María Leonor Velásquez Arango


La semana pasada tuvimos el evento ‘empresarios que transforman ciudad’ en el que estuvo como conferencista invitado el Dr. Francisco Manrique Ruiz, quien hizo especial énfasis en la necesidad de una cultura y unos valores acordes con las nuevas realidades del mundo; mencionando, entre otros, la capacidad de adaptación, la colaboración, la confianza, la inclusión y la diversidad.
Empecemos por revisar cuál es nuestro entendimiento sobre cultura ¿Tal vez los eventos y manifestaciones culturales como el Festival de Teatro, la Feria de Manizales, las exposiciones de arte? Estas son expresiones externas que pueden estar presentes en cualquier otra ciudad o región; lo que realmente constituye la cultura son los significados, las interpretaciones y los valores propios que nos hacen diferentes y nos dan una identidad como manizaleños, que se van construyendo a lo largo de la historia de una sociedad y se convierten en un sello único. Podríamos decir que la cultura es el conjunto de valores y creencias que definen la forma en que nos relacionamos dentro de la sociedad, que nos identifican y que también pueden cambiar en el tiempo.
Un ejemplo que ilustra la diferencia entre la cultura y sus manifestaciones podría ser el Festival de Teatro que nació en el año 1968 como un espacio de libertad de expresión del arte escénico latinoamericano; en otras ciudades del país hubo un veto político porque el origen del teatro universitario era revolucionario y Manizales fue la única ciudad que se atrevió a abrirles las puertas al movimiento teatral universitario, por una razón, la ciudad tenía desde esa época, una fuerte vocación universitaria. ¿Cuáles eran las características de esa cultura manizaleña que se atrevió a tomar la bandera del Festival de Teatro? Tal vez una sociedad vanguardista, abierta a la diversidad, interesada en el conocimiento ¿Qué tan presentes están estos valores hoy en nuestra sociedad?
En la propuesta de Estoy con Manizales estamos hablando de cuatro valores fundamentales para acompañar un modelo de ciudad alrededor del conocimiento: la solidaridad, la confianza, el respeto y la apertura. Los cuatro valores están en el planteamiento que hace Francisco Manrique sobre las tendencias mundiales alrededor de la transformación de una sociedad; tema que, desde el punto de vista del conferencista, refleja un proceso orientado en la dirección correcta para superar las brechas y avanzar hacia un desarrollo basado en conocimiento.
La solidaridad tiene que ver con la sensibilidad e interés por el bienestar y desarrollo de todos; la confianza habla de la coherencia en el decir, pensar y hacer que se pone a prueba en las relaciones; el respeto implica aceptación y reconocimiento del otro como un legítimo otro; y la apertura es una invitación a valorar la diversidad, a construir nuevas posibilidades desde la inclusión.
¿Qué tanto nos movemos hoy en nuestra vida cotidiana desde estos valores? ¿Qué pasa en las organizaciones de las cuales formamos parte en términos de valores? ¿Será que las decisiones en las familias, en las instituciones y en la ciudad se toman con base en estos valores? ¿Cuáles son los valores que se reflejan en nuestras relaciones en los diferentes niveles?
Por supuesto, no podemos generalizar y no creo que sea sano hacerlo, pero podría ser que en ocasiones las decisiones en muchos ámbitos de nuestra sociedad se toman basadas en un solo tema, el resultado de corto plazo y el beneficio económico; que las relaciones, también en ocasiones, se construyen sobre la base de alguien gana y alguien pierde. Seguramente tenemos muchos ejemplos de solidaridad, respeto, confianza y apertura; sin embargo, podríamos avanzar a un estadio en el cual nuestras decisiones y actuaciones, dentro y fuera de la ciudad, reflejen que somos una comunidad solidaria, respetuosa, que genera confianza y está abierta a nuevas posibilidades.
¿Cómo sería una Manizales en la cual todos estuviéramos pensando en el bienestar de todos, en la colaboración con el otro, en trabajar juntos para obtener un beneficio mutuo? ¿Cómo sería una sociedad en la cual no hubiera agendas ocultas y todos pudiéramos confiar y ser confiables para el otro? ¿Qué podría pasar si en cambio de mirar con suspicacia y rechazar lo que no conocemos o no entendemos nos permitiéramos explorar y nos dejáramos sorprender por las propuestas novedosas y diferentes? Piense en la ciudad, pero piense también en su empresa y en su familia, piense en usted y revise si habría alguna ganancia en empezar a reconocerse desde un nuevo sitio donde sea posible ser sincero y identificar sus errores y dificultades, interesarse y colaborar con una causa común, reconocer y aceptar algo que siempre haya rechazado, abrirse a explorar nuevas alternativas.
Reconozcamos nuestra herencia cultural en términos de valores, lo que hemos aprendido de los pujantes fundadores de este maravilloso territorio, lo que hemos ido dejando en el camino, lo que podríamos y vale la pena recuperar y lo que definitivamente ya no nos sirve para seguir hacia adelante. Este es y debe ser un proceso dinámico de aprendizaje permanente donde se requiere revisar quiénes somos, de dónde venimos y para dónde vamos.
Una invitación, sencilla y muy compleja a la vez. Solo cuatro palabras que se pueden quedar como un enunciado poético y soñador o cuatro valores llenos de significado para una sociedad que, desde mi punto de vista, pide a gritos transformarse desde sus orígenes, desde sus raíces, desde sus valores y creencias más profundos, en lo personal, en lo familiar, en lo cultural. Empecemos por nosotros, como decía Gandhi ‘Nosotros tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo’.
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