Jorge Enrique Pava


Las cifras electorales del pasado domingo nos indican una clara victoria de Julián Gutiérrez Botero. Es indiscutible su triunfo y tenemos que aceptarlo como primer mandatario, así los nubarrones que se avecinan sean tan oscuros como peligrosos.
¿Y por qué? Pues porque se empieza un gobierno rodeado de incertidumbre donde los sacrificados seguramente van a ser muchos inocentes. Empleados, trabajadores y funcionarios deben estar temblando, y con toda la razón. Porque las ambiciones de los políticos de esta nueva coalición que hoy se pavonea con su triunfo no tienen límites; así lo han demostrado en su actividad pública y esta no será la excepción.
Se puede percibir en el ambiente el reclamo de los grupos políticos para apoderarse de la Industria Licorera de Caldas, Inficaldas, Empocaldas, la Territorial de Salud, y las diferentes secretarías del Departamento. Y si antes era dificultoso para un gobernante satisfacer los apetitos de dos o tres grupos políticos, ¿cómo será ahora que son siete congresistas, más las divisiones de los partidos y más Guido Echeverri y su combo de contratantes? ¿Habrá cama para tanta gente? Seguramente sí habrá pero incómoda por lo reducida, y obligará al desplazamiento de quienes ocupan los puestos, independientemente de sus gestiones, pues hoy más que nunca primará el color político.
Ya me imagino al partido de la U pasando su cuenta de cobro y exigiendo sus cuotas. ¿Alcanzará? ¿Quedará satisfecho Jaime Alonso Zuluaga con la parte de la torta que se le asigne a Lizcano? ¡No! Eso no lo contarán como asignación al partido, pues pertenecen a corrientes distintas. Y algo peor: ¿quedará satisfecho Lizcano con su parte? ¡Menos! Su apetito es voraz e insaciable. Y lo mismo pasará con Adriana Gutiérrez quien seguramente también reclamará su pedazo, y tendrán que contabilizarlo como lo asignado al Centro Democrático, donde parece que va a terminar militando. Y los disidentes liberales irán también por su tajada y lo mismo los tránsfugas de otros partidos que se unieron a la campaña. ¡Pobre Julián!
¿Se justifica una victoria así? Pero, además de las dificultades que tendrá que afrontar Julián con sus mentores y aportantes, las elecciones del domingo nos dejan unos puntos de reflexión que orientan hacia otra lectura. Si siete congresistas sumaron solo 105 mil votos, significa que, matemáticamente, cada uno sumó quince mil, cifra que no alcanza para que repitan en sus curules al Congreso. Y cuando se les argumenta esta situación, además de descomponerse, su defensa la fincan en que, ahora que pueden disponer de los puestos y contratos, la desbandada hacia estos movimientos va a ser tremenda y que se alcanzarán a fortalecer en estos dos años. ¡Qué tal!
Supongamos entonces que esto sea cierto, y que descaradamente (como acostumbran a hacerlo) utilicen su poder para atropellar y fortalecerse burocrática, contractual y económicamente. ¿Podrá el nuevo gobernador cumplirle al pueblo? Asumir las riendas de un departamento acogido a Ley 550, donde además se tendrán que afrontar larguísimos períodos de abstinencia por efectos de la Ley de Garantías, ¿le permitirá hacer un ejercicio sano en inversión y desarrollo? ¿Alcanzará el presupuesto para cofinanciar siete campañas al congreso, además de lo que cuesta el funcionamiento normal de la Gobernación? ¡Lo dudo! Entonces los inconformismos que vendrán van a empañar un gobierno que, por muy buenas intenciones que tenga, terminará incumpliéndoles a todos o, al menos, a la gran mayoría.
¿No son negros los nubarrones? Ojalá todas estas especulaciones que hoy plasmo no se cumplan. Ojalá Julián haga un gobierno excelente y los apetitos politiqueros no se desborden en desmedro de esas personas inocentes que mencioné y que han sido presionadas por algunos dirigentes desde la misma campaña. Ojalá esté equivocado en todas mis apreciaciones. Ojalá, por el bien del Departamento, yo no tenga la razón. Ojalá no terminen reconociendo que lo que hoy tiene envalentonada a esta nueva coalición, solo se trató de una victoria pírrica. ¡El tiempo lo dirá!
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"El tal paro agrario no existe". Es tal vez la frase más infortunada, inoportuna, descarada y contraproducente que ha expresado el presidente Santos, dentro de muchas de sus sandeces. Un país que se descuaderna; un país que sufre de tremendas desigualdades; un país donde se están teniendo que botar los alimentos, los víveres, la leche; un país desabastecido y con su industria paralizada; un país con aberraciones judiciales, políticas y sociales; un país en manos de los criminales de las Farc, con la anuencia del Gobierno Nacional; un país hermoso, pero intransitable; y el único que parece que no se da cuenta de sus múltiples problemas es el propio presidente. ¿Qué estará esperando para actuar? Las vías de hecho que con el paso de los días se van acrecentando en todo el país indican que vamos por un despeñadero cuyo fin es impredecible. ¡Pobre mi Colombia!
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