Jorge Raad


La educación superior es un tema que debe ser del conocimiento de la sociedad, porque compete a todos los ciudadanos. No hay familia exenta de algún miembro de ella que abierta o encubiertamente no piense o tenga aspiraciones para ingresar a ella, e inclusive lo desean para sus hijos y nietos, o lo anhelan igualmente para sus bisnietos.
Se ha ido imponiendo una costumbre pésima para expresar los derechos y obligaciones de la educación superior para con la sociedad y por ende con sus estudiantes. Lo funesto consiste en separar totalmente entre lo estatal y privado, confesional o no.
No puede el país seguir en esta peligrosa senda. Cosa distinta es que las instituciones que imparten formación a nombre del Estado, atienden a diferentes principios que incluyen misiones y visiones. Pero en esencia, un médico, un abogado, un veterinario, un agrónomo, una enfermera o un ingeniero, por ubicar ejemplos fáciles, sin importar la universidad que los debió formar, deben cumplir con un mínimo de instrucción que garantice su idoneidad frente a la sociedad, lo cual tiene que ser avalado por el Estado a través de la vigilancia y el control.
A quién le importa para valorar a un egresado si Harvard o el Instituto Tecnológico de Massachusetts, IMT, o las Escuelas de Economía o de Medicina Tropical de Londres o la Universidad de París o la Universidad Complutense de Madrid son privadas, estatales o mixtas. Pero cada una de ellas adiciona lo que se conoce como valor agregado, lo que se constituye en una cualidad especial irremplazable frente a otras.
Ahora bien, hace 10 días, el importante columnista, doctor y maestro, Moisés Naím escribió un artículo en El Tiempo que tituló: Las universidades: cuatro mentiras. Allí analiza consideraciones tributarias de un estudio consciente de cada institución, comenzando por los organismos de dirección superior. Expresar que la educación superior no es prioritaria; que no es la ruta hacia mayores ingresos; que las empresas no necesitan mucho de las universidades y, finalmente un aserto demoledor, que ni profesores ni estudiantes son agentes de cambio, es motivo de más que suficiente para definir, consolidar o modificar rumbos, e inclusive hacer que la sociedad comprenda lo que debe esperar realmente de la universidad. Sus afirmaciones hacen reflexionar intensamente sobre el papel actual de la universidad y sus actores de primer orden. Cierto, las universidades colombianas necesitan profundizar estos y otros temas de cara al país. ¡Abajo las fortalezas inexpugnables!
Dos días después, el rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, Luis Enrique Arango, quien se desempeña también como presidente del controvertido y judicializado organismo Alma Mater, anunció en el marco de la sesión del Consejo Nacional de Rectores de la Asociación Colombiana de Universidades, que a las instituciones agrupadas en el SUE, Sistema de Universidades Estatales, el cual igualmente dirige, les faltan 11,2 billones de pesos en sus presupuestos, en concordancia con el documento elaborado por 10 profesionales entre vicerrectores y funcionarios del sector administrativo de universidades que integran el SUE, en el cual se describen las cuantías que alcanza cada rubro globalmente, sin determinar institución, en el desfinanciamiento del sistema. La pregunta que se impone es: ¿Con los dineros anteriores cambia fundamentalmente la universidad con sus docentes y estudiantes? La respuesta es: ¡No! ¿Son suficientes los dineros? Primero hay que averiguar por los proyectos consolidados en los consejos superiores de cada universidad y exigir que se deben equilibrar los ingresos actuales y futuros, asegurando resultados reales y útiles para los ciudadanos.
Para completar el panorama, el jueves anterior el investigador y escritor Jorge Enrique Melo, ganador de los premios Alejandro Ángel Escobar y Simón Bolívar, hizo en su columna la siguiente pregunta: ¿Ciencias inútiles? Con este documento es imperioso que las universidades tengan la franqueza para reconocer el vacío en la investigación de la que tanto se ufanan. ¿Dónde están y qué hacen los que tienen el título doctor (Ph D) o magíster (MsSc)?
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