Pablo Mejía


En nuestro medio padecer una enfermedad, aparte del malestar físico y mental que significa para el enfermo, representa un verdadero vía crucis que lo pone a voltear por clínicas, consultorios, oficinas, laboratorios y demás dependencias relacionadas con la salud. Son tantas las talanqueras que ponen al usuario que este llega a pensar que lo quieren aburrir, para que desista, y muchos se mueren mientras esperan a que les autoricen un examen. Pues en esas andaban los papás de Jesús unos días antes del tan esperado alumbramiento.
Después de varias horas de esperar turno, por fin José llega a la ventanilla. Figúrese su mercé que necesito autorizar este esamen, porque mi mujer está a punto de coger la cama y... Mire bebé -le dice una zamba repelente-, no me eche todo ese cuento que yo solo recibo los papeles; eso va a un comité médico y en unos días le avisan si está autorizado. Si no lo llaman, comuníquese usted con el cero uno ocho mil que aparece aquí abajo. Por lo que más quiera señorita -insiste él mientras le dice en tono confidente-, mire que ese niño va a ser alguien muy importante pa la humanidá y… Oigan a este con las que sale -comenta la vieja con una compañera-, qué viejito tan cacharro.
De camino a casa el ebanista decide averiguar los datos de la partera que le recomendó el farmaceuta del barrio, porque a ese paso no hay riesgos de tener los exámenes antes de que nazca el muchachito. Por encimita le cuenta a su mujer cómo le fue y sin querer, se le chispotió haber hablado acerca de la importancia del retoño que esperaban. Pero cuántas veces le he alvertido -dice María bastante molesta-, que eso no se habla con nadies; mire que nos comprometimos a guardar el secreto. En todo caso si se aparece de nuevo el arcángel a hacenos el reclamo, usté habla con él porque al fin y al cabo fue el que metió las patas.
José se acuerda de contar hasta diez antes de responder, para evitar decir algo de lo que después se arrepienta, y más tranquilo pone los puntos sobre la íes. Vea mija, quiero decile que si la cosa es así, entoes busquen quién se preste para este cuento porque yo tal vez no le jalo. De manera que después de voltiar como un trompo, derrengao como estoy; de tener que aguantame unas jedionditas que me tratan de bebé porque soy mayorcito; de las burlas cuando digo que el muchachito es mío; y de que me bananién en todas partes; ¿ahora voy a salir a debeles? Pues si viene el ángel ese lo mando pa... Ya viejo, calmate que así no arreglamos nada -dice la mujer- lo que pasa es que una también se ofusca.
Pasan la siguiente semana pendientes del teléfono, a la espera de la dichosa llamada, y salen por turnos para no dejar de contestarlo. Todos los días José reniega por la demora y es hasta que no se aguanta y resuelve llamar. Y empieza con el julepe del centro de llamadas, brinque de tecla en tecla y cuando llega a la extensión correspondiente, preciso en esa no contestan. Entonces escoge la opción de quejas y reclamos, donde le informan que su diligencia es en el número que ha marcado cien veces sin obtener respuesta. Ahí se sale de la ropa ese hombre y le dice a la vieja hasta de qué se va a morir, mientras María se da bendiciones y le hace señas para que se calme.
Al fin puede comunicarse con la encargada y esta le informa que la solicitud tiene una inconsistencia, porque el medicamento no puede autorizarse sin que se le practique a la paciente un examen del líquido amniótico; y que la cita para la ecografía es para dentro de tres meses. José cambia de colores, de la piedra, y no le queda sino colgar porque le va a dar un patatús. María trata de tranquilizarlo: Viejo, no se despeluque con esas niñas que ellas no saben ni de lo que hablan. Mejor tómese esta agüita de toronjil y olvídese de todo; no jeringuiemos más que ya estoy mejorcita y el niño es pa esta semana.
Dicho y hecho, porque esa misma noche salen a las volandas para el hospital. Ríase el trabajo pa conseguir carro -comentan al taxista-, por fortuna pasó usté. De buenas que cogí la carrera -responde el tipo-, porque salí a hacer un mandao; y los llevo porque van p´allí no más, pues estaba a punto de tomame un guaro y después pailas. Por poquito les toca pedile cacao a algún vecino pa que los lleve, porque les cuento pues que hoy no trabaja es nadie; ojalá en el hospital encuentren quién los atienda, y más ustedes que deben tener Sisbén.
En las calles hay gente enfiestada y en muchas vías cerradas fritan buñuelos, asan carne y preparan natilla. La música a todo timbal, el baile, la recocha y algunos echan pólvora al escondido. Entonces José pregunta al conductor a qué se debe tanta parranda, y después de observarlos con extrañeza por el retrovisor, les dice que es debido a la Nochebuena. Ambos se miran intrigados y al unísono preguntan: ¿Nochebuena?, ¿y esa vaina qué es?
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