El domingo pasado se entregaron en California los premios Óscar en su octogésima quinta edición. Como siempre, la reunión más exclusiva del entretenimiento mundial contó con sorpresas e inspiradores discursos para diletantes seguidores del arte. En esta columna, vamos a contextualizar algunos roles importantes en la política mundial de acuerdo con su preponderancia geopolítica y sin ser fieles a las categorías fílmicas premiadas por la Academia.

Mejor reparto: Este premio se lo lleva indiscutiblemente la Corte Penal Internacional de La Haya. Este tribunal de justicia se encargó de dirimir el pleito entre Colombia y Nicaragua por una franja grande entre las fronteras marítimas de ambos países. Finalmente, la Corte optó por repartir, según su lectura de la situación, una gran porción de mar que hasta hace algunos meses había sido de Colombia. Otra vez queda en descubierto la falta de preocupación del Estado colombiano por vastos sectores de su geografía.

Mejor antagonista: El reconocimiento al mejor rol antagónico es para el presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien resultó ganador en las recientes elecciones presidenciales en su país. Es de resaltar su porte y seriedad, con una asentada circunspección sobre las situaciones y un ceño bien marcado. Se lleva este título por mantener su lucha ferviente contra la prensa y cualquier nueva presentación de libre expresión y juicio.

Mejor improvisador: El título más importante del mundo de la improvisación es para Nicolás Maduro, quien ha puesto en marcha su propia versión de gobierno para la República Bolivariana, a raíz del enigmático tratamiento médico al que está siendo sometido Hugo Chávez desde hace más de 110 días y que le ha impedido comandar su nación. Por lo pronto, su manejo de la situación ha permitido que el drama aumente decididamente en su país.

Mejor libreto: Esta distinción es para Barack Obama, presidente de Estados Unidos, quien ha mantenido el drama al rojo vivo durante los más de cuatro años de gestión en la Casa Blanca. Su guión ha sido inconstante, dando lugar a varios detonantes y peripecias dentro de su administración. Sin embargo, sigue siendo el más amplificado mediáticamente. Se espera que produzca secuelas en los bolsillos de las generaciones venideras.

Mejor caracterización de época: Esta categoría raramente tiene un ganador. No obstante las circunstancias, este año el papa Benedicto XVI se lleva el reconocimiento por revivir los tiempos de inestabilidad dentro de la iglesia con una sorpresiva renuncia que todavía no sugiere ninguna explicación a los más de mil millones de católicos que hay distribuidos alrededor del orbe.

Premio a toda una vida: El premio a toda una vida se lo lleva el comandante cubano Fidel Castro que recientemente ha hecho un par de apariciones en su país, donde no olvida su lucha revolucionaria y aprovecha para recrear el pasado que todavía lo mantiene vigente en un presente febril y distinto. Este premio se genera por su estabilidad en el poder y su tranquilidad de no perderlo en al menos otros cinco años gracias a su hermano Raúl Castro.

Fuera de la gala se quedaron algunos que renunciaron durante los pasados meses. Uno de ellos es Silvio Berlusconi, que luego de dejar su país en absoluto desorden financiero se animó para retornar al poder. Es posible que el año entrante lo veamos disputando el premio al mejor relanzamiento de carrera, el cual incluye fiesta y cocteles de parte del homenajeado.

El primer ministro de Reino Unido, David Cameron no le dejará fácil el camino a Berlusconi para conseguir el premio al mejor relanzamiento de carrera, puesto que Cameron no volvió a ser noticia desde hace algunos meses.

Con esto se resume la vida política mundial, tan ficticia como los mismos argumentos que sostienen al mundo.

En esta columna vamos a contextualizar algunos roles importantes en la política mundial de acuerdo con su preponderancia geopolítica y sin ser fieles a las categorías fílmicas premiadas por la Academia.