cuyo final no puede ser muy diferente del que sufre hoy el mandatario vecino. Porque ellos, que también se han creído con el derecho de disponer de la vida de miles de personas; de acribillar y desestabilizar a un país hermoso como Colombia; de atemorizar, amenazar, acorralar, secuestrar y destruir vidas de seres inocentes, tendrán que rendir cuentas también algún día ante ese Ser Supremo que desprecian y se sienten con la suficiencia para retarlo a diario. Deberían entonces siquiera aprender de este Chávez mermado, disminuido y terminal, que ante esa parca inapelable la prepotencia es inocua, el mando es inútil, el poder es ninguno, y el arrepentimiento es todo. ¡Pero, en ese momento ya es tarde…!
Leí una frase de un líder venezolano que me impactó: "Sentimos profundamente que Chávez esté muriendo; no puede ser que la muerte se haya anticipado a la respuesta que el dictador tenía la obligación de rendirle al pueblo de Venezuela". ¡Qué tristeza!
Y después de Chávez, ¿qué? ¿Estarán dispuestos sus aliados a someterse al juego democrático y a arriesgar el poder en unas nuevas elecciones? ¿Qué argumentarán para seguir atornillados al mando de Venezuela? Y si la muerte del dictador significa la pérdida del poder, ¿qué pensarán sus socios que hoy descansan en medio de licor, mujeres, sol y arena en Cuba? ¿Cuál será el futuro de la farsa que urdió el presidente Santos, cuando la presencia de su nuevo mejor amigo sea un imposible? ¿Seguirá siendo Venezuela el refugio descarado de los cabecillas de las Farc?
Este año 2013 comienza entonces con grandes incertidumbres para Colombia. Y no solo por lo que nos depare un año electoral y los enfrentamientos entre la oposición uribista (que cada día gana más terreno), con el débil gobierno de Santos, sino porque la nueva farsa que se desarrolla en Cuba tiene su origen en las conversaciones secretas entre el Gobierno colombiano y las Farc, con una influencia tremenda y definitiva de Chávez, que muy seguramente ya no estará para intrigar, direccionar ni proteger descaradamente a los terroristas de las Farc.
Entonces, con el cambio de personajes en Venezuela, podrá cambiar también el rumbo de nuestra patria. Unas negociaciones truncas significarán una reelección destruida y un cambio en los planes del Gobierno colombiano; habrá entonces que replantear los poderes políticos bajo un nuevo esquema y será la oportunidad de volver a dignificar el país y de revaluar el sentido patriótico que hoy nos han cambiado por rodilleras y genuflexiones ante los peores enemigos.
Se muere el dictador… y con él, se van las ilusiones de muchos que, creyéndolo inmortal, fincaron sus esperanzas y su futuro en su complicidad, así tuvieran que vender nuestros principios, nuestros valores y nuestro territorio. Se muere el dictador… Y se va el mayor aliado de los peores criminales que ha tenido Colombia.
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Titular de La Patria el día de ayer: "El primer año de Rojas, entre grises." Les pregunto a los consuetudinarios insultantes de mi columna: ese titular y el informe presentado, ¿obedecen también a falta de publicidad? ¿A ausencia de poder? ¿A rencillas personales con el Alcalde? ¡No! Obedece simplemente a un gobierno ineficaz, prepotente, retaliativo, ingrato y felón que no se ha dado cuenta de que para gobernar se necesita humildad y para dejar huella se necesita planeación, trazar un norte y saber para donde va. ¡Ojalá, por el bien de todos, este año sea mejor para el alcalde Rojas!
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