José Jaramillo


En política y en la administración pública, como en los reinados de belleza, los candidatos a las nominaciones son sometidos al más riguroso examen por quienes los proponen a los electores, o a las comisiones que escogen a los favorecidos, con criterios muy variados. Para las dignidades de la democracia, que necesitan del beneplácito del voto popular para llegar a ellas, como la Presidencia de la República, las gobernaciones y alcaldías; el Congreso Nacional, las asambleas departamentales y los concejos municipales, algunos ilusos se autocandidatizan, pero la mayoría de los aspirantes son escogidos por directorios que administran los feudos electorales; o por movimientos cívicos o gremiales, cuando las comunidades deciden expresar su inconformidad con las hegemonías de caciques, padrinos y gamonales.
Los favorecidos con el beneplácito de directorios políticos deben comprometerse a cumplir compromisos burocráticos y de contratación; y a votar en cámaras, dumas y cabildos los proyectos que favorezcan a los patrocinadores. De lo contrario, si incumplen, como dijo José Acevedo y Gómez (aprovechemos la cercanía del 20 de julio) "ved los grillos, las cadenas y los calabozos que os esperan". En efecto, los dueños de las dinastías políticas tienen a su servicio expertos en escarbar en notarías y juzgados, elaborar fotomontajes y conseguir testigos falsos, para destrozar ante la sociedad a quienes les incumplan los compromisos políticos; o a los que les ganen las elecciones, a la cabeza de movimientos que les sean adversos.
Con las candidatas a reinados otro es el cantar. Las niñas son las más bellas, las más perfectas, hasta que las escogen para un reinado cualquiera, de los enemil que hay, en Colombia y en todos los países. Después de nominadas, a las muchachitas les empiezan a aparecer gordos en las piernas y en la cintura, flacidez en la cola, celulitis, desviaciones oculares, pategallinas, noviazgos clandestinos con mafiosos y hasta muchachitos, que alguna tía piadosa les está criando. Y los administradores de los presupuestos oficiales cada vez son más reacios a patrocinar candidatas a reinados, por considerar que hay cosas más importantes en qué invertir la plata de los erarios. Y entonces los padres orgullosos se meten la mano al bolsillo, o el novio de la candidata, y terminan en la ruina, o endeudados hasta los tuétanos con modistos, peinadores, maquilladoras, preparadores de pasarelas y demás integrantes del séquito de la reinita.
Dichoso anonimato el de quienes huyen "del mundanal ruido" de las aspiraciones políticas y los oropeles de las "monarquías" efímeras, sean del café, las araucarias, los aguacates, el bambuco, el turismo, la caña de azúcar o la butifarra, porque ellos serán bendecidos con la tranquilidad. Pero la vanidad tienta y no hay Padrenuestro que valga para impedir que la gente caiga en la tentación de aspirar; ni faltan los oportunistas que les endulcen el oído con cuentas alegres de que van a ganar. "Esta no nos las quita nadie", dicen. Y el otro, enceguecido, les cree.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015