Orlando Cadavid


Todo empezó hace tres meses cuando los alfiles del uribismo se aplicaron a la tarea de asegurar la inclusión de personas de su entera confianza en la lista de candidatos al nuevo Senado de la República que se elegirá el 9 de marzo próximo.
El precandidato presidencial Óscar Iván Zuluaga contactó al exgobernador Emilio Echeverri Mejía y le ofreció (dentro de la mayor reserva) un renglón efectivo en la nómina de aspirantes por el Centro Democrático a la futura cámara alta.
El exmandatario caldense condicionó su aceptación a lo que opinaran su esposa María Teresa Londoño y sus dos hijos y la contralora general Sandra Morelli, a quien prestaba asesoría jurídica en el máximo ente fiscalizador, y ha sido, prácticamente, "la dueña de su pase".
Una vez el doctor Emilio le dio el sí al proyecto electoral, renunció a su alto cargo en la Contraloría y vino a continuación una llamada telefónica del expresidente Uribe, quien celebró su arribo a la lista y festejó de antemano la posibilidad de trabajar juntos, en la bancada, a partir del 20 de julio de 2014.
Enterada de la decisión del binomio Uribe-Zuluaga de incluir en el equipo al exgobernador de origen conservador laureanista, la exsenadora Adriana Gutiérrez, reconocida jefe del uribismo en Caldas, lo congratuló y epistolarmente le brindó su respaldo, sin decirle hasta cuándo, porque los políticos son de ese talante.
Mientras todo esto ocurría, nadie sospechaba que Francisco Santos Calderón, otro integrante del abanico presidencial uribista, ya tenía escogido y asegurado a su candidato al Senado: el polémico exconsejero palaciego José Obdulio Gaviria.
Cuando el exdiputado Carlos Felipe Mejía (emparentado con Echeverri) supo de la determinación tomada en Bogotá, movió cielo y tierra para que se le adjudicara esa casilla, propósito en el que lo acompañó la exsenadora Gutiérrez, quien con la misma facilidad con que se cambia de andén en la angosta carrera 23, le quitó el respaldo a Emilio y se lo dio a Carlos Felipe.
A su regreso del exterior, donde se dio unas buenas vacaciones antes de ponerle el pecho a la brisa electoral, el exgobernador se sentó a esperar la demorada promulgación de la lista de candidatos al Senado que refinaba en su finca de Rionegro el amo Uribe.
Cuando al fin salió, vaya sorpresa la que se llevaron Emilio, su mujer, sus hijos, la contralora, sus mejores amigos y hasta Óscar Iván, el precandidato presidencial que lo había apadrinado por su propia iniciativa: El nombre del exdirector de la Cámara de Comercio de Manizales no apareció por ninguna parte. Se esfumó como por arte de magia. Ningún directivo del Centro Democrático tuvo la decencia de darle una explicación sobre la suerte del renglón efectivo que se le ofreció sin él pedírselo a nadie. Curiosamente, en el olimpo uribista hay muchos síes para el binomio que conforman Pacho Santos y José Obdulio Gaviria y muchos noes para la dupla que integran Óscar Iván Zuluaga y Emilio Echeverri.
La apostilla: Sigue siendo válida la frase pronunciada por el eximio poeta Guillermo Valencia al excanciller Fernando Londoño, al salir de una exposición agropecuaria, en Popayán, en la que quedaron perplejos frente a una marrana de más de 700 kilos de peso: "Después de la política, esta es la Puerca más Grande que hemos visto en la vida".
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