Luis F. Gómez


Caldas ha sentido desde hace mucho tiempo que está cara a cara con el mundo. Por ser una región exportadora de tiempo atrás, gracias al café, sabe qué implica estar abiertos al mundo. En los últimos años hemos sentido los altibajos del comercio con Venezuela, muchas de las grandes industrias con asiento en la capital caldense han experimentado la alegría de las ventas al vecino país, y también los dolores de las crisis del comercio binacional. Ahora, seguimos sintiendo las implicaciones, el TLC especialmente, en que se terminó de negociar con Corea puede tener graves consecuencias para algunos sectores específicos. Pero sabemos que la gran esperanza del dinamismo económico vendrá si sabemos aprovechar decididamente las oportunidades que se han abierto en muchos países con los tratados de libre comercio. Y ello dependerá necesariamente de la manera como nos insertemos en el mundo global.
Pero estar insertados en el mundo globalizado tiene unas condiciones. Ya nuestra región no es simplemente un punto perdido en una geografía, sino es un centro de interacción con muchos otros nodos en todo el mundo. Y ello exige por lo menos cuatro condiciones muy importantes en nuestra organización social. Lo primero es que el hecho de estar todos comunicados, se exige una disposición a la interconexión de unos con otros, se le puede dar distintos nombres, tales como articulación, sinergias, pero también podemos utilizar otra palabra que nos debería satisfacer más profundamente: solidaridad. En segunda instancia al estar todos comunicados es fundamental la transparencia, es decir, no podemos hacer la economía de ponerle conejo a los otros, de ser irresponsables con el medio ambiente, con los derechos humanos, con la dignidad de las personas, pues hay un control social internacional frente a actitudes y políticas estatales que nieguen esos mínimos que se han ido construyendo en el mundo y en especial en occidente. En tercer lugar, tiene que ver con la democracia, con el modo de operar la cuestión política en nuestras sociedades, que día a día deja ver cómo el empoderamiento de la gente común se impone sobre los autoritarismos. Es pues, una invitación a que nuestra democracia siga creciendo y que sea una dinámica que conduzca a una participación de toda la sociedad civil en la inspiración y manejo de los intereses públicos y generales. Finalmente, hay un elemento crucial, que es la indefectible necesidad de unos con otros, es decir, de compartir. Ello lleva a la especialización y a la explotación de las ventajas comparativas competitivas, en clave de colocarlas al servicio de los otros. Y ello implica necesariamente una focalización de esfuerzos tanto educativos como en inversiones, pues de lo contrario no seremos buenos en nada en concreto y así sencillamente pasamos al anonimato global, que conllevaría una autoexclusión del contexto mundial.
Así, pues, debemos pensar muy en serio cómo estamos formando ciudad, si lo estamos haciendo con estos criterios de solidaridad, transparencia, participación y compartir desde nuestras fortalezas. Solo así haremos ciudadanos que puedan habitar de veras en una aldea global.
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